El confinamiento global provocado por la pandemia de COVID-19 en 2020 trajo consigo una oportunidad sin precedentes para la ciencia: observar cómo afecta la presencia (o ausencia) de seres humanos en el comportamiento de los animales en cautiverio. Un estudio liderado por expertos en comportamiento animal de la Universidad de Nottingham Trent, en colaboración con la Universidad de Harper Adams y la Universidad de Wolverhampton, analizó cómo bonobos, chimpancés, gorilas y babuinos del Zoo de Twycross y el Safari Knowsley, en el Reino Unido, reaccionaron ante la reapertura de estos centros tras meses de cierre.
Los resultados del estudio, publicados en la revista Animals, revelan que el regreso del público tuvo efectos diversos según la especie. Por ejemplo, los gorilas y bonobos pasaron menos tiempo en soledad una vez que los visitantes regresaron, lo que sugiere que la simple presencia humana actúa como un estímulo social positivo para ellos. No obstante, en el caso de los gorilas, esta mayor interacción también estuvo acompañada de una reducción en el tiempo de descanso, lo que podría indicar cierto nivel de alteración o distracción debido al público.
Menos ansiedad y más exploración
Los chimpancés mostraron un comportamiento distinto: incrementaron su interacción con el entorno, explorando más sus recintos y consumiendo más alimentos cuando los visitantes estaban presentes. Esto podría interpretarse como una forma de enriquecimiento ambiental derivada del simple hecho de tener un público, lo que sugiere una respuesta más activa ante los estímulos externos.
Por su parte, los babuinos del Safari Knowsley evidenciaron cambios significativos en su conducta social. Durante el cierre, mostraron más comportamientos sexuales y de dominancia, pero estos disminuyeron notablemente tras la reapertura del parque, cuando los animales comenzaron a interactuar más frecuentemente con los vehículos de los visitantes que con los del personal del parque. Esto apunta a que el tránsito de coches se convirtió en un nuevo estímulo que modulaba su comportamiento.

Curiosamente, el estudio también midió los niveles de hormonas del estrés en estos primates y encontró que se mantuvieron estables tanto durante el confinamiento como después de la reapertura. Este hallazgo sugiere que los animales poseen una notable capacidad de adaptación a cambios drásticos en su entorno social, lo cual es fundamental para su bienestar en cautiverio.
Los investigadores concluyen que, aunque es complejo definir si estos cambios son intrínsecamente positivos o negativos, queda claro que la presencia de visitantes influye de forma significativa en la vida de los primates en cautiverio. Por ello, recomiendan diseñar entornos que permitan a estos animales gestionar su exposición al público, fomentando su bienestar a través de espacios que ofrezcan tanto estímulos como refugios cuando lo necesiten.