Europa podría estar a las puertas de su mayor revolución ferroviaria en décadas. El think tank danés 21st Europe ha presentado Starline, un proyecto de “metro continental” que promete conectar 39 ciudades principales de Lisboa a Kiev a través de 22.000 kilómetros de vías de alta velocidad. Su objetivo es claro: unificar la fragmentada red ferroviaria europea y ofrecer una alternativa real y competitiva a los vuelos de corta distancia, uno de los grandes responsables de las emisiones de CO₂ en el continente.
El plan contempla trenes que alcancen los 400 km/h, capaces de rivalizar en tiempos de viaje con el transporte aéreo, pero con un impacto ambiental hasta un 95 % menor. Actualmente, menos del 9 % de los viajes en tren de alta velocidad cruzan fronteras, algo que los impulsores del proyecto consideran inaceptable en el marco de la Unión Europea. La propuesta no solo busca mejorar la experiencia del pasajero, sino también convertir el propio trayecto en parte de la vivencia, al estilo de los trenes bala japoneses o los aeropuertos nórdicos que integran diseño, eficiencia y confort.
España, pieza clave del trazado
Para España, el mapa de Starline supone un paso de gigante en la integración europea. El proyecto incluye dos rutas estratégicas que cruzan la península: la línea B, que conectaría Lisboa, Madrid y Barcelona en un eje que terminaría en Kiev, y la línea C, que uniría Madrid con Estambul pasando por Marsella, Lyon, París y Frankfurt. Estas conexiones podrían transformar la movilidad de pasajeros y mercancías, creando un corredor ferroviario que haría posible viajar de la capital española a Atenas o Bucarest sin necesidad de avión.
Los impulsores del plan destacan el impacto económico que tuvo la red de alta velocidad en China, donde cada nueva línea llegó a contribuir con hasta un 7,2 % al crecimiento del PIB urbano. En Europa, un sistema integrado podría impulsar el empleo en ingeniería, infraestructuras y servicios, reducir la dependencia de carreteras y mejorar la cohesión territorial. Solo en España, las regiones periféricas podrían beneficiarse de un aumento de inversión y turismo, al integrarse de manera más estrecha en el tejido europeo.
Retos de financiación e interoperabilidad
Pero la propuesta también plantea desafíos considerables en materia de financiación. Hablamos de una inversión colosal que implicaría la colaboración de múltiples gobiernos, la UE y empresas privadas. Además, será necesario coordinar normativas, estándares técnicos y sistemas de señalización, algo que históricamente ha sido uno de los principales obstáculos para la interoperabilidad ferroviaria en Europa.
De lograrse, Starline sería más que una infraestructura: sería una declaración política y cultural. Una Europa más conectada, que apuesta por la sostenibilidad y que busca materializar el mercado único en el plano físico, no solo económico.
