La reciente revisión de un descubrimiento arqueológico que data de aproximadamente dos milenios ha puesto nuevamente en el foco de la ciencia y la tecnología antiguas la llamada batería de Bagdad. Encontradas por primera vez en 1936 en los alrededores de lo que una vez fue Ctesifonte, cerca de la moderna Bagdad, estas vasijas de cerámica de aproximadamente 13 centímetros de altura han desatado una ola de especulación sobre su propósito y significado. Aunque originalmente se creyó que datan del periodo Parthiano, investigaciones más recientes las ubican en el Imperio Sasánida, extendiendo así el posible origen de la batería varios siglos antes de lo que la ciencia moderna atribuye a Alessandro Volta la invención de la batería en 1800.
Un uso que no se ha demostrado
La teoría de que estas vasijas funcionaban como baterías se basa en su construcción, que incluye cilindros de cobre y barras de hierro, elementos que al interactuar con un electrolito, como el vinagre, podrían generar una corriente eléctrica. Experimentos realizados desde la mitad del siglo XX han demostrado que estas configuraciones pueden producir entre 1 y 2 voltios de electricidad.
A pesar de esta evidencia, el uso exacto de las vasijas y su clasificación como "baterías" en el sentido moderno sigue siendo objeto de debate entre los académicos, y se ha sugerido que podrían haberse utilizado para fines de electroplating, aunque la falta de evidencia escrita y la baja eficacia de esta técnica en comparación con métodos contemporáneos conocidos plantean dudas sobre esta teoría.
El escepticismo en torno a la funcionalidad práctica de estas vasijas como fuentes de energía se ha fortalecido por la ausencia de registros antiguos que documenten su uso, así como por las limitaciones técnicas inherentes a su diseño. La necesidad de reemplazar frecuentemente el electrolito, junto con la baja corriente producida, sugiere que, si bien los antiguos habitantes de la región tenían conocimientos de electrólisis, la aplicación práctica de estos artefactos podría haber sido muy diferente de lo que sugieren las interpretaciones modernas. De hecho, algunos expertos proponen que las vasijas podrían haber tenido propósitos rituales o ceremoniales, o incluso haber servido como contenedores para materiales de escritura, en lugar de actuar como fuentes de energía.
La posibilidad de que civilizaciones antiguas hayan experimentado con formas tempranas de generación eléctrica desafía nuestras percepciones sobre la evolución tecnológica y subraya la necesidad de una investigación más profunda en este campo. A medida que continuamos descubriendo y reinterpretando artefactos del pasado, se vuelve cada vez más evidente que la historia de la innovación humana es vasta y compleja, invitando a una exploración sin fin de las capacidades y el ingenio de nuestros antepasados.
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