Los hongos, a menudo eclipsados en la discusión sobre enfermedades contagiosas por virus y bacterias, están emergiendo como una seria preocupación en el ámbito de la salud pública. Expertos han notado un aumento alarmante en las muertes causadas por infecciones fúngicas. Mientras que en la década de 2010 se estimaban dos millones de muertes anuales, las cifras actuales sugieren un incremento a aproximadamente 3,8 millones. Esta tendencia es preocupante, dada la naturaleza insidiosa de estas infecciones. Las micosis, a menudo no diagnosticadas, pueden ser un factor contribuyente en enfermedades letales como la neumonía, la tuberculosis y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, complicando su tratamiento y prognosis.
El trabajo del especialista en micosis David W. Denning, de la Universidad de Manchester, ha sido fundamental para comprender la magnitud de este problema. Publicando en The Lancet Infectious Diseases, Denning extrapola datos de más de 85 artículos abarcando un centenar de países. Destaca las infecciones por Aspergillus fumigatus y Aspergillus flavus como particularmente letales, afectando principalmente a pacientes con asma, tuberculosis o cáncer pulmonar.
Además, Denning resalta cómo las micosis interactúan con otras enfermedades, como el SIDA, donde aproximadamente la mitad de las muertes en personas con el síndrome pueden atribuirse a infecciones fúngicas. Un caso especial fue el aumento de casos de mucormicosis en India durante la pandemia de COVID-19, lo que resalta la relevancia emergente de estas infecciones en la salud pública global.
El diagnóstico temprano y el tratamiento efectivo son esenciales para combatir estas infecciones. Sin embargo, muchos países carecen de los recursos adecuados para el diagnóstico, y en otros, los métodos de prueba disponibles son ineficaces. Este problema se agrava por la creciente resistencia a los tratamientos antifúngicos, un fenómeno similar al de las superbacterias resistentes a los antibióticos. Denning advierte que algunos hongos podrían estar desarrollando resistencia a los tratamientos actuales, lo que plantea un desafío adicional para el control de estas infecciones.
A pesar de estos desafíos, hay motivos para un optimismo cauteloso. El aumento en las cifras de muerte por infecciones fúngicas no necesariamente indica un incremento proporcional en la incidencia de estas infecciones. Factores como el crecimiento de la población mundial y las mejoras en la metodología para realizar estimaciones podrían estar influyendo en estas cifras. Además, las mejoras en la detección de infecciones fúngicas podrían llevar a diagnósticos más precisos y, en consecuencia, a una reducción en la mortalidad en el futuro. Este panorama destaca la importancia de continuar investigando y desarrollando estrategias más efectivas para el diagnóstico y tratamiento de las infecciones fúngicas.