Análisis de Iconoclasts (PS4, Switch, Xbox One, PSVITA, PC)
No podemos más que sentir profunda admiración cuando nos topamos con obras como Iconoclasts, un juego realizado por una única persona durante ocho años, el sueco Joakim "Konjak" Sandberg, un indie de los de verdad, que nos ofrece aquí su aventura más ambiciosa.
Acción, plataformas, puzles y una gran carga narrativa se dan la mano en este juego que primero entra por los ojos, con un precioso apartado gráfico, y que luego convence con su jugabilidad, con un control muy cuidado y un gran énfasis en la variedad de situaciones y los numerosos y espectaculares jefes finales.
A simple vista es fácil pensar que estamos ante otro metroidvania más, pero no, el desarrollo de Iconoclasts es lineal, y está totalmente guiado por la historia. Según avanzas en la aventura sí que puedes explorar con bastante libertad los escenarios y encontrar algunos secretos, incluso hay unas pocas misiones secundarias, pero es algo más bien accesorio y en lo que el juego no pone especial interés, recordándonos bastante en su desarrollo del genial Owlboy, que se lanzó hace un par de años.
Lo que diferencia a Iconoclasts de otras aventuras de acción y plataformas de este estilo es su elaborada historia, más propia de un RPG, algo que puede ser un arma doble filo, y que dependiendo del jugador gustará más o menos. Al principio nos agradó encontrarnos con una narrativa tan cuidada, pero pasadas unas horas empezamos a sentirla como un obstáculo en la diversión, algo que nos apartaba durante unos minutos de las entretenidas partes de acción, saltos y puzles, que son muy satisfactorias.
Hay tantos diálogos que interrumpen el desarrollo que esto acaba afectando al ritmo del juego, y aunque su historia de ciencia ficción está bien y consigue mantener el interés y cierto misterio hasta el final, no nos ha parecido lo suficientemente buena como para que tenga tanto peso; nos gusta mucho más Iconoclasts cuando estamos resolviendo puzles y luchando contra jefes finales que leyendo diálogos.
Hay más de 20 jefes finales, muy espectaculares y diferentes entre sí, de lo mejor del juego, y entre cada uno de estos combates tenemos que avanzar por los escenarios resolviendo rompecabezas, ya que ni la acción entre jefes ni las plataformas llegan a ser demasiado importantes o desafiantes. En cambio, sí es más que posible que te quedes atascado en uno de sus muchísimos puzles, posiblemente la parte más inspirada del juego.
El problema de combatir contra los "enemigos comunes" es que llega un momento en el que descubres que no sirve para nada, y es más fácil darles esquinazo y seguir hacia adelante que entretenerte luchando con ellos, lo que es un error de diseño. No hay un sistema de evolución del personaje como si fuera un RPG, y las armas o nuevos gadgets los consigues avanzando en la historia, y lo único que puedes conseguir explorando son una serie de mejoras, como si fueran unos perks, que no son demasiado útiles.
También hay ciertas situaciones, como algunos jefes finales o secuencias especiales, en las que el juego intenta sorprenderte con mecánicas o situaciones nuevas, como por ejemplo puede ser el sigilo, y aquí a veces patina un poco, no acaban de funcionar bien del todo algunos de estos momentos. En cualquier caso basta con repetir dos o tres veces estos momentos para seguir adelante, y no nos ha parecido algo demasiado grave, aunque es peligroso de cara a las valoraciones del juego, teniendo en cuenta la poca tolerancia a la frustración del jugador contemporáneo.
El desarrollo es totalmente lineal, y al final, que te dejan explorar con más libertad y volver para atrás, para usar nuevas habilidades o herramientas y acceder así a nuevos tesoros o zonas, descubres que el juego no está pensado para ello, que no se le ha dedicado demasiado esfuerzo, y se siente un poco forzado este backtracking.
En el nivel de dificultad por defecto (se puede jugar también en difícil, algo recomendado para los jugadores más experimentados en este tipo de aventuras), nos ha durado 12 horas, y lo que es más importante, nos ha dejado un gran sabor de boca. Se notan esos ocho años de trabajo en muchísimos detalles, y no es habitual encontrarse una obra tan artesanal, realizada con muchísimo mimo.
Visualmente es precioso, con una infinidad de animaciones y sprites que muchas veces solo se usan en un diálogo, con enormes jefes finales, todos diferentes entre sí, con escenarios muy cuidados y con un uso exquisito del color... nos ha encantado gráficamente. La banda sonora cumple bien su papel, con melodías en ocasiones bastante entrañables, pero está un peldaño por debajo de los gráficos, y es algo en lo que somos muy exigentes en este tipo de juegos, cuando al no haber voces la música y los efectos toman todo el protagonismo.
Por si fuera poco, además llega con textos en español, algo muy importante en este caso, ya que como hemos dicho su carga narrativa no tiene demasiado que envidiar a cualquier RPG.
Un juego con mucho encanto
No deja de sorprendernos que una única persona haya podido hacer un juego tan cuidado y elaborado como este, y ya solo por esto tenemos que quitarnos el sombrero. Pero dejando este mérito un lado, estuviera desarrollado por una o cien personas, seguiría siendo una bonita y entretenida aventura de plataformas y acción en la que se mezclan casi a partes iguales los puzles, los combates contra jefes finales y una historia muy trabajada, y que seguro va a encantar a los amantes de este tipo de juegos.
A nosotros lo que menos nos ha gustado es su gran carga narrativa, excesiva en nuestra opinión y no lo suficientemente interesante, pero sabemos que es algo muy subjetivo, y seguro que muchos conectaréis con su historia e Iconoclasts os parecerá todavía mejor que a nosotros. En cualquier caso, es un juego muy recomendable, y uno de los primeros grandes indies de un 2018 que promete mucho.
Hemos realizado este análisis con un código de PS4 que nos ha proporcionado Bifrost Entertainment.