Análisis RIOT: Civil Unrest, simulador de revueltas sociales (PC, Switch, PS4, Xbox One)
El panorama político y social ha cambiado drásticamente en la última década. La crisis económica, los nuevos movimientos, la facilidad de lanzar mensajes en redes, los partidos con nuevas reivindicaciones… En España vivimos el 15-M, un fenómeno del que nació un partido que ha roto el bipartidismo habitual de la democracia, pero hay otros países cercanos que han vivido sus tensiones internas. Riot – Civil Unrest es un juego inspirado en esta parte de la historia moderna, y aunque queda un poco corto en los aspectos jugables, toca un tema que quizás no deje indiferentes a muchos usuarios.
El origen del proyecto parte de 2012, cuando Leonard Menchiari –antiguo editor de Valve-, participó en unas protestas al norte de Italia contra la construcción de una autopista que amenazaba la naturaleza del paisaje. Esta experiencia sirvió para que el ahora director de Riot experimentase los enfrentamientos en primera persona, desde dentro de las manifestaciones. Tras una campaña en Indiegogo en 2014 para materializar su idea, el juego ha estado una larga temporada desaparecido, hasta que en 2017 debutó en el Acceso anticipado de Steam, y ahora se lanza oficialmente.
Como se puede deducir por las imágenes de Riot, estamos ante un juego de estrategia en tiempo real en el que dos bandos se enfrentan en una situación basada en eventos reales: los policías y los manifestantes. Y hay que empezar señalando un aspecto positivo de su creador, que es el intento de no demonizar a las fuerzas del orden; sí, una explicación inicial nos resume las razones de la revuelta en cada caso y es inevitable sentirse inclinado por las motivaciones de la gente que ha estallado, pero en Riot también podemos controlar a la policía en su afán por evitar que una sentada pacífica derive en un caos.
Tenemos tres modos principales, un versus –contra IA u otros jugadores en local- uno centrado en los conflictos globales y otro en las historias de cada uno de los cuatro países destacados en el juego: España –Los indignados-, Italia –No TAV-, Grecia –Keratea- y Egipto –Primavera árabe-. Completar las cuatro o cinco fases de cada uno lleva unos 30 minutos, aunque después se pueden repetir desde el bando contrario –con misiones opuestas-, así que es rejugable. Básicamente, si los manifestantes están acampados en Puerta del Sol su objetivo es permanecer en la zona, y el de la policía desalojar la zona; en unos conflictos hay que proteger una serie de tiendas de campaña, mientras que la policía debe retirar el campamento; en otras ciudades los manifestantes quieren pasar a una zona determinada y la policía evitar que crucen la barrera.
Más interesante es el modo principal, que repasa de manera global estos mismos eventos pero conectados uno tras otro. En lugar de jugar fases sueltas aquí hay que tener en cuenta más factores: podemos lograr una victoria militar pero no la política, y esa mala prensa de la opinión pública otorgará ventajas al bando rival en el siguiente evento. Quizás enfrentarse a la policía o disparar pelotas de goma al tumulto sea una solución efectiva y rápida, pero si las cifras de heridos son altas corremos el riesgo de sufrir más adelante porque la población nos verá como "los malos" en esta historia.
En cuanto a la jugabilidad, con ambos bandos lo que tenemos son grupos de personajes divididos por clases con una serie de habilidades o acciones diferentes. En la policía resulta obvio: unidad táctica, asalto, balística… Sus valores de defensa, cantidad y armamento ofrecen diferentes estrategias. Hay soldados preparados para cargar en grupo que golpean a corta distancia con las porras y son capaces de entrar de lleno en una manifestación, mientras que otros disparan bombas de humo o proyectiles no letales. Antes de la partida podremos editar algunos parámetros de estos policías.
Los manifestantes cuentan con personajes que representan la parte más líder, con megáfono para comunicar mensajes que suben el ánimo de sus compañeros y realizan actos de resistencia pacífica, pero también de grupos más violentos que provocan o lanzan piedras. Al igual que los policías, podremos dar órdenes para que actúen frontalmente o se mantengan en modo defensivo para proteger las posiciones y que nadie huya despavorido.
La idea del juego por tanto es, que dentro de un tiempo límite, cada bando cumpla con su objetivo. Los policías pueden realizar detenciones o desplazar sus vehículos, los manifestantes incendiar las barricadas o utilizar redes sociales para decantar la balanza a su propósito. Nuestro progreso irá desbloqueando armas y personajes especiales –con características de resistencia y radio de "aura" que influye en los colegas-.
La idea de Riot hay que reconocer que es bastante original y se adapta bien al género de la estrategia. Siempre hay una pequeña dosis de imprevisibilidad, que es normal dado que en pantalla tenemos numerosas unidades actuando en un sistema de acción y reacción, donde una bomba de humo puede causar el efecto contrario al que deseamos –avalanchas de los manifestantes-. Elijas el bando que elijas, sentirás la tensión de las escenas a medida que pasan los minutos y no has logrado cumplir la misión.
¿Qué falla en Riot – Civil Unrest para que no nos entusiasme tanto como debería? Pues el más grave es lo poco intuitivo que es en general, tanto por su interfaz y control, como por la ausencia de tutoriales que expliquen mejor las ventajas y desventajas de cada acción. Además las unidades suelen ser bastante pasivas, y hay ocasiones en las que has logrado tomar una zona minutos antes del límite y el bando opuesto no hará mucho por recuperarlo; básicamente, basta con dejar pasar el tiempo.
Muchas de las misiones son prácticamente iguales –defensa o captura de zonas- pero con diferente decorado, así que es inevitable que se haga algo repetitivo. Además está un poco desequilibrado –si bien puede que sea intencionado-, pues normalmente jugar como bando policial es bastante más fácil, mientras que hay eventos con los manifestantes que casi te obligan a utilizar la violencia –con la mala prensa que nos ganaremos por ello-. Y finalmente, hemos visto algún bug que nos hizo repetir una misión completada, y no todos los textos han sido traducidos.
No abunda la música, aunque cuando lo hace es buena. Durante la partida sobre todo escuchamos los efectos de sonido, y es un buen detalle que en las fases de España podamos oír lemas reconocibles del 11-M. Pero no hay mucho más en los aspectos audiovisuales, y salvo el peculiar aspecto pixelado con una generosa cantidad de personajes en pantalla, todo el juego transcurre en una serie de pantallas bastante reducidas.
Conclusiones
Como juego de estrategia en tiempo real Riot – Civil Unrest es bastante modesto, no muy profundo y algo repetitivo. Es una pena que sus defectos empañen un título que con un planteamiento interesante, actual y diferente a otras muchas temáticas de fantasía bélica y ciencia ficción, especialmente porque toca unos acontecimientos reales que todavía son de plena actual en España.
En definitiva: curioso, especialmente si has vivido de cerca las situaciones descritas, pero algo corto en ambición. Su concepto daba mucho más de sí, debía ahondar en los aspectos estratégicos y estar más pulido en la jugabilidad.
Hemos realizado este análisis en PS4 con un código que nos ha proporcionado Merge Games.