Para hablar de Unirally debemos ponernos un poco en situación. En el año 1995 (1994 en Estados Unidos) las consolas de 16 bits estaban viviendo una de sus épocas doradas, con Donkey Kong Country y sus gráficos pre-renderizados ridiculizando los add-ons como el Mega 32x en las revistas, y poniendo de moda este estilo gráfico que sería copiado por varios juegos, entre ellos Uniraces, aquí Unirally, un juego cuyas discretas ventas contrastaban con la calidad y adicción del juego.
Una de las curiosidades del juego son sus productores: DMA Design Limited, empresa la cual cambió su nombre años después por Rockstar Games, ¿os suena verdad? DMA Design Ltd. era una de las second party propias de Nintendo por aquellos entonces, fundada en 1988 y que hasta el año 2001 conservo aquel nombre. Y con aquel sello y nombre lanzaron, como decíamos, Uniracers en Estados Unidos y Unirally por estos lares:
Desapercibido, por varias razones
Y es que este grandioso juego fue poco conocido en su época, (aunque sí por los muchos que disfrutaron de él) porque no tuvo una gran campaña de publicidad, y también por otra razón que comentaremos más tarde. Además de esto, gráficamente y en las imágenes estáticas de las fotos de las revistas quizás lucía poco ante el estilo gráfico algo minimalista en sus escenarios, algo que solo se podía ver en los vídeos: la grandiosa animación de los monociclos, y la poca importancia de los escenarios, ya que a toda velocidad poco se podía disfrutar de ellos.
La premisa jugable era bien sencilla, conseguir llegar a la meta lo más rápido posible, con la ayuda de diferentes trucos y piruetas en el aire que, al realizarlos, se nos premiaba con un pequeño impulso que nos daba ese extra que necesitábamos en muchas ocasiones para superar el nivel o al rival.
Los diferentes tipos de circuitos también tenían mucho que decir en el aspecto jugable. El juego contaba con 9 divisiones de 5 circuitos cada uno, hacia un total de 45, pero estos no solo iban apareciendo a medida que los desbloqueábamos, si no que iban cambiando y enredándonos entre la dificultad de sus loopings, rampas kilométricas, o serpenteantes y mareantes zig zags. Con unas flechas, mostrando precisamente lo enrevesado que iba a ser el circuito, se nos mostraría hábilmente cómo de difícil iba a ser el circuito, y si sería un circuito de saltos, loopings o de contrarreloj por ejemplo.
Pero aquí es donde empezaba la diversión para los expertos, el circuito, una vez aprendidas las zonas de más o menos velocidad, o dónde poder hacer más o menos trucos, se convertía en un juego con altas cotas de satisfacción para el jugador. El juego permitía, con su buena curva de dificultad de antaño, ir aprendiendo cada circuito, cada salto, y cada recoveco donde sacar una acrobacia más, o un impulso más, algo que se acentuaba en su genial modo versus, contra un amigo:
Todavía muchos recordamos el multijugador de manera local, donde podemos ver la cara del que pierde y la sonrisa del ganador, algo que si bien hoy es mucho más cómodo, al encontrar siempre jugadores online disponibles, se torna nostálgico para muchos, ante los pocos que aún se lanzan con este modo.
Aparte de esto, como hemos podido escuchar en los vídeos, la música era bastante cañera y acorde con el juego, aunque quizás a alguno no le gusta su temática rockera, no encaja nada mal.
Existe una pequeña historia en cuanto a la poca difusión de Unirally: la desaparición de las estanterías del propio juego. Esto fue supuestamente debido a una demanda de la propia Pixar, que alegó que el parecido respecto al monociclo que aparecía en un corto de la propia compañía, llamado Red´s Dream.
Algo que pareció totalmente injusto a DMA Desing, puesto que consideraba que Pixar no podía apropiarse de todas las imágenes de los monociclos. Pero lo cierto es que Pixar ganó el juicio, y años después el propio Dave Jones reconoció que se inspiraron en este corto para crear Uniracers-Unirally.
Pero después de todo esto, los que sí pudimos conseguir nuestro juego, y lo jugamos, exprimimos y estrujamos hasta la saciedad, sabemos que era un juego adictivo hasta decir basta, con un gran sentido del humor (¿recordáis que nombre no dejaba escribir?), y que, una vez dominado, producía esa sensación de grandeza que muchos juegos de antaño, con su dificultad, lograban en nosotros.