Netflix a veces, da en la diana. La plataforma de streaming estrena numerosos contenidos semana tras semana, tanto en forma de series como en forma de películas. A veces, triunfa. Otras tantas, no. Pero cuando da en la tecla, Netflix es capaz de construir verdaderos fenómenos capaces de acaparar la atención del respetable y convertir una idea ya vista en un auténtico éxito.
El juego del calamar, su último thriller, nos presenta en nueve episodios un battle royale en el que 456 participantes desesperados compiten en un mortífero juego de supervivencia. Sí, ya está visto, pero la fórmula de Netflix consigue volver a engancharnos en un concepto realmente innovador y adictivo a lo largo de sus diferentes capítulos. En Vandal Random destacamos sus claves y fortalezas en un especial.
Así es 'El juego del calamar', la serie de moda en Netflix
Netflix ha dado con la clave: producciones de ficción que sean capaces de atraer al público con una propuesta arriesgada, fácil de digerir y al mismo tiempo interesante y con cierto punto de crítica social. Además, si se le suma un punto asiático o exótico, se tiene una combinación tan atractiva como irresistible. El juego del calamar une todos estos ingredientes en una historia en la que, un grupo de casi medio millar de participantes compiten, agobiados y empujados por la pobreza y el riesgo de exclusión social en un mortífero y peligroso concurso de supervivencia. Sí, como Fall Guys pero en acción real. Este concurso nos propone superar diferentes rondas de juegos infantiles básicos y tradicionales de cara a ganar hasta 45.600 millones de wones (unos 37.000 millones de dólares) y salir de la miseria en la que viven inmersos. Sin embargo, los participantes pronto acaban descubriendo que el verdadero premio no es solo el dinero o el monetario, sino también el de su propia supervivencia en un concurso mortal.
En este ámbito, Netflix construye una propuestas de esas capaces de encandilar al gran público. Por un lado tenemos al protagonista, Ki Hoon (Lee Jung Jae), un hombre adulto que encadena varios fracasos profesionales y que vive con su madre en la ruina y por otro a su amigo de la infancia Sang Woo (Park Hae Soo), otro ser humano en riesgo de exclusión social que, pese a haber estudiado en una de las universidades más caras del país y haber trabajado en una gran empresa, debe mucho dinero a todo el mundo. A ambos se le une Sae Byeok (Jung Ho Yeon), una desertora norcoreana que lucha por reunir a su familia desde Corea del Norte, al pandillero Deok Su (Heo Sung Tae) y unalpolicía llamado Joon Ho (Wi Ha Joon), que intenta buscar a su hermano. Todos ellos, procedentes de distintos orígenes, participarán en un juego tan mortal como peligroso.
Una crítica social a los reality y al precio del espectáculo
En El juego del calamar encontraremos un cúmulo de historias con personas en crisis, machacadas por la sociedad y en riesgo de pobreza extrema jugarse la vida por un buen pellizco de dinero. En esta historia, las personas que participan no tiene nada que perder, les da igual ponerse en peligro con tal de salir a flote, y para ellos no hay límites. La serie es capaz de ofrecernos secuencias muy duras en las que se comprometen a matar o ser matadas con tal de saber que la esperanza de tener una gran recompensa económica está más cerca. Es curioso, porque al igual que la cacareada El hoyo, se ilustra uno de los problemas más evidentes de nuestra sociedad de consumo.
Las clases sociales están cada vez más divididas, hay más ricos y pobres, y la clase media está siendo erradicada del panorama internacional en multitud de países. El juego del calamar nos muestra esta desigualdad al contarnos una historia algo exagerada, pero muy clara y directa. Si a eso le sumamos que en Corea del Sur están las cosas cada vez peor, es normal que se haya vuelto una serie como esta en algo viral y contundente, pues tenemos que tener en cuenta que El juego del calamar se remonta a los años setenta y ochenta en el país asiático, con un juego de televisión llamado Round Six en el que atacante y un defensor se enfrentaban a un peliagudo choque individual donde el terreno se conformaba de extrañas formas circulares, triangulares y cuadradas. Un poco como Humor amarillo pero llevado a la competición más individualista.
En la serie, lógicamente y en pos del espectáculo, todo es más sangriento, gore y loco, destacando el carácter físico de los participantes. La competición está a flor de piel, y como buen battle royale, la violencia no tiene límites. Según ha explicado el director Hwang Dong-hyuk, su recuerdo de la infancia de este show televisivo lo ha llevado a construir esta particular adaptación, en la que la crítica social y la mala baba se dan la mano con el citado show de ficción. Es más, Dong-hyuk llevaba años dándole la vuelta a este concepto con sus amigos y compañeros de escuela, que compartían tardes con esta serie y que se preguntaban si la idea aumentaría de peso y peligro en un futuro en el que la sociedad coreana busca tener cada vez más dinero para sobrevivir.
El juego del calamar es, además, una crítica a los reality show actuales en emisión. Diversas televisiones privadas en Corea del Sur, así como en Occidente, llevan varios años buscando fórmulas agresivas y espectaculares de cara a presentar a sus espectadores historias emotivas que los enganchen. Para ello buscan a personas necesitadas, estrambóticas o adictivas audiovisualmente, sometiéndolas a concursos cada vez más retorcidos. Gran hermano y sus variantes son la mejor muestra, y este programa los intenta llevar un punto más allá de cara a construir su mordaz representación en el plano de la ficción.
Un proyecto que nadie quería
Escrita y dirigida por Hwang Dong-hyuk, esta adaptación no empezó con buen pie, pero ha acabado cosechando el éxito necesario en Netflix. El director lo intentó con Silenced y The Fortress, dos producciones que cosecharon el aplauso generado y que se han ganado el estatus de culto, y que han acabado por encumbrar a su creador audiovisual como una auténtica figura profesional en Corea del Sur con ecos e importancia en el ámbito internacional. Además, El juego de calamar, como os hemos comentado, comenzó en el lejano 2008, mucho antes de hacerse famoso con los títulos anteriores, siendo un proyecto que ha sido una constante en la carrera de su director. Hasta la fecha, ningún productor quiso darle luz verde, el guion era raro, duro y siniestro, muy violento, por lo que los estudios decidieron pasar de él y darle importancia a otros proyectos. Hasta que llegó Netflix.
El gigante del streaming supo leer sus bondades, y decidió darle el empujón necesario de cara a mostrarlo a las audiencias y le confirió una marcada estética visual. Con esas claves, El juego del calamar ya está disponible al completo en Netflix y se ha convertido en el gran éxito de los últimos meses.
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