Mike Flanagan está empezando a dejarnos sin palabras. Después de varios largometrajes y de tener el honor de dirigir, casi 40 años después, la secuela oficial de El Resplandor de Kubrick, el director de Hush se centró en la series de televisión para trasladar esa atmosfera malsana que siempre logra transmitir en sus largometrajes. La Maldición de Hill House es sin duda uno de los mejores productos de terror, en formato televisivo, que hemos visto en los últimos años. Adaptando la novela de Shirley Jackson, Flanagan se puso detrás de las cámaras en todos y cada uno de los episodios para construir su casa de los horrores particular a través de una historia repleta de fantasmas, misterio y pesadillas, toneladas de pesadillas. Dejando atrás una segunda temporada para olvidar, llamada La maldición de Bly Manor (que no lograba alcanzar el nivel de Hill House), ahora toca hablar de Misa de medianoche, la última miniserie de Flanagan que llega para ponerlo todo patas arriba.
Misa de medianoche no es precisamente un producto de terror al uso. Es decir, no busca parecerse en nada lo que fue La Maldición de Hill House en lo que a horror físico se refiere: golpes de sonido, jumpscares, puesta en escena más clásica con elementos de género un tanto habituales, etc. En Misa de medianoche tenemos a un Flanagan diferente que busca extraer el terror de ideas muy concretas y arraigadas con fuerza a nuestra sociedad y unirlo con conceptos universales dentro de la ficción como son, por ejemplo, los vampiros. Se nota muchísimo que aquí no está adaptando nada y que el guión ha corrido enteramente de su cuenta (junto con su hermano, eso sí), porque Misa de medianoche es un proyecto que el director lleva intentando mover desde hace una década, y ahora, tras el éxito de La Maldición de Hill House, ha podido publicar a ese retoño que parecía que jamás iba a salir del cajón de las ideas.
No es el terror que esperas
Misa de medianoche nos traslada a un pequeño pueblo situado en una isla dejado de la mano de Dios: Crockett Island. De la mano de un expresidiario y exalcohólico, Ridley, veremos cómo apenas un centenar de habitantes empiezan a toparse con todo tipo de sucesos extraños; desde milagros, hasta muertes colectivas de animales o hechos inexplicables a ojos de cualquier persona. Todo a partir de la llegada del padre Paul, un hombre con un pasado oscuro.
Es un poco complicado hablar de Misa de medianoche sin ir desgranando poco a poco su libreto, puesto que la serie va evolucionando a fuego lento y cada pequeño giro que tiene cambia por completo la visión que se tiene del producto. Y eso posiblemente es de lo mejor que tiene y lo que deja claro que Flanagan sabe perfectamente cómo funcionan los engranajes de las series y no solo del ámbito puramente cinematográfico. Misa de medianoche se compone de siete episodios densos, crudos y puede que hasta con más diálogo del que realmente necesitarían, pero aquí el director de Doctor Sueño logra que esas líneas de conversación entre personajes y sermones en la iglesia se cuelen en nuestra cabeza como si nada. Como si estuviéramos siendo hipnotizados, poco a poco, hasta que nos tuviera en sus garras por completo (un concepto muy vampírico, ciertamente).
Flanagan gira aquí en torno al cristianismo, una y otra vez, y cómo la fe y Dios pueden hacer que las cosas mejoren. Pedir perdón, ir a mesa, no cometer pecados, tener fe ciega, comulgar... Son temas que se tratan largo y tendido durante toda la serie y que, aunque parezca que no son importantes al principio, la realidad es que ahí es donde reside toda la información vital que luego nos permitirá ir hilando los giros de la serie. Lo que hace que todo cobre sentido, llegado el momento, y lo que también hace que la obra tenga un valor mucho mayor del que en realidad tendría si nos quedásemos simplemente en el plano general.
Quentin Tarantino hace que hasta las conversaciones más nímias entre personajes, y que no tienen nada que ver con la trama principal, se tornen interesantes y capten la atención de los espectadores. Son diálogos, empero, que no siempre van atados a esa trama principal y por tanto se pueden pasar por alto, puesto que son complementarios para que vayamos conociendo más a los personajes y hasta podamos intuir grosso modo por dónde pueden ir los tiros o qué decisiones tomarán. Mike Flanagan juega un poco a eso, a veces, en Misa de medianoche. Filmando sin ningún corte conversaciones durante varios minutos mientras los personajes pasean, perdiéndose en sus anécdotas, sus recuerdos, sus vivencias, sus miedos o sus inquietudes. Todo para que, piano piano, podamos entrar en comunión con ellos y eso sirva después para ver cómo Paul y sus misas están teniendo un impacto grueso sobre ellos.
Una puesta en escena excelente
Sí, los diálogos son impresionantes, pero lo que de verdad te deja sin palabras es la puesta en escena que tiene Misa de medianoche. Con un tono a lo Salem's Lot (Misa de medianoche tiene muchísimo de Stephen King, desde personajes hasta ambientes), Flanagan construye su pequeña isla del terror que hasta nos ha recordado a ciertos momentos de El apóstol, de Gareth Evans. Un miembro de la iglesia que llega a un pequeño pueblo, con ciertos toques de La Niebla de John Carpenter, que casi parece un lugar sectario. Eso aderezado con la locura que planteó Robert Eggers en El Faro, adaptando un poco aquello a lo que sería un tono algo más gótico (en determinados momentos) y con elementos hasta de thriller por los misterios que se respiran. Misa de medianoche coge prestado de aquí y de allá pero, lo mejor, es que aún así se siente como algo original.
No hacen falta jumpscares ni tampoco situaciones de terror forzadas para transmitir mal rollo. Tan solo una secuencia de tormenta con un personaje corriendo por la playa es suficiente. O una casa iluminada con lo justo y personajes que, a priori, no tendrían que ser para nada terroríficos consiguen mantenernos alerta. Nunca sabes lo que pasará en Misa de medianoche hasta que Flanagan te lo muestra. Hasta que el director te indica claramente cuál es el siguiente paso. Y, mientras tanto, va minando la cabeza con esa puesta en escena tan cotidiana que se siente en realidad como si estuviéramos en un tren de la bruja a punto de estallar.
Pero, ¿por qué decimos que es una de las mejores series de 2021?
El decir que una serie, una película o un videojuego son “lo mejor del año” siempre es algo subjetivo. No todo el mundo, por razones evidentes, comparte los mismos gustos, por lo que es complicado a veces dar con esos productos más destacados. Sin embargo, igual que siempre hay algo subjetivo, también hay algo objetivo, y no se puede negar que Misa de medianoche tiene todos los ingredientes necesarios para colarse como una de las series imprescindibles de Netflix ahora mismo, junto con El Juego del Calamar, por ejemplo. Flanagan ha sabido aquí darle una vuelta de tuerca al género y a lo que tenía acostumbrados a sus espectadores con sus productos, dejando a un lado ese terror físico y centrándose en cómo un sermón puede convertirse en una absoluta pesadilla.
Además, dejando a un lado ese guión al que no le sobra ni un punto ni una coma (bueno, vale, puede que alguna que otra línea de diálogo se podría haber suprimido para dar mayor fluidez a determinadas secuencias, que se atascan un poco), Misa de medianoche tiene una puesta en escena que podría lucir en la gran pantalla sin problemas y una fotografía que pone los pelos de punta. Otros de los puntos positivos de Flanagan es que trata del mismo modo los productos de cine que los de televisión, y eso demuestra que para él todo ese audiovisual contemporáneo forma parte de la misma liga y que lo entiende del mismo modo, sin hacer diferencias.
Conseguir narrar una serie como si fuera una película es una virtud que no muchos pueden lucir, y Flanagan ya ha demostrado en ese sentido que es un verdadero maestro. Puede que el punto negativo más grande que le podemos dar a la serie es ese final tan excesivamente fantástico que lo reduce todo a polvo. Pero en el fondo también sabemos que era como debía ser y que no había otra forma lógica de cerrar ese libreto, que ha dejado a una gran parte de los espectadores con ganas de más. Un drama convertido en terror, no os perdáis Misa de medianoche en Netflix.