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¿Merece la pena 'El chico y la garza'? Miyazaki deja un poso amargo en su 'adiós' del Studio Ghibli - Crítica

'El chico y la garza' es una de las últimas películas de Hayao Miyazaki, y después de 10 años desde 'El viento se levanta' vuelve a demostrar que es uno de los mejores autores de la animación.

En un panorama cinematográfico tan sobrecargado de contenido reciclado y gobernado por un lenguaje audiovisual mainstream, basado en el excesivo uso de efectos digitales y el reclutamiento de actores queridos y veteranos para que el público salte de sus butacas por las ingentes dosis de nostalgia, el nuevo filme de Hayao Miyazaki se siente como un oasis para reposar, dejarse llevar por la fuerza de las imágenes y sumergirse en un mundo de fantasía que no busca asombrar con su espectacularidad, sino hacernos reflexionar sobre conceptos son básicos como el amor, el duelo y la superación. 'El chico y la garza' se postula como una de las obras más destacadas en la filmografía del fundador de Studio Ghibli y, a la vez, en uno de sus relatos más amargos.

El chico y la garza es enésima demostración de que nadie dirige animación como Miyazaki, y hay pocos narradores como él

Parece que se nos ha olvidado cuando el cine, allá en sus primeros compases de vida en el siglo XX, contaba historias a través de imágenes y unos breves diálogos que, dependiendo de la época, llegaban al público mediante carteles debido a la carencia de sonido de las cintas. Hayao Miyazaki, que lleva desde los años 80 sorprendiendo al público con sus historias, tiene un estilo tan marcado y profundo que resulta imposible delimitar al autor a esos códigos contemporáneos a los que se han sometido otros grandes cineastas para sobrevivir dentro de Hollywood. El chico y la garza, como muchos otros de sus proyectos, tiene la certera capacidad de atraparte sin necesidad de soltar ni un solo diálogo. Sus personajes, situaciones y puesta en escena son lo suficientemente potentes y descriptivas como para servir como conducto narrativo para presentar una obra que ahonda en la pérdida, el duelo y esa necesaria superación para continuar adelante en la vida. El poder de las imágenes de Miyazaki es indescriptible.

Miyazaki presenta la historia de Mahito, un adolescente que pierde a su madre en un incendio durante la Segunda Guerra Mundial. Debido a la situación bélica que se vive en Tokyo, se muda junto a su padre y a una localidad rural, donde comienza una extraña relación de amor y odio con una garza, que le adentra en un mundo de fantasía complicado. Bajo el manto de Alicia en el país de las maravillas, Alicia a través del espejo y hasta el Mago de Oz, uno de los máximos responsables de Studio Ghibli construye un relato repletos de elementos reconocibles dentro de su filmografía que dialogan constantemente con El viaje de Chihiro, relato que va apareciendo a modo de destello constantemente a medida que va avanzando el filme y que sirve como guía para dar forma a esta nuevo viaje al ultramundo en el que el autor refleja la mayoría de sus obsesiones y preocupaciones: el paso del tiempo, la rebeldía juvenil, la obsesión por la Segunda Guerra Mundial...

El chico y la garza es un despliegue visual impresionante, sus imágenes son verdaderamente hipnóticas.

El chico y la garza tiene un despliegue visual que rara vez puede verse en otros proyectos del mismo género. De hecho, este es probablemente el filme más ambicioso y mejor dibujado en lo que respecta a trabajo técnico. La película abre sumida en llamas y en los gritos de desesperación y dolor de la guerra, y Miyazaki logra que cada uno de los segundos que pasamos junto a Mahito corriendo en busca de su familia sean desgarradores y extremadamente absorbentes. Con tan solo unos segundos, Miyazaki roba la atención del espectador para saltar posteriormente a la presentación de un escenario idílico bañado en una paleta de colores cautivadora. Puede ser una obra un tanto repetitiva en cuanto a concepto y mensaje, si somos habituales dentro de Studio Ghibli, pero en lo que respecta a "mano de obra", Miyazaki sigue demostrado que tiene un talento innato a sus 82 años de edad.

Combinando elementos de terror con comedia y drama, Haya Miyazaki firma uno de sus relatos más ambiciosos que podría catalogarse como una obra prácticamente autorreferencial que sirve como un pequeño viaje para repasar la filmografía del cineasta y sus temas más recurrentes. Todo, por supuesto, con una animación de otro nivel y unos personajes que logran robar el corazón del espectador. Hasta los periquitos que pueden pasar más desapercibidos en pantalla con puntos relevantes que terminan aportando significado y color para apoyar el mensaje de Miyazaki que viene a ser muy directo: hay que encontrar las cosas que merecen la pena en la vida para seguir adelante y sobreponerse a cualquier desgracia.

La calidad de animación del proyecto sube el género a otro nivel.

Sin publicidad, sin tráiler, sin avances, sin imágenes y sin ningún tipo de contenido más allá de una promesa rota, Studio Ghibli estrenó en Japón El chico y la garza demostrando, una vez más, que las grandes franquicias y sagas pueden caer frente a buenos productos que realmente sirvan como reclamo para el público. El nuevo filme de Miyazaki es todo lo que se puede esperar de una película que lleve el sello Ghibli, pero lamentablemente deja un poso amargo debido a esa promesa que ha terminado enterrada. Si realmente El chico y la garza hubiera sido la última película confirmada del responsable de Mi vecino Totoro, el poso que hubiera dejado se sentiría diferente. Eso no resta ni un ápice de calidad al proyecto, no nos malinterpretéis, pero sí resta un poco cómo se enfrenta uno al proyecto y, sobre todo, a uno de los desenlaces, que desde luego hubiera tenido muchísima más fuerza si se hubiera dejado más tiempo para confirmar que Miyazaki ya está manos a la obra con su nueva película.