Jurassic World: Dominion tenía que ser la película más grande de la saga, y la más épica si nos apuráis, porque hablamos de la conclusión de una historia que arrancó allá en los noventa de la mano de Steven Spielberg. Aunque el cineasta responsable del remake de West Side Story ya firmó su propia trilogía y Colin Trevorrow quiso iniciar una nueva para arrancar la maquinaria de hacer billetes con secuelas que salen hasta debajo de las piedras. La primera parte de Jurassic World ya podía concebirse como una especie de tomadura de pelo para muchos, sobre todo para los más veteranos que gozaron de Jurassic Park a una edad más bien adulta. La irrupción de Juan Antonio Bayona con Jurassic World: El reino caído sirvió para demostrar que, aunque estuviéramos ante la secuela de la secuela (que se podía hacer pesado), todavía se podía aportar autoría a la saga y enfocar a los dinosaurios de Michael Crichton desde una perspectiva novedosa e interesante.
Repleta de turbulencias sin nadie al volante
La tarea de esta tercera película de 'World' era muy dura, todo sea dicho. La de cerrar ese empaque de secuelas que ahora se unían con las raíces de Spielberg para crear un cóctel rebosante de nostalgia, pero con alto riesgo de volatilidad. Partiendo de la base que el legado que cae sobre los hombros de la película es inmensurable, Trevorrow ha estado muy lejos de poder atinar con la resolución global del conflicto que estalló en la segunda parte de Jurassic World a manos del mencionado Bayona: los dinosaurios ahora deambulan por la Tierra, y en general parece no importar demasiado. La tercera entrega es una buena sucesión de secuencias de acción con grandes dinosaurios (algunos conocidos, otros nuevos) mucho más detallados que en anteriores largometrajes. Pero su ferocidad no se siente amenazante ni mucho menos. Tanto el espectador como los personajes están demasiado acostumbrados a la presencia de los mismos (a pesar de que parte de los primeros niegan estarlo) y el impacto audiovisual ya no es el mismo.
Y con ello no nos malinterpretéis, porque en términos de puesta en escena, escenografía, diseño artístico y representación de los monstruos no tenemos ningún pero que añadir (aunque hay quien dice que los monstruos de la película de 1993 siguen luciendo mejor). Nos referimos a que ya no hay carnívoro o bestia voladora que nos pueda poner la piel de gallina. La sensación que transmitían los velocirraptores en las primeras entregas se ha convertido en cenizas. El peso terrorífico del T-Rex se ha ido reduciendo paulatinamente (por culpa, también de que siempre se le ha enfrentado y comparado con una bestia mayor en casi cada nueva película). Y las nuevas incorporaciones no gozan del suficiente protagonismo como para resultar una amenaza. Vemos más monstruos, pero es como si estos ya no fueran lo importante de Jurassic. Están ahí para acompañar un guion que tiene más bien poco, o nada, que ver con los seres que John Hammond nos presentó sin reparar en gastos.
El guion es el principal problema de la obra
El libreto corre a manos del mismo director a cargo de la película y de Emily Carmichael y es de lejos el más caótico al que nos hemos enfrentado hablando siempre en relación a la saga completa de Jurassic Park. La incorporación de actores y actrices veteranos como Sam Neill, Laura Dern o Jeff Goldblum, además de BD Wong que realmente siempre ha formado parte del ADN de 'World', es un chute poderoso de nostalgia que invita a emocionarse. Es inevitable, forman parte de nuestra infancia y son una parte imprescindible del cine de aventuras y ciencia ficción. Sus rostros forman parte de la cultura popular.
Ahora bien, lo que se ejecuta con ellos dista mucho de lo esperado, puesto que esa nostalgia se convierte en pura decepción al descubrir poco a poco que el guion no está a la altura del fenómeno que se está planteando. No es que tengan poca química con el elenco protagonista de esta trilogía (básicamente, Chris Pratt y Bryce Dallas Howard), sino que su papel es demasiado pobre. Ambos grupo de personajes se separan en dos tramas diferentes que terminan concluyendo con el curso de la historia principal (el estilo de la reciente Resident Evil: Bienvenidos a Raccon City), pero el conglomerado de escenas se siente extraño. Más allá de la acción, que deja fragmentos muy memorables con una fotografía de escándalo, es como si Jurassic World quisiera ser una nueva película de Fast and Furious.
Vemos a artistas veteranos y populares dentro de la firma, tenemos escenas trepidantes de acción que no se pueden comparar con ninguna otra entrega y una historia que más bien termina importando poco porque aquí se viene simplemente a disfrutar de una atracción de parque temático. Que una película así no transmita nada más allá de una dosis de emoción por el reencuentro con Neill, Dern y Goldblum, dice mucho del estado en el que se encuentra el producto. Lo diálogos merecerían un texto aparte, porque hay algunos que son dignos de estudio. Pero eso aquí no toca porque esta crítica está libre de spoilers (solamente se ha hablado de la sinopsis en líneas generales).
Su nostalgia es buena, pero insuficiente
Jurassic World: Dominion plantea un mundo en el que los dinosaurios campan a sus anchas, y lo que vendría a ser el motor de la historia, esa trama principal que es la que va del punto A al punto B marcando el inicio, el nudo y el desenlace, no hace justicia en absoluto a lo que podría haber sido. A Colin Trevorrow le ha venido muy grande este largometraje. Lo que prometía esa tercera entrega se asemejaba en parte a lo visto en Jurassic Park: El mundo perdido, pero a una escala mucho mayor y con los dinosaurios "conviviendo" con el resto de especies del planeta. De hecho, planteamientos de Crichton en esa novela están presentes aquí: el desastre ecológico que se avecina, la imposible coexistencia de humanos y dinosaurios y las extrañas investigaciones de una organización llamada BioSyn que vendría a ser como una especie de InGen, en el nivel de Dominion.
No obstante, aquí hay demasiado arroz para tan poco pollo. La sucesión de guiños, referencias y conexiones con la primera Jurassic Park consiguen atraparnos y captar nuestra atención, además de arrancarnos alguna sonrisa de vez en cuando, pero no es suficiente como para dar carpetazo a la historia. Un cierre de este calibre no puede vivir exclusivamente de nostalgia, porque eso, a fin de cuentas, es algo que ya hemos tenido a lo largo de todo Jurassic World.
Si tenemos que quedarnos con algo es con la acción, las escenas donde el trío veterano se come la pantalla y los guiños y referencias a la primera Jurassic Park. Empero, como producto cinematográfico, como secuela y cierre, deja mucho que desear y solo puede tratarse como lo que es y ya hemos mencionado; una experiencia de divertimiento reflotar emociones del pasado. La avaricia termina siempre rompiendo el saco.