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High Score: ¿Es recomendable el documental sobre videojuegos de Netflix?

Repasando algunos de los grandes éxitos e hitos del videojuego desde sus orígenes a los últimos tiempos, la serie documental de Netflix intenta abarcar mucho y eso ha acabado por disgustar a los aficionados.

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    La plataforma dueña de éxitos como La casa de papel o Stranger Things se ha enfocado en captar al espectador adolescente, interesado en determinados géneros en lo referente a las series y aficionado a los videojuegos, casi siempre con un cierto punto nostálgico.Y es aquí cuando entra, por la puerta grande, High Score: El mundo de los videojuegos.

    Un documental que busca abarcar mucho…

    Durante años, la producción de sus miniseries más centradas en la cultura pop se han armado a través de una colección de clichés y reclamos que parecen funcionar en grandes mercados como el de Estados Unidos. Y a la vista están éxitos como The Toys that made us o The movies that made us. Este tipo de documentales, a veces episódicos, buscan centrarse en un aspecto concreto, desgranar sus elementos más básicos y ofrecerle al espectador en bandeja de plata un buen número de píldoras de información de fácil digestión. No intentan sentar cátedra de nada, ni mucho menos, pero reconocemos que para muchos pueden llegar a ser francamente insuficientes. Esto es lo que ha ocurrido con High Score, que se presentó y estrenó precedido de una colosal campaña de promoción hace unas semanas. Es muy probable que hayáis leído críticas y comentarios muy duros sobre el documental -algunos provenientes de voces muy respetadas dentro de la comunidad del videojuego-, y por eso queremos aportar un poco de contexto.

    Toru Iwatani explicando la creación de Pac-Man en uno de los instantes del documental.

    Digamos que High Score es un documental al estilo Netflix. Para lo bueno y lo malo. Hablamos de una miniserie de seis episodios de poco más de cuarenta minutos que intentan condensar la dilatada y compleja historia del videojuego desde sus orígenes a sus momentos más actuales y contemporáneos. De esta forma, viajaremos desde la creación de Space Invaders y el auge de las salas de recreativos a la irrupción de los juegos de rol y aventura con Richard Garriot, creador de Ultima, como amo de ceremonias. También incide en el éxito de DOOM con personalidades como John Romero de guía, en la presencia de los videojuegos de lucha como Street Fighter II con Akira Nishitani y Akira Yasuda y la creación o fundación de algunas de las empresas capitales en la industria. Habrá espacio para abordar la crisis del videojuego propiciada por Atari y la codicia de las compañías de la época, la posterior llegada de la Nintendo Entertainment System a Norteamérica, la batalla contra SEGA en aquel mercado o la revolución que supuso el 3D.

    La función de los consejeros de juego de Nintendo, con call center incluido, ocupa gran parte del documental.

    Creednos, y no lo decimos de broma, que aborda los principales temas que uno puede imaginar como vitales en el ocio digital cuando piensa en términos de big picture y lo hace de una forma muy amena. Más discutible nos parece su estructura, que cambia desde el punto de vista histórico al monográfico de un género en cuestión, pasando por cuestiones técnicas o incluso anécdotas. Aquí a veces brilla, y mucho, como cuando se pone a explicarnos los orígenes del desastroso videojuego de ET: El extraterrestre para Atari en boca de su creador, la estrategia comercial de SEGA of America con Tom Kalinske a la cabeza o de la manera en la que el ilustrador Yoshitaka Amano dibuja a los protagonistas y monstruos de Final Fantasy. Si bien la temática y la idea de centrarse en una serie de momentos disruptivos pueden despertar alguna que otra sonrisa al aficionado más nutrido por el legado del mundillo, nos parece insuficiente. No esperamos un pormenorizado monográfico de todos y cada uno de los temas a tratar, pero creemos que se queda en la superficie, como si se tratase de un tutorial que nos explica las mecánicas básicas de un complejo videojuego de rol con cientos de horas de extensión. Siguiendo con el ejemplo del género mencionado, nos parece especialmente sangrante que en el episodio de los juegos de rol, además de mencionar la influencia de Dragones y mazmorras o la creación de los títulos de aventura por Roberta Williams, se pase de puntillas por la citada Final Fantasy o ni siquiera se nombre a Dragon Quest. No puedes decir que vas a construir un puzle y dejarte piezas esenciales o vitales fuera.

    ‘High Score’ se centra en las consolas de 8 y 16 bit, enfocándose en la guerra entre Nintendo y SEGA en USA.

    …y que no termina de ahondar en ninguno de los temas que toca.

    Desgraciadamente, no son las únicas omisiones clamorosas. Si bien las intenciones del documental son las de exponer aquellas ideas o momentos que cambiaron para siempre la forma en la que concebimos o disfrutamos del videojuego como elemento del ocio y vehículo para contar historias, a veces el foco parece ser excesivamente partidista y etnocentrista. A la miniserie de Netflix se le ha atizado, y con algo de razón, el haber puesto la lupa casi de forma única en el mercado norteamericano, relatando sus idiosincracias, particularidades o videojuegos de mayor éxito. Ahí está el caso de Madden y su revolución como título de deportes pionero, el énfasis en los campeonatos de videojuegos como el Nintendo World Championships de 1990 o el torneo que montó SEGA para Sonic & Knuckles en la isla de Alcatraz con la ayuda de la otrora todopoderosa MTV. No hay apenas referencias a la forma en la que se concebía el videojuego fuera de Estados Unidos, no hay detalles de máquinas que tuvieron gran éxito en Europa, y de hecho, las perlas que se incluyen para cumplir el cupo sobre la creación de juegos en territorios como Japón parecen casi puestas o incluidas de compromiso.

    Es un documental muy norteamericano. Uno de sus episodios está casi dedicado en exclusiva al revolucionario ‘Madden’, un título que lo cambió todo allí.

    Es por eso que decimos que se trata de un documental que busca abarcar mucho, quizás más de lo que debería. A eso hay que sumarle la falta de profundidad en algunas de las entrevistas o testimonios, que parecen apelar más al sentimiento y la experiencia propia -a veces interesante, otras no- que a aportar una verdadera visión de aquello que quieren exponer. Las vivencias de algunos desarrolladores son increíbles, pero el tono del documental desbarra en exceso al imponer, una vez más, la perspectiva norteamericana de asuntos que quizás carezcan de interés para el espectador. En High Score: El mundo de los videojuegos se cuenta cómo Gerald ‘Jerry’ Lawson inventó los cartuchos para las consolas, cambiando para siempre el ocio digital y convirtiéndose en el afroamericano más importante de la industria, pero no se ahonda en su interesante contribución y su momento se pierde en una pléyade de animaciones en 2D y en historias algo manidas y sobradamente conocidas.

    La historia de Jerry Lawson y la construcción y diseño del primer cartucho con un videojuego en su interior es una de las emotivas.

    Si bien el documental intenta relatar los primeros compases del videojuego y el auge de las consolas de 8 y 16 bit en mercados muy concretos, no habría estado de más hablar de sistemas como el ZX Spectrum, la revolución de los ordenadores personales en Europa y Japón o del concepto de soporte de los propios juegos, un elemento esencial para disfrutar de ellos y que apenas se aborda en los episodios. De hecho, en la obsesión de High Score: El mundo de los videojuegos por querer ofrecer tanto y tocar un poco de todo, se olvida de una serie de factores fundamentales para cimentar los éxitos o revoluciones que intenta tratar. Si en los monográficos de géneros del videojuego se dejan atrás sagas o empresas clave -nada de LucasArts o Sierra-, cuando se habla de hardware y la revolución de las 3D en el formato doméstico se omite un factor indispensable para comprenderla como la primera PlayStation.

    La historia de los videojuego es fascinante y Netflix intenta abarcar todo lo posible, aunque eso se traduzca en importantes omisiones.

    Quizás los videojuegos levanten tantas pasiones que las críticas a la producción de Netflix parezca incluso un poco excesivas. Muchas veces molesta mucho que alguien hable o exponga sobre algo de lo que sabemos y omita cosas o no sea lo suficientemente profundo y detallado. Es normal. Si a eso le sumamos que la pasión aflora en la comunidad retro del videojuego, a veces un tanto endogámica, pues tenemos cóctel explosivo. Pero no todo el mundo conoce la influencia de Atari, qué es un juego de rol o cómo se originaron mitos del ocio digital de la talla de Mario o Zelda. Hay una generación que disfruta de los videojuegos pero desconoce lo que existe tras ellos, y un documental de esta índole puede ayudar a que se interesen más por ellos. En cualquier caso, comprendemos los palos que se ha llevado en el ámbito más histórico, pues es cierto que la hagiografía de figuras totémicas o videojuegos primordiales en la serie deja bastante que desear.

    Una puerta abierta a una segunda temporada

    High Score: El mundo de los videojuegos podría definirse como una introducción de los videojuegos. Videojuegos 101 si lo queréis llamar así. Consigue exponer con gran entusiasmo y una narrativa desenfadada lo que esta industria ha logrado desde finales de los años setenta -con los comentarios de Charles Martinet, voz de Mario en la versión original-. Pero más allá del grafismo, los chascarrillos y algunas entrevistas o testimonios, sabe a poco. Netflix ha construido otro documental al estilo del espectador norteamericano, su target principal, y eso perjudica en exceso el conjunto de la miniserie. Quizás con otro formato de mayor extensión, o con capítulos realmente temáticos, se habría conseguido otro resultado. O quién sabe, quizás con una segunda tanda de episodios que complementen a estos primeros. Mientras tanto, os la recomendamos si queréis disfrutar de un chute nostálgico y recordar algunas batallitas de tiempos pasados o si deseáis mostrarle todo aquello que hay detrás del juego que ahora disfruta en la consola o móvil de nuestro hermano, sobrina o hijo pequeño.