La segunda temporada de Percy Jackson y los dioses del Olimpo llega a Disney+ con la tranquilidad de quien sabe que ya ha superado su prueba de acceso. Si la primera tanda de episodios funcionaba como carta de disculpa por las películas fallidas, estos nuevos capítulos, basados en El mar de los monstruos, se permiten algo más de seguridad y de juego.
Hay más presupuesto en pantalla, más criaturas, más acción y la sensación general de que la serie ya ha encontrado su tono: aventura juvenil muy clásica, mitología en modo buffet libre y una mirada bastante cariñosa al público lector que creció con los libros.
La gran baza de esta temporada está en los personajes. Percy, Annabeth y Grover vuelven, pero quien se lleva muchas de las mejores escenas es Clarisse, la hija de Ares, que pasa de rival borde a figura central gracias a set pieces como la carrera de carros o su misión con el Vellocino de Oro. Varias críticas destacan que la serie “sigue siendo divertidísima” y que esta vez se nota un salto en la manera de integrar desarrollo emocional con espectáculo, con un Percy algo más maduro y una Annabeth que gana matices más allá del rol de “cerebro del grupo”.
La importancia de la familia escogida
La otra gran incorporación es Tyson, el hermanastro cíclope de Percy. Su presencia podría haber quedado en gag fácil o en simple guiño al fandom, pero la temporada intenta convertirlo en el corazón emocional de la historia: su relación con Percy habla de familia elegida, de vergüenza y aceptación, y de cómo encajar cuando ni siquiera el “mundo raro” de los semidioses te hace sentir normal.
Ahí la serie funciona bien, aunque no todas las decisiones de guion en torno a su presentación terminan de convencer: algunos analistas han señalado que ciertos cambios respecto al libro restan impacto a cómo se revela su identidad y a las consecuencias para el campamento.
En términos de fidelidad, la adaptación sigue la línea de la primera temporada: muy respetuosa en lo fundamental, pero con libertad para reordenar, condensar o inventar escenas que funcionen mejor en televisión. Eso permite momentos muy televisivos, como el uso de chistes contemporáneos (desde bromas sobre la guerra del streaming hasta gags musicales) que ayudan a que la serie se sienta actual sin perder del todo su aire de cuento clásico. Percy Jackson entiende que está adaptando un libro, no fotocopiándolo, y aprovecha el formato seriado para dar aire a secundarios y a las tramas del Campamento Mestizo.
Una mejora visual muy notable
Visualmente, la temporada luce mejor. El mar de monstruos, los barcos encantados y las criaturas mitológicas ganan presencia con un CGI más pulido y una puesta en escena algo más ambiciosa, aunque no estamos ante una superproducción al estilo The Mandalorian. El diseño del campamento y de los escenarios marinos refuerza esa idea de “fantasía accesible”: todo es suficientemente grande como para sentirse épico, pero nunca tan desbordado como para perder el tono juvenil. Sin ser rompedor, el salto técnico con respecto a la primera temporada es evidente y ayuda a que los ocho episodios entren mejor.
Donde sí se le notan las costuras es en la gestión de los temas más adultos. La historia toca cuestiones como el trauma, el abandono paternal o la manipulación de los dioses, pero a menudo se frena justo antes de incomodar de verdad. Hay momentos en los que se intuye una serie dispuesta a ir más lejos —sobre todo en la relación de Percy con su padre Poseidón y en el funcionamiento casi tóxico del Olimpo—, pero el tono Disney+ la hace recular hacia soluciones más amables. Algunos críticos señalan que la temporada “se atreve a ser más personal, pero titubea con los temas maduros”, quedándose a medio camino entre el coming-of-age potente y la aventura blanca para toda la familia.
Abandona el tono prólogo y presentaciones
Aun con esas dudas, el ritmo está mejor calibrado. Esta segunda temporada es “más ligera y afinada” que la primera, con menos sensación de prólogo eterno y más de historia completa: hay misión clara, antagonistas definidos y un arco emocional que se cierra con cierta elegancia incluso sabiendo que ya está confirmada una tercera temporada. Las decisiones de que cada capítulo funcione casi como una mini-aventura dentro del viaje mayor ayudan a que la serie sea muy maratoneable, pero también agradecida para quien la siga semana a semana.
En conjunto, Percy Jackson y los dioses del Olimpo temporada 2 confirma que la saga ha encontrado su sitio: una serie juvenil sólida, entretenida y respetuosa con los libros, que quizá no revoluciona la fantasía televisiva, pero sí ofrece exactamente lo que promete: humor, mitología, amistad y una dosis razonable de épica.
