Las telenovelas no han muerto: simplemente han mutado. Lo que antes eran gritos en blanco y negro, lágrimas en pasillos infinitos y traiciones en estancias coloniales, hoy se ha convertido en planos verticales, guiones absurdos y actores que podrían pasar por extras de reality. Pero a la generación Z no solo no le importa: lo consume con voracidad. El último fenómeno que confirma esta regresión de alta velocidad es ReelShort, una app china de micromelodramas que ya acumula más de 370 millones de descargas y 700 millones de dólares en ingresos.
Telenovelas de TikTok
El concepto es sencillo: historias amorosas y dramáticas comprimidas en capítulos de dos minutos, pensados para ver en el móvil, con una narrativa frenética y sin pausa. Los títulos son una declaración de intenciones: “Me quedé embarazada del niño de mi exjefe”, “Destinada a mi Alfa prohibido”, “La mujer por contrato del CEO”. Una fantasía de clichés empaquetados para jóvenes que no solo aceptan este exceso, sino que pagan por él. Porque, efectivamente, la app utiliza una moneda virtual con la que se desbloquean episodios especiales o escenas clave, como las confesiones de amor o los esperados besos. Un modelo freemium que juega con el suspense emocional como si de una tragaperras romántica se tratara.
El origen de este formato está en China, donde durante la pandemia florecieron los duanju: mininovelas verticales repletas de giros imposibles, diseñadas para plataformas móviles. ReelShort representa la internacionalización de ese modelo, que ahora busca audiencia en Occidente con un enfoque similar al de TikTok: velocidad, adicción y gratificación inmediata. Su éxito no es casual: responde al consumo exprés de una generación que ya no tiene paciencia para episodios de 40 minutos, pero sí para tres seguidos de 90 segundos si la app les tienta con el final "prohibido".
Desde TikTok a Instagram, los clips de ReelShort circulan como ganchos publicitarios y funcionan con una lógica tan sencilla como efectiva: una historia comienza, hay un giro inesperado en el minuto uno y… cliffhanger. El resto, si quieres verlo, cuesta. Un modelo similar al de los videojuegos móviles, pero aplicado a las emociones. Y aunque las actuaciones rozan lo amateur —el periodista José A. Mateo Albuerne las compara con “las pelis de sobremesa” más cutres—, lo que atrapa es la dosis concentrada de drama: una sobredosis de pasión, traición y amnesia post-accidente cada 90 segundos.















