José, un hombre de 79 años que reside en Valencia, ha revelado que vive en una habitación alquilada por 240 euros mensuales y comparte piso con otras tres personas porque su pensión, de apenas 600 euros al mes, no le permite afrontar un alquiler completo por su cuenta. “Comparto piso para tener un techo”, afirma sin adornos. La entrevista, emitida en Antena 3, expone una realidad que va más allá de la juventud: en España, también las personas mayores enfrentan una crisis de acceso a la vivienda.
El relato de José refuerza la dimensión colectiva de la problemática habitacional: vive con dos mujeres y un hombre, quienes han pactado pagar “según sus posibilidades”. “Quien gana más paga un poco más; quien tiene menos, paga un poco menos”, relata él mismo. Su hermano, que padeció síndrome de Down y estuvo encamado durante años, fue su compañero de piso anterior, pero la convivencia derivó en soledad, pues la atención constante le obligaba a aislarse. Ahora, comparte piso por necesidad, no por deseo, y destina casi la mitad de su pensión al alquiler: 240 euros de los 600 mensuales. Le quedan 360 euros para cubrir comida, suministros, transporte, salud y todos los demás gastos básicos.
Compartir por obligación, no por elección
Este caso llega en medio de un debate público sobre la vivienda en España y la precariedad en la jubilación. La historia de José coincide además con la polémica generada por una campaña del Ministerio de Vivienda en la que se mostraba a personas mayores compartiendo piso “en 2055” —una pieza que fue acusada de trivializar esas situaciones reales—. El testimonio del pensionista pone rostro a esa estadística impersonal: no es un escenario futurista, es real, ya.
El contraste entre alquileres que se disparan y pensiones que apenas crecen es cada vez más evidente. En Valencia, el precio medio del alquiler ha superado los 13 euros por metro cuadrado en muchos barrios, lo que convierte un piso de 50 m² en un gasto que un pensionista como José no puede asumir sin vaciar casi toda su pensión. Las habitaciones en pisos compartidos son una solución de urgencia. El fenómeno —aunque normalmente asociado a jóvenes— se extiende también a personas mayores que viven solas o con recursos muy ajustados.
La aritmética imposible de la pensión mínima
El mensaje de José es directo y claro: “No me ha quedado otra”. Su vida es una advertencia sobre lo que ocurre cuando la estabilidad laboral de una generación que trabajó toda su vida ya no garantiza una vejez sin sobresaltos.















