La influencia de John Carpenter en el terror contemporáneo es difícil de exagerar. Director de clásicos como La noche de Halloween (1978), La cosa (1982) o Christine (1983), su mirada ha configurado buena parte del lenguaje visual y narrativo del género. Por eso, cada vez que se pronuncia sobre una obra reciente, sus palabras tienden a circular con fuerza entre críticos y aficionados. Su última opinión no ha sido precisamente amable: Carpenter confesó que no soporta La Sustancia, uno de los títulos más comentados del terror reciente y ganador de un Oscar a Mejor maquillaje y peluquería en 2024.
La declaración se produjo durante un panel en la FAN EXPO Philadelphia, cuando una asistente mencionó la película y expresó su entusiasmo por ella. Carpenter respondió con un escueto y contundente: “A mí no”. La frase, seguida de un cierre casi humorístico —“¿Qué no me gustó? Todo”— bastó para encender el debate. El director no profundizó en los motivos, pero su rechazo ha sido interpretado en clave estética: Carpenter se ha mostrado históricamente crítico con lo que considera exceso de artificios visuales y transformaciones “grotescas” sin una justificación emocional o narrativa sólida, algo que parte del público asocia con La Sustancia.
Un rechazo que enciende el debate
Dirigida y escrita por Coralie Fargeat, La Sustancia fue recibida con entusiasmo por la crítica especializada gracias a su lectura satírica del culto a la juventud, la presión sobre los cuerpos y la violencia simbólica hacia las mujeres en la industria del espectáculo. Protagonizada por Demi Moore como una estrella televisiva en decadencia, la película narra la historia de un suero capaz de generar un doble rejuvenecido, más bello y “perfecto”, a costa de un precio físico y mental devastador. Su tono extremo, cercano al body horror, la aproximó a referentes como La piel que habito o Titane.
Carpenter, cuya obra se caracteriza por el uso del terror como metáfora política pero con una puesta en escena más contenida, podría haber visto en La Sustancia un ejemplo del viraje actual del terror hacia lo sensorial y lo corporal, donde las imágenes impactantes priman sobre la sugerencia. En películas como La cosa, la mutación física también era el núcleo del horror, pero allí funcionaba como un mecanismo para hablar de desconfianza, identidad y paranoia. Parte de la reacción del director podría tener más que ver con una diferencia generacional de lenguaje que con una descalificación directa de su discurso.
Sátira, body horror y lenguaje generacional
Al margen de la opinión de Carpenter, la película fue un éxito notable: más de 77 millones de dólares en taquilla global, cinco nominaciones a los Oscar y el reconocimiento de buena parte de la crítica internacional. Su presencia en festivales y su recepción en redes sociales la consolidaron como una obra divisiva, de esas que no buscan agradar sino provocar conversación. Fargeat ha sido elogiada precisamente por abrazar esa incomodidad y llevarla hasta el límite.
El choque entre La Sustancia y Carpenter reabre una cuestión recurrente en el cine de terror: ¿debe el género sugerir o mostrar? Mientras algunos espectadores valoran la violencia simbólica y corporal como herramienta expresiva, otros sienten que el impacto visual desplaza la atmósfera y la construcción del miedo.
