James Van Der Beek, el eterno Dawson Leery de Dawson crece, vuelve a los titulares por un motivo muy alejado de la nostalgia noventera: necesita financiar su tratamiento contra un cáncer colorrectal en fase 3 y ha decidido subastar parte de los objetos más icónicos de su carrera.
El actor, de 48 años, hizo público su diagnóstico en 2024, después de llevar un tiempo lidiando en privado con la enfermedad, y desde entonces ha alternado rodajes, hospital y familia con seis hijos a su cargo. Su situación condensa dos historias que se cruzan: la del galán adolescente convertido en padre de familia que pelea por su salud… y la de un sistema sanitario, el de Estados Unidos, donde incluso alguien famoso acaba vendiendo recuerdos de culto para costearse la quimioterapia.
La subasta se celebrará del 5 al 7 de diciembre dentro del Winter Entertainment Memorabilia Live Auction de Propstore, una de las casas especializadas más potentes en objetos de cine y televisión. Entre las piezas estrella está el mítico collar que Dawson regala a Joey (Katie Holmes) antes del baile de graduación, cuyo precio de salida se ha estimado entre unos 26.000 y 52.000 euros, además del atuendo que el actor vistió en el episodio piloto y que podría alcanzar los 3.000–4.000 dólares. A esos lotes se suman los tacos de fútbol americano y la gorra de los West Canaan Coyotes que llevó en Varsity Blues, convertidos ahora en piezas de coleccionista para una generación que creció con la serie y con el cine adolescente de finales de los 90. Todo lo recaudado irá íntegramente destinado a sufragar su tratamiento, según ha confirmado el propio Van Der Beek y Propstore.
Una subasta con fines médicos
Detrás de la operación hay un itinerario médico que él mismo ha ido contando con bastante crudeza. Van Der Beek explicó que los primeros signos fueron cambios muy sutiles en el tránsito intestinal que achacó al café y al estrés, hasta que una colonoscopia reveló un tumor avanzado en el colon pese a que seguía una vida supuestamente “saludable”, con dieta cuidada y ejercicio. Tras la cirugía y la quimioterapia, habló de 2024–2025 como “el año más duro de su vida”, un periodo en el que pasó de identificarse sobre todo como actor y proveedor económico a tener que pedir ayuda, delegar y aprender a no reducir su valor personal a la productividad. En entrevistas recientes insiste en la importancia de acudir a cribados de cáncer colorrectal a partir de los 45 años —la edad a la que él debía haberse hecho su primera prueba— y de prestar atención a síntomas que solemos minimizar.
Que el protagonista de una serie globalmente conocida tenga que financiarse el tratamiento vendiendo recuerdos tampoco es un caso aislado, sino el reflejo de lo que los oncólogos llaman ya “toxicidad financiera”. Estudios recientes sobre pacientes con cáncer colorrectal describen un patrón claro: incluso con seguro, una proporción importante entra en deudas significativas, recorta gastos básicos o se ve obligada a cambiar de trabajo o reducir horas por el coste de las terapias. Un análisis en EE. UU. calculó que el coste medio del primer año de tratamiento para adultos con seguros privados superaba los 130.000 dólares, con gastos de bolsillo que pueden llegar a decenas de miles de dólares según el tipo de póliza y los fármacos empleados. El Instituto Nacional del Cáncer habla ya de quimioterapias y terapias dirigidas por encima de los 10.000 dólares al mes para algunos pacientes, y trabajos específicos en cáncer colorrectal han encontrado que hasta uno de cada cuatro enfermos termina endeudado, con deudas medias cercanas a los 27.000 dólares sólo por la atención oncológica.
El coste de enfermar en EE. UU.
En ese contexto, la imagen de Van Der Beek separándose del collar de Dawson o de su ropa de rodaje tiene algo de brutal y de simbólico. Él mismo ha reconocido que lleva años guardando estos objetos “esperando el momento adecuado” para hacer algo con ellos, y que los acontecimientos de los últimos meses le han dejado claro que ese momento es ahora. Para los fans, la subasta tiene el atractivo de hacerse con una pieza física de una serie que marcó una época; para él, supone convertir parte de su pasado profesional en un salvavidas muy tangible, pero también desprenderse de recuerdos que, en otras circunstancias, quizá habría preferido legar a sus hijos. Hay algo doloroso en ver cómo la cultura pop que lo encumbró se transforma, literalmente, en factura hospitalaria.
Al mismo tiempo, su historia está sirviendo como altavoz involuntario sobre el cáncer colorrectal en edades relativamente jóvenes. La incidencia del tumor está aumentando en adultos por debajo de los 50 años en varios países, y organizaciones oncológicas llevan tiempo insistiendo en adelantar los programas de cribado y en normalizar conversaciones sobre colonoscopias y pruebas menos invasivas. Van Der Beek se ha sumado a esa corriente utilizando su perfil para repetir un mensaje incómodo pero simple: vigilar los síntomas, hacerse las pruebas a tiempo y pedir ayuda, también económica, cuando haga falta.
