En un hallazgo que ya está sacudiendo los cimientos del mundo numismático, ha resurgido una colección de monedas cuya existencia había permanecido oculta durante más de medio siglo. Bautizada como la Colección del Viajero, este tesoro fue cuidadosamente enterrado durante los años oscuros del ascenso nazi en Europa.
El mayor hallazgo numismático del siglo XXI
Hoy, no solo promete alcanzar cifras astronómicas en subasta —más de 100 millones de dólares—, sino también reescribir parte de la historia de la numismática tal y como se conocía hasta ahora. La historia de esta colección se remonta a los años posteriores al crack de Wall Street de 1929, cuando una pareja europea decidió emprender un viaje que los llevaría a recorrer más de cien territorios por todo el mundo.
En cada parada, adquirieron monedas de valor histórico, documentando meticulosamente cada pieza. Al establecerse finalmente en Europa, y ante la amenaza creciente del régimen nazi, optaron por esconder su colección en cajas de puros, sellarlas en contenedores de aluminio y enterrarlas bajo tierra, salvaguardando así un legado cultural e histórico de valor incalculable.
La magnitud del descubrimiento ha dejado perplejos a expertos del sector, que ya lo comparan con una biblioteca de Alejandría numismática. David Guest, uno de los asesores encargados de catalogar la colección, reconoció que tuvo que "pellizcarse continuamente para asegurarse de que no estaba soñando".
Una cápsula del tiempo hecha de oro
Algunas de las monedas, particularmente de origen británico, nunca antes habían salido al mercado, y muchas otras no habían sido vistas desde hace más de ochenta años. Su estado de conservación, calificado como “excepcional”, ha elevado aún más su relevancia histórica.
La colección no solo destaca por su rareza, sino por su amplitud geográfica y cronológica, abarcando monedas desde la Europa medieval hasta colonias olvidadas. También incluye piezas del siglo XIX e incluso ejemplares que apenas habían sido documentados por los catálogos oficiales.
Este carácter global y meticulosamente registrado añade un valor antropológico y cultural que trasciende lo puramente económico. Está previsto que la colección sea subastada en fases durante los próximos tres años, con museos y casas de subastas internacionales ya compitiendo por hacerse con alguna de las piezas.















