Cualquier niño del mundo ha soñado con vivir en Disneyland alguna vez. Walt Disney y su hermano Roy abrieron el primer parque temático de la Casa del Ratón en 1955 con la esperanza de convertir el lugar en el más feliz del planeta Tierra. Los inicios siempre son complicados, y un matrimonio echó una mano al co-creador de Mickey Mouse para llenar de vida y animales el lugar. Sin saberlo, pasaron a la historia.
Este matrimonio vivió casi toda su vida en Disneyland y despertó la mayor pasión de Walt Disney: los caballos
La idea de crear el primer parque Disney surgió años atrás, en 1951, y Walt Disney no quería que el lugar simplemente fuera un punto de reunión para disfrutar de la magia de las películas de animación, también deseaba que fuera un lugar repleto animales donde los más pequeños pudieran conectar con la naturaleza al aire libre. Ahí es donde entraron Owen y Dolly Pope, un matrimonio que dedicó su vida a la crianza de caballos y revolucionó la mente de Disney.
Tal y como señalan desde Espinof, este matrimonio se encargó de la crianza y cuidado de los ponys y caballos de Disneyland en su momento, y cumplieron el sueño de todos los niños del planeta: vivieron durante gran parte de su vida entre esos muros mágicos, lo que era totalmente necesario para poder hacerse cargo de los animales las 24 horas del día.
El matrimonio se encargó, además, de resideñar el parque para que los caballos fueran protagonistas, encargándose de los establos, los carruajes y hasta de las vías por las que atravesaban en su momento los carros. Su pasión por los caballos era tal que la transmitieron a Disney hasta un punto que el creativo convirtió a esos animales en los habituales de sus producciones, haciendo que fueran los mejores amigos de los protagonistas.
Seguro que recordaréis a Perdigón ('Toy Story'), Pegaso ('Hércules'), Sansón ('La bella durmiente') o Phillipe ('La bella y la bestia'), por mencionar algunos. Los caballos pasaron a ser un eje angular en la filmografía de Disney y de hecho, hasta día de hoy, lo siguen siendo. Y todo gracias a los Pope y su amor y devoción por estas maravillosas y fieles criaturas que llegaron a Disneyland, no solo para conectar a los pequeños con el mundo animal, sino para revolucionar la mente del creador de este universo de fantasía.
