¿Dónde estaremos en el futuro? Mientras algunos temen por las crisis energéticas que pueden venir tras el apagón masivo sufrido el pasado lunes en España, un estudio publicado en la prestigiosa revista Nature ha encendido la imaginación (y las alarmas) al plantear cómo podría evolucionar nuestro planeta dentro de 250 millones de años. Y no, no se refieren a las extinciones masivas.
Según sus autores, las placas tectónicas seguirán su lento pero implacable baile hasta unir de nuevo los continentes en un gigantesco supercontinente bautizado como Pangea Última. Y aunque el panorama no es precisamente alentador, España figura entre los pocos territorios donde la vida humana podría seguir siendo viable.
Así cambiará el planeta en 250 millones de años, y España saldrá bien parada: será el mejor país en un futuro de condiciones climáticas extremas
El mapa que ilustra esta hipótesis —recientemente viralizado en Reddit— parte de un análisis que va más allá de la simple geografía. Además de tener en cuenta el efecto de la deriva continental, el estudio introduce variables como la emergencia climática, el incremento progresivo de la energía solar y la liberación masiva de dióxido de carbono por la actividad volcánica. Todo ello daría lugar a una Tierra con extensiones de tierra firme alejadas de mares y océanos, lo que agravaría aún más el aumento de temperaturas en gran parte del planeta.
Si hoy el 66% de la superficie terrestre es habitable, en ese futuro extremo apenas un 8% podría considerarse apto para la vida tal y como la conocemos. Las temperaturas medias pasarían de los 5,3 ºC actuales a unos abrasadores 35,1 ºC anuales. Sin embargo, no todo serían malas noticias: territorios como España, Francia, Inglaterra, Canadá o Marruecos migrarían hacia la región que ahora ocupa el Océano Ártico, aumentando así sus probabilidades de seguir siendo refugios habitables para los mamíferos, incluida nuestra especie.
En cambio, para el hemisferio sur el reparto sería distinto: zonas como el sur de Argentina, Chile, Indonesia o Australia emergerían como nuevos oasis de vida. Incluso la Antártida, que hoy vemos como un páramo helado e inhóspito, podría transformarse en un territorio con temperaturas ideales para el florecimiento de flora, fauna... y, si llegamos a verlo, también para las civilizaciones futuras.
El regreso de un supercontinente que lleva décadas con nosotros
La idea de Pangea Última no es nueva. Fue en 1982 cuando el geólogo Christopher Scotese planteó esta hipótesis basándose en los ciclos geológicos de formación y ruptura de supercontinentes a lo largo de la historia de la Tierra.
Aunque el propio Scotese advertía de la enorme incertidumbre que implica proyectar el movimiento de las placas tectónicas a tan largo plazo, sus modelos apuntaban a un escenario en el que vastas regiones del supercontinente alcanzarían temperaturas cercanas a los 55 °C, condenando fértiles llanuras y bosques a convertirse en abrasadores desiertos. Un recordatorio, en definitiva, de que nuestro planeta es mucho más dinámico —y más frágil— de lo que solemos pensar.















