En las gélidas y misteriosas aguas del estrecho de Skagerrak, entre Dinamarca, Suecia y Noruega, un descubrimiento científico ha reavivado el interés por uno de los vertebrados más longevos del planeta: el tiburón de Groenlandia (Somniosus microcephalus).
Un estudio reciente publicado en Ecology and Evolution ha identificado esta región como una inesperada zona de alimentación para ejemplares jóvenes, lo que sugiere que este enclave del norte de Europa cumple una función biológica clave para la especie. Este hallazgo cuestiona ideas previas sobre su distribución y abre nuevas líneas de investigación sobre sus hábitos reproductivos y migratorios.
Un escualo milenario
Con una esperanza de vida que puede superar los 400 años —lo que lo convierte en el vertebrado más longevo conocido—, el tiburón de Groenlandia ha permanecido durante siglos en las sombras del conocimiento científico, en parte por su preferencia por las profundidades oceánicas y sus desplazamientos extremadamente lentos. Su aspecto prehistórico y su ritmo vital pausado lo han rodeado de misterio, alimentando hipótesis sobre su biología y longevidad que solo ahora comienzan a esclarecerse con herramientas modernas como la datación por radiocarbono del cristalino ocular.
Según el biólogo Peter Rask Møller, del Museo de Historia Natural de Dinamarca, las zonas más profundas del Skagerrak —que alcanzan los 700 metros— ofrecen las condiciones idóneas para la alimentación de juveniles, que miden entre 90 y 200 centímetros. Hasta hace poco, se asumía que esta especie solo nacía en regiones árticas, pero el análisis de más de 1.600 registros, desde archivos museísticos hasta observaciones recientes, demuestra lo contrario: los ejemplares más jóvenes se concentran aquí, donde la temperatura es más templada y la comida más abundante.
El equipo liderado por Julius Nielsen apunta a que el nacimiento de estos tiburones se produciría en la dorsal mesoatlántica, al sur de Islandia, un ecosistema remoto, profundo y aún poco alterado por la actividad humana. Desde allí, las crías migrarían hacia costas europeas más amigables para su desarrollo temprano. Esta transición gradual de un entorno extremo a otro más nutritivo dibuja un ciclo vital complejo y altamente dependiente de múltiples zonas ecológicas.















