En un rincón del santuario Chimfunshi Wildlife Orphanage Trust, en Zambia, un grupo de chimpancés ha protagonizado un fenómeno insólito que recuerda al ecosistema de las redes sociales humanas. Todo comenzó con Juma, un ejemplar macho que, sin aparente razón, decidió colocarse una brizna de hierba en la oreja. El gesto, más simbólico que funcional, se replicó en apenas una semana: cuatro compañeros imitaron su acción, dando lugar a una tendencia social espontánea que ha captado el interés de primatólogos y etólogos de todo el mundo.
Una moda que fue cada vez más extraña
Lejos de quedarse en una excentricidad, la moda escaló un peldaño cuando Juma insertó la hierba en su recto, dejándola colgando a modo de ornamento. En cuestión de días, cinco chimpancés más adoptaron esta práctica. El suceso ha sido documentado por un equipo internacional liderado por el biólogo Edwin van Leeuwen, de la Universidad de Utrecht, y publicado en la revista Behaviour. Para Van Leeuwen, este caso “demuestra que, igual que los humanos, otros animales copian comportamientos aparentemente inútiles”, lo que refuerza la teoría de que los chimpancés también construyen formas primitivas de cultura.
No es la primera vez que se detecta un fenómeno similar en Chimfunshi. En 2010, una hembra llamada Julie ya había instaurado una costumbre idéntica: colocarse briznas de hierba en la oreja de forma reiterada. Julie falleció, pero su peculiar gesto sobrevivió a su muerte y continúa repitiéndose entre algunos miembros del grupo. Esta persistencia refuerza la hipótesis de que no se trata de simples actos sin sentido, sino de un mecanismo de cohesión social a través del aprendizaje por imitación.
Los investigadores plantean que, en contextos de cautividad, donde los animales no están sometidos a las mismas exigencias de alerta o búsqueda de alimento que en la naturaleza, pueden permitirse conductas exploratorias sin utilidad práctica. Este “ocio cognitivo” fomentaría la transmisión cultural espontánea, algo que en condiciones salvajes podría estar suprimido por la necesidad constante de supervivencia. “Cuando las presiones selectivas se relajan, surgen estas expresiones culturales aparentemente absurdas, pero muy significativas a nivel social”, explica Van Leeuwen.
