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Alarma y preocupación en Galicia por una avispa invasora: 3 fallecidos en menos de 15 días y ninguno era alérgico

Implica asumir medidas de prevención personal, una gestión coordinada entre administraciones y un refuerzo de la investigación en control biológico y comportamiento.
Alarma y preocupación en Galicia por una avispa invasora: 3 fallecidos en menos de 15 días y ninguno era alérgico
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Actualizado: 7:31 30/10/2025
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La muerte de tres hombres en Galicia en apenas dos semanas tras recibir picaduras de avispa velutina (Vespa velutina nigrithorax) ha reactivado la preocupación en torno a esta especie invasora, plenamente asentada en la comunidad desde hace más de una década. Los fallecimientos se produjeron mientras las víctimas realizaban actividades habituales en el campo —desbroce de fincas o caza— y se toparon con nidos que no habían detectado previamente.

Episodios similares no son nuevos en Galicia, pero la concentración temporal recuerda al verano de 2018, cuando se registró la última oleada de muertes en un periodo muy corto. La cuestión no es solo la presencia del insecto, sino una combinación de clima anormalmente cálido, falta de lluvias y más actividad humana en el monte, factores que han prolongado la actividad de los nidos más allá de lo habitual.

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La Vespa velutina llegó a la península a través del comercio internacional —el primer registro en Europa se sitúa en Francia en 2004, y en Galicia se consolidó a partir de 2013— y desde entonces ha colonizado entornos rurales y urbanos gracias a su alta adaptabilidad. Los nidos, que en otoño alcanzan su pico de tamaño y pueden albergar miles de ejemplares, están en muchos casos camuflados entre la vegetación todavía densa, lo que dificulta su detección. Como explica el genetista Xulio Maside (USC), que participa en estudios específicos de la especie, este octubre no ha habido un repunte extraordinario de población, sino nidos aún activos porque no ha llegado el frío. Con temperaturas más altas de la media y escasas precipitaciones, las colonias siguen fuertes y defensivas.

Otoño cálido y nidos a pleno rendimiento

Los expertos insisten en que la velutina no es más venenosa ni agresiva que otras avispas autóctonas. El riesgo real aparece cuando las personas se acercan accidentalmente a un nido, donde las obreras reaccionan de forma defensiva con ataques masivos. De ahí que la mayoría de incidentes graves se produzcan en tareas de desbroce o caza, donde el movimiento del terreno es imprevisible. Para quienes son alérgicos, una sola picadura puede desencadenar un choque anafiláctico, por lo que Maside recomienda llevar autoinyectores de adrenalina y un pequeño kit de respuesta al salir al monte. La clave, insiste, está en la prevención y la preparación, no en el miedo generalizado.

En paralelo, el sector apícola lleva años alertando de que la presión de la velutina no se limita a episodios puntuales. Marita Puga, presidenta de la Asociación Galega de Apicultura, asegura que este año “hay muchísimas” y que el impacto sobre las colmenas es directo: las abejas reducen su actividad de forrajeo y necesitan alimentación artificial, lo que afecta a su salud y a la economía apícola. A nivel ecológico, el problema se extiende más allá de la miel: la velutina depreda insectos polinizadores y altera el comportamiento de especies que evitan flores donde ella sobrevuela, afectando la polinización de plantas silvestres y cultivos. Diversos trabajos del Instituto Nacional de Investigación Agronómica de Francia (INRAE) documentaron ya hace años este efecto cascada sobre los ecosistemas locales.

Entre la apicultura y la seguridad pública

La Xunta, por su parte, defiende su estrategia de trampeo primaveral para capturar reinas fundadoras y la retirada de nidos a través de la empresa pública Seaga. En 2025 se colocaron más de 18.000 trampas y se retiraron más de 16.000 nidos. Sin embargo, tanto Maside como organizaciones apícolas coinciden en que el trampeo masivo no está demostrando reducir la población, porque fuera del mes de abril la captura es mayoritariamente de obreras, lo que apenas modifica la dinámica anual de los nidos. Investigadores y asociaciones reclaman más ciencia aplicada, planes de vigilancia integrados en monte y aldeas, y protocolos educativos para la población.

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