El sector del automóvil atraviesa un momento de reinvención forzada. La llegada de los coches eléctricos, lejos de la revolución prometida, ha chocado con limitaciones técnicas, especialmente relacionadas con las baterías. Ante esta realidad, algunos visionarios apuntan a que la verdadera transformación no será solo eléctrica: habrá que repensar desde cero cómo se mueve un coche.
En ese contexto surge una propuesta que combina ingenio y un toque de locura: convertir la rueda en motor y transmisión a la vez. No hablamos de mejoras menores, sino de que cada llanta sea capaz de generar el impulso necesario para desplazar el vehículo, eliminando por completo los sistemas convencionales. La idea, bautizada como SurfacePlan, proviene del inventor estadounidense David Henson, un creador poco conocido en el mundo de la automoción, pero con amplia experiencia en juguetes y productos creativos.
La rueda que hace el trabajo del motor: así un ingeniero americano planea cambiar la industria automovilística
La inspiración, curiosamente, viene de algo tan simple como un juguete: el clásico "pin art", esa pantalla de agujas que permite crear siluetas tridimensionales al presionar con la mano. Henson trasladó ese concepto a la rueda: en lugar de agujas, utiliza actuadores lineales que sobresalen de la llanta y empujan directamente contra el asfalto, generando tracción y torque suficientes para mover un vehículo. Cada rueda, en esencia, se convierte en su propio motor, simplificando enormemente la mecánica tradicional.
El sistema, todavía en fase conceptual y patente, plantea enormes ventajas: la reducción de peso del coche -entre un 50% y un 75% según Henson- aumentaría la eficiencia de los vehículos eléctricos, mientras que el espacio liberado permitiría almacenamiento extra o el desarrollo de coches más compactos y seguros. Además, el mantenimiento se simplificaría: reemplazar una rueda equivaldría a reparar todo el sistema motriz. Incluso se contempla la posibilidad de modificar la banda de rodamiento en tiempo real, mejorando durabilidad y control a altas velocidades.
Por ahora, SurfacePlan no pasa de ser un boceto visionario. Henson reconoce que quedan desafíos técnicos por resolver, desde la entrega de fuerza hasta la protección frente al polvo o la suciedad. Aun así, la idea no es completamente descabellada: algunos superdeportivos ya integran motores eléctricos en las ruedas, eliminando la transmisión tradicional y mejorando tracción y rendimiento.
Lo que diferencia a SurfacePlan es su ambición: imaginar un coche donde la rueda no solo gira, sino que lo mueve, lo impulsa y lo controla. Una idea que, aunque todavía lejana, apunta a un futuro en el que el corazón de la automoción podría dejar de latir bajo el capó para encontrarse en el propio suelo que pisa el vehículo.