Hace 14 años, China fue escenario del que es considerado el mayor atasco de tráfico de la historia, un evento que eclipsó cualquier congestión vehicular experimentada durante festividades como el Año Nuevo en otras partes del mundo. Este atasco monumental se produjo en la Carretera Nacional 110, en la autopista Beijing-Tibet, una ruta crucial que conecta la región de Mongolia Interior con Pekín. Durante casi dos semanas en agosto de 2010, un tramo de 100 kilómetros de esta carretera se vio completamente paralizado, afectando a miles de conductores y poniendo a prueba la paciencia y el ingenio de los afectados.
Más tráfico y encima una carretera en obras
Este prolongado bloqueo no fue un incidente aislado, sino el resultado de una tormenta perfecta de factores. El desarrollo acelerado de China había aumentado el tráfico en la región en un 40%, y la carretera ya era conocida por sus frecuentes atascos. Sin embargo, en los días críticos de agosto, la situación se agravó debido a obras de mantenimiento que redujeron la capacidad de la carretera a la mitad durante ciertas horas, y un aumento considerable en el número de camiones que utilizaban la ruta. Esto, combinado con los numerosos peajes, redujo la velocidad del tráfico a meros kilómetros por día, creando condiciones insoportables para los viajeros.
Los conductores atrapados en el atasco se vieron obligados a acampar en sus vehículos, algunos durante hasta cinco días. La escena en la carretera se transformó rápidamente en un improvisado campamento donde la gente se las arreglaba como podía para satisfacer sus necesidades básicas. Los vendedores locales no tardaron en aprovechar la situación, cobrando precios exorbitantes por alimentos, agua y cigarrillos. El precio de una botella de agua, por ejemplo, se disparó de 1 yuan a 15 yuanes, aprovechando la desesperación de los atrapados en el tráfico.
A medida que la situación se prolongaba, la economía de subsistencia emergió a lo largo de la G110, transformando la carretera en un mercadillo donde se vendía desde fideos instantáneos hasta agua. Los habitantes de las localidades cercanas montaron puestos improvisados, vendiendo suministros a los conductores atrapados. Mientras algunos comerciantes veían una oportunidad de oro, otros sufrían pérdidas significativas, como los camioneros que transportaban productos perecederos que se echaban a perder debido a la demora.
Monitoreo y transporte alternativo
El atasco comenzó a disiparse hacia el 23 de agosto gracias a medidas que aligeraron el tráfico y facilitaron la circulación hacia Pekín. Aunque este evento es un recordatorio extremo de las vulnerabilidades de la infraestructura vial y del impacto del crecimiento industrial acelerado, también pone de manifiesto la capacidad humana para adaptarse a condiciones adversas. Desde entonces, China ha implementado varias estrategias para evitar que algo así vuelva a ocurrir. Una de las medidas principales es la inversión en infraestructura de transporte alternativo, como la expansión del sistema de ferrocarriles de alta velocidad y la mejora de las redes de transporte público urbano.
Esta estrategia busca reducir la dependencia del transporte por carretera alentando a los ciudadanos y a las empresas de logística a optar por alternativas más eficientes y menos propensas a generar congestión. Además, el gobierno chino ha implementado políticas de gestión de tráfico inteligente que incluyen el uso de tecnologías avanzadas de monitoreo y control de tráfico. Sistemas como la vigilancia por cámaras, el análisis de datos en tiempo real y la implementación de aplicaciones móviles que proporcionan información sobre el tráfico y sugieren rutas alternativas están siendo utilizados para gestionar y aliviar la congestión de manera proactiva.
