En una madrugada de abril de 2021, en la Universidad Estatal de Michigan, un grupo de científicos realizó un descubrimiento histórico al desenterrar una botella de semillas enterradas por el botánico William J. Beal hace más de un siglo. Este experimento, que comenzó en 1879, tenía como objetivo comprender la viabilidad a largo plazo de las semillas y su capacidad para germinar después de décadas bajo tierra. La excavación de 2021 reveló estas, asombrosamente, aún eran capaces de germinar, continuando uno de los estudios científicos más antiguos y continuos del mundo.
Las semillas, que habían permanecido enterradas durante 144 años, formaban parte del experimento de Beal para ayudar a los agricultores a entender cómo manejar las malezas en sus cultivos. Al enterrar botellas con semillas de distintas especies, el científico buscaba descubrir cuánto tiempo podían permanecer latentes y aún así germinar. Sin saberlo, los resultados de esta prueba podrán ayudar a los futuros astronautas a trasladar semillas a otros planetas. Además, este enfoque visionario no solo proporcionó un valioso conocimiento para la agricultura, sino que también estableció un precedente en el estudio de la longevidad de las semillas en condiciones naturales.
Las semillas incluso han hibridizado
La reciente excavación en 2021, dirigida por Frank Telewski y otros destacados biólogos de plantas de la universidad, según publicó el American Journal of Botany, ha sido crucial para continuar este legado e investigación. Además, el descubrimiento accidental de una planta híbrida entre las semillas enterradas añade una nueva dimensión al experimento, revelando que incluso las mezclas pueden ofrecer lecciones sobre la diversidad y adaptabilidad de las especies vegetales.
La implicación de estos hallazgos trasciende la botánica y toca áreas como la conservación de especies y la restauración de ecosistemas e incluso añade conocimiento siobre cómo transportar y conservar semillas a largo plazo en un hipotético viaje estelar. Las semillas de Verbascum, demostrando una viabilidad excepcionalmente prolongada, proporcionan información crítica para entender qué plantas pueden ser resistentes como malezas en proyectos de restauración y cuáles podrían no sobrevivir a largo plazo.
Con el experimento de Beal programado para continuar hasta 2100, la saga de estas semillas antiguas está lejos de terminar. Los científicos actuales, conocidos como los "espartanos" de Beal, mantienen el legado de este trabajo pionero, aportando tanto a la ciencia fundamental como a las aplicaciones prácticas en agricultura y ecología.
