No nos vamos a engañar, todos sabemos que lo primero que hacemos cuando nos despertamos en un hotel es ir directamente al buffet libre (si es que tiene, aunque raro sería si no lo tuviera). El placer que produce encontrarse con un inmenso repertorio de opciones para desayunar, comer o cenar es indescriptible. Los clientes suelen ponerse las botas picando de aquí y de allá, bebiendo todo tipo de bebidas (agua poca) repitiendo las veces que uno quiera. Sin embargo, hay una norma que el público desconoce con respecto a este tipo de ofertas repletas de manjares, y es la conocida como "tercer día".
Los encargados de los buffets libres son conscientes de la regla del "tercer día" y la aplican sin que nos demos cuenta
Rubén Úbric, director corporativo del servicio de restauración de una cadena de hoteles, explicó en una charla para ABC en qué consiste exactamente esta especie de regla o estrategia no escrita que todos terminamos viviendo sin darnos cuenta: "Es imposible que durante una semana estés poniéndote hasta las cejas de todo. En los primeros días, todos abusamos de la comida y la bebida, pero a partir del tercer día todo se modera". Parece ser que los dos primeros días de buffet libre todos vamos a reventar con lo que pillamos. Comemos y bebemos de todo hasta que no podemos más. No obstante, a partir del tercer día la cosa se suaviza porque, por norma general, los estómagos necesitan un poco de reposo, y es por ello por lo que los buffets sacan ahí su mejor carta.
Tanto para adecuarse a los clientes como para reducir costes, los buffets libres suelen modificar un poco sus cantidades y dietas llegado ese tercer día. Es, como decíamos, una especie de norma no escrita de la que hasta ahora no éramos siquiera conscientes. Realmente, tiene su lógica que a partir de un determinado día los huéspedes, siempre y cuando sean los mismos, reduzcan un poco su consumo de comida y bebida porque ya han saciado sus necesidades hasta los topes. Los responsables de los buffets lo tienen todo controlado y no se les escapa una.