Dragon Quest es una saga que lleva ya más de 30 años demostrando su calidad, tanto con sus juegos numerados como con sus múltiples spin-off, a pesar de lo mucho que le ha costado asentarse en el mercado occidental. Por suerte para todos, Square Enix sigue confiando firmemente en ella, motivo por el que cada vez son más los títulos de la serie que podemos disfrutar por nuestros lares.
Uno de los mejores exponentes de esto que os contamos lo tenemos en Dragon Quest Builders, un curioso spin-off con el que la compañía ha llevado la fórmula de Minecraft a su terreno con grandes resultados, consiguiendo crear una aventura con muchísimo encanto, con multitud de contenidos y que, curiosamente, consiguió convencer con facilidad a todos aquellos a los que el fenómeno de Mojang nunca atrajo gracias a su inteligente y estudiada estructura, guiando al jugador como si de un RPG clásico se tratase para que este nunca se sintiese perdido y tuviera unas motivaciones claras para avanzar.
No en vano, su éxito ha sido tal que ya hay en marcha una secuela para PS4 y Nintendo Switch, aunque antes de que esta se estrene, primero tiene que lanzarse la conversión a la nueva consola de Nintendo de la obra original, una plataforma perfecta para disfrutar de esta aventura, tal y como hemos podido comprobar ya tras haber jugado un buen número de horas a su versión final.
Lo primero que nos gustaría aclarar es que estamos ante el mismo juego que pudimos disfrutar hace unos meses en PS4 y PS Vita, por lo que si ya lo jugasteis en su momento en alguna de estas dos plataformas, aquí no vais a encontrar ninguna novedad realmente reseñable que os haga volver a pasar por caja. La historia, la jugabilidad, las regiones que exploraremos, los objetos que podemos construir, los modos... Todo se ha mantenido prácticamente igual. Si queréis saber lo que nos pareció en su momento, podéis leer el análisis que publicamos en octubre de 2016.
Esto significa que volvemos a estar ante una fantástica aventura que sirve de "secuela" argumental del primer Dragon Quest, aunque tomando como punto de partida su final "malo", en el que el héroe decide aceptar el trato que le ofrece el malvado Draconarius para sumir al mundo en la oscuridad y que los monstruos dominen la tierra.
Por el camino, la humanidad pierde su creatividad y los pocos supervivientes se olvidan de cómo crear y construir, momento en el que entramos nosotros en acción para encarnar al Elegido (o Elegida) de la diosa, y por tanto, la única persona capaz de utilizar su inventiva para crear objetos y todo tipo de estructuras.
No somos un héroe, somos un constructor, y esto es algo que nos dejan bien claro al principio, por lo que no se trata de un juego centrado en los combates (los hay, pero son extremadamente simples) ni en subir de nivel para hacernos más fuertes. De hecho, aquí la única forma que tendremos de mejorar, progresar y potenciarnos es creando objetos cada vez más poderosos y ampliando las ciudades y poblados que fundemos en cada uno de los episodios.
Por suerte, el título nos marca nuestros objetivos y metas de forma muy clara, por lo que siempre tendremos una motivación para continuar, y gracias a lo bien diseñadas que están las misiones de tutorial, tendremos tiempo de sobra para ir aprendiendo y asimilando todas sus mecánicas para acabar construyendo y creando todo tipo de edificios e ítems antes de que nos demos cuenta siquiera.
A pesar de que estamos hablando del mismo juego, conviene destacar que cuenta con alguna que otra pequeña novedad, como la inclusión de un Dientes de Sable como montura para movernos más rápido por el mundo, así como algunos objetos especiales de construcción con temática retro del primer Dragon Quest, aunque nada que justifique realmente una segunda compra si ya lo tenemos.
De hecho, si hay un incentivo muy atractivo y por el que sí que podría merecer la pena volver a adquirirlo si tenemos ganas de darle una segunda vuelta, ese sería sin duda el modo portátil de la consola. Ya no solo estamos hablando del gustazo y lo conveniente que resulta poder jugar en cualquier parte, tal y como demostró la versión de PS Vita en su momento, sino que se ve realmente bien en la pantalla de Switch.
Sí, los dientes de sierra se hacen algo más visibles, pero, por lo general, se ve nítido y no hemos detectado problemas de rendimiento durante los primeros compases de la aventura. Además, si nos cansamos de jugar en portátil, siempre podremos utilizar el modo sobremesa, por lo que podremos adaptar la experiencia de juego a nuestras necesidades siempre que queramos, demostrando una vez más que Nintendo ha dado en el clavo con el planteamiento de su consola a la hora de ofrecer una funcionalidad tan exclusiva e interesante como esta.
En lo referente al modo sobremesa, el juego gana en resolución, aunque se nota que no llega a los niveles vistos en PS4, con una imagen algo menos nítida y limpia, texturas un poquito peor y con unos personajes con leves dientes de sierra. Sin embargo, sigue siendo un título realmente bonito y que se ve bastante bien, y las diferencias no son especialmente pronunciadas, por lo que sigue disfrutándose enormemente y deleitando a nuestra vista con facilidad, a pesar de su simpleza.
Todavía tenemos que seguir jugando algo más para ver si hay alguna novedad que no se haya anunciado y si el título se mantiene igual de bien en el plano técnico a lo largo de toda la aventura, aunque este primer contacto ya nos ha confirmado que estamos ante una conversión muy cuidada y especialmente recomendable para todo aquel que todavía no le haya dado una oportunidad a su interesante propuesta.
Si queréis probarlo, desde ayer hay disponible una demo gratuita en la eShop.
Hemos realizado este artículo gracias a un código de descarga que nos ha facilitado Nintendo.