Análisis Battle Axe, acción arcade con sabor añejo (Switch, PC, PS4, Xbox One, PS5)
En plena moda retro, los jugadores más veteranos están hinchándose a recibir producciones de esta misma naturaleza de manera infatigable. La proliferación de los estudios independientes ha fomentado especialmente la llegada de todo tipo de obras de carácter clásico, y en algunos casos dichas producciones tienen un nombre propio concreto. Ese es el caso de Henk Nieborg (conocido por su trabajo en obras como la saga Shantae o Xeno Crisis), que es el alma mater que ha liderado este proyecto que lleva por nombre Battle Axe. Un juego bastante disfrutable y que nos lleva a la era dorada de los salones recreativos de finales de los 80 y principios de los 90. Un buen ejemplo de que una obra sencilla y humilde respaldada mediante Kickstarter puede acabar dando un muy buen resultado, algo que por fortuna ya hemos experimentado muchas veces a lo largo de los últimos años.
La narrativa nos traslada a una tierra de fantasía llamada Mercia, un lugar que lleva muchos años dominado con mano de hierro por la siniestra Etheldred. Cada siete años exactamente, esta hechicera envía a sus hordas de monstruos y criaturas de ultratumba en busca de pobres víctimas para que se conviertan en sus esclavos.
Ante tal situación y cansados de su crueldad, los habitantes de Mercia intentan revertir la situación mandando a sus tres mejores y más poderosos guerreros hasta los fríos páramos norteños, que es la zona donde la bruja ha establecido su corte. Tres tipos que, a la postre, se convierten en los grandes protagonistas y héroes que podemos manejar en esta interesante aventura cargada de acción y enfrentamientos.
Batallas campales
En efecto, estamos ante un juego que posee una disposición jugable muy arcade y directa. Se trata de un hack’n slash a la antigua usanza y que, según su propio creador, está inspirado en obras tan queridas y veneradas como Gauntlet o Golden Axe. Y eso se deja notar desde el primer instante, porque el planteamiento que posee el título consiste, básicamente, en elegir a nuestro personaje predilecto y acabar con todo monstruo que salga a nuestro paso. ¿Y qué personajes tenemos a nuestra disposición? Pues tenemos a un trío como ya os comentamos antes, el cual está formado por la despiadada elfa oscura Fae, el druida Ialo y el "animalito" merodeador Roonie. Unos protagonistas que gozan de un diseño muy bueno y bastante carisma.
Cada personaje posee sus armas, atributos y set de movimientos exclusivos, si bien todos comparten un esquema de control similar. Este consiste en cuatro botones de acción principales (ataque, disparo, habilidad y objeto), un sistema simple a más no poder pero que nos permite llevar a cabo auténticas carnicerías. Los escenarios están plagados de indeseables, existiendo una variedad de adversarios bastante considerable que varían en función del nivel en el que nos encontramos. Y por si os lo estáis preguntando, efectivamente, cada fase está custodiada por el jefe final de turno que hará lo imposible por acabar con nosotros.
La fórmula de juego va directa al grano y no se anda por las ramas. Los combates son constantes y es necesario avanzar por unos fondos que poseen un diseño bastante lineal, aunque es cierto que se ha intentado aportar algo de diversidad al asunto gracias a dos factores bien presentes. Por un lado, en los escenarios hay personajes esperando a ser rescatados si así lo deseamos (no es obligatorio), una ligera pincelada de exploración que nunca viene mal, a lo que se suma la presencia de ciertos cofres que están esparcidos por los fondos y que contienen recompensas suculentas. Eso por un parte. Y por otra, a medida que avanzamos y acabamos con los rivales vamos recolectando dinero fresco que es posible canjear por diferentes útiles. Como veis, estamos ante una obra que bien podría habernos hecho disfrutar mucho décadas atrás en los salones recreativos, especialmente en su modo de juego cooperativo a dobles (solo local).
Puede que no sea el título más original del momento (es el caso opuesto), pero entretiene lo suyo y además pica bastante. Una odisea de acción salvaje con un toque gore en plan dibujos animados que le sienta de maravilla, al igual que sucede con su nivel de dificultad. Y es que incluso en el nivel fácil, no se trata de un juego precisamente sencillo, obligándonos a aprendernos las pautas de ataque de los enemigos finales al dedillo para no caer en plena batalla… si es que conseguimos llegar hasta ellos de antemano. Una producción que como podéis observar también ha sido bendecida por un acabado técnico formidable. La estética nos parece cautivadora y da gusto contemplar tanto los decorados como a las bestias que campean por las diferentes localizaciones que visitamos, muy variadas por cierto. Y la banda sonora… es una maravilla. Compuesta por la infravalorada Manami Matsumae, cuyo pasado está muy ligado a obras maestras como UN Squadron, Final Fight y semejantes barbaridades, cada melodía es una oda al buen gusto musical. Por lo tanto, estamos ante un título de naturaleza indie muy destacado en su faceta audiovisual.
Un regreso a las salas recreativas
El talentoso creador Henk Nieborg ha dado vida a un juego que ha cumplido con lo que seguramente tenía en mente: dar vida a una aventura de acción y combates a la antigua usanza que rindiera tributo a clásicos tan grandes como Gauntlet o Golden Axe. Sin llegar a alcanzar ni de cerca la grandeza de estas obras legendarias que os acabamos de mencionar, lo cierto es que se disfruta mucho repartiendo leña entre los monstruos que pueblan las tierras de Mercia. Una obra tan simple como bien recreada y disfrutable a poco que nos interese lo que propone, que no es otra cosa que avanzar en solitario o a dobles (en la misma consola) acabando con todo bicho que se interponga en nuestro camino. Un título que además posee una línea estética fantástica y, mejor aún, una banda sonora verdaderamente magnífica.
Hemos realizado este análisis mediante un código de descarga enviado por Meridiem Games.