Análisis Chicory: A Colorful Tale, una adorable y pintoresca aventura (PC, Xbox Series X/S, Switch, Xbox One, PS4, PS5)
En la creación de Chicory: A Colorful Tale han colaborado cinco personas: su director es Greg Lobanov, autor independiente a quien conocemos de anteriores obras como Wandersong, de su apartado artístico se han encargado Alexis Dean-Jones y Medline Berger, mientras que el apartado sonoro cuenta con una banda sonora compuesta por Lena Raine, autora de las canciones de Celeste, y un diseño de sonido de Em Halberstadt. Cinco personas han dado vida a este peculiar proyecto, un juego con corazón que llamó la atención de Finji, su editora, y llega ahora a PS5, PS4 y PC para dejarnos pintar su coqueto mundo.
Es fácil ver las bondades de Chicory: A Colorful Tale sólo con echarle un ojo a sus tráilers, GIFs e imágenes promocionales: controlamos a un perrete en un mundo en blanco y negro que podemos pintar con la ayuda de un pincel mágico, una herramienta que no sólo nos ayudará a colorear el escenario sino también a interactuar con él, resolviendo puzles integrados en el entorno y combatiendo con algún que otro jefe final. Todo ello conducido por un relato de aventuras que nos planta en el papel principal de un héroe por sorpresa, aprovechando los estereotipos más comunes del género (una oscura amenaza, místicos mentores que te ayudan a encontrar tu magia interior, una herramienta legendaria...) para reflexionar sobre las expectativas, la responsabilidad y los sentimientos del héroe.
Héroe por sorpresa
Todo comienza cuando nuestro protagonista, al cual le pondremos el nombre de nuestra comida preferida, está limpiado en la torre de Chicory, la actual poseedora del poder del pincel; de buenas a primeras, Pícnic, el mundo del juego, pierde todo su color quedándose completamente en negro sobre blanco. Dado que este problema tendría que ser resuelto por la actual Artífice, corremos hasta su estancia sólo para descubrir que está encerrada en ella, deprimida, y rechaza empuñar el pincel que da color al mundo. Envueltos en las ganas de recibir ese don, tomamos la herramienta sin permiso y comenzamos a pintar el escenario tratando de devolverle el fulgor que tenía antes del incidente.
Así empieza una historia en la que, como decíamos antes, se aprovecha para indagar en algunos matices de la figura del héroe por sorpresa, ese que hemos visto en muchos videojuegos, películas, libros y series. No es una reflexión trascendental ni especialmente profunda, pero está bien hilada con el desarrollo de la trama y con la aplicación de la mecánica principal. Además, los diálogos de Chicory: A Colorful Tale están escritos de una manera soberbia, con una sencillez cómica que convierte a todos y cada uno de los personajes en adorables seres de los que nos costará olvidarnos. Viene traducido con una localización al español muy bien traída, además, lo cual es de agradecer porque han conseguido entender y adaptar el lenguaje a la intención original.
Colorear para salvar el mundo
Quizás lo que más llama la atención de Chicory: A Colorful Tale es su mecánica principal, la que nos permite colorear el mundo a nuestro antojo. Sin duda, es una idea original y fresca que además aquí está muy bien aplicada: no sólo podemos escoger los colores con los que queremos decorar el paisaje, sino que el pincel nos sirve además para interactuar con el mundo, resolver puzles y luchar contra jefes finales, entre otras cosas. Con el ratón -o con el joystick derecho, si jugamos con mando- podemos controlar el pincel y moverlo por toda la pantalla, independientemente de dónde esté posicionado el personaje, y a medida que avancemos desbloquearemos nuevas formas de interactuar con el entorno, abriendo así nuevas vías de paso.
El diseño de niveles juega constantemente con la sensación de descubrimiento: el mapa está dividido en pantallas 2D muy pequeñas en las que prácticamente podemos ver todo el escenario nada más entrar en ellas, lo que a priori podría facilitar demasiado la resolución del rompecabezas de esa sección pero, en realidad, nos tiene un rato pensando la forma óptima de encontrar la forma de solventarlo. A veces es un diseño genuinamente inteligente, que nos sorprende al desvelar una solución que estaba todo el tiempo delante de nuestros ojos, aunque otras adolece cierta falta de legibilidad del escenario, lo que significa que no estamos ante un buen puzle, sino ante uno un tanto obtuso. Hay de todo, aunque quitando algún que otro callejón sin salida, la dificultad del juego está bien medida y no es para nada elevada; eso sí, hay una idea muy simpática para obtener pistas cuando estemos atascados: llamar a Mamá y Papá para que nos ayuden a resolver el entuerto.
Es digno de destacar la cantidad de situaciones e interacciones que se han extraído de la mecánica principal: el pincel va adquiriendo nuevas habilidades, así como nuevos estilos que nos permiten modificar el puntero a la hora de dibujar, lo que va alterando constantemente nuestra forma de entender el espacio y de aprovechar nuestros conocimientos para avanzar, como un buen juego de aventuras en 2D (la comparación con los The Legend of Zelda clásicos está en bandeja). Eso sí, a nivel de justificación narrativa hay cosas que están mejor traídas que otras: hay reacciones en el mundo que tienen sentido, como la de pintar una cueva oscura con pintura luminosa para desvelar el camino hacia la salida, pero otras no encajan ni siquiera con esta ficción, como la de borrar la pintura de un árbol y que se oculte en la tierra para dejarnos paso.
Aun con eso, Chicory: A Colorful Tale es un juego tan adorable que es complicado darle importancia a esos defectos que, de hecho, tampoco tienen un peso vital en la experiencia general. Ganan, por goleada, los detalles que hacen de esta experiencia un muy agradable y fácil de recomendar: desde sus añadidos, como una herramienta interna para capturar GIFs o su divertido modo foto, hasta su modo multijugador cooperativo local, que no se propone como una alternativa sólida para destacar entre juegos más orientados a ese formato, pero permite que dos personas puedan dibujar al mismo tiempo, cada uno con su pincel. Chicory: A Colorful Tale demuestra en estos aspectos una dedicada atención al detalle.
Un precioso mundo con una banda sonora muy especial
En lo relativo a la dirección artística, Chicory: A Colorful Tale es toda una gozada: ya no sólo por su evidententemente bueno apartado visual, que derrocha personalidad, carisma y nos permite, además, ser parte de él con los colores que escojamos (aunque en cada pantalla hay una paleta de colores predeterminada en la que a veces, durante la partida, se echa en falta más variedad), sino también en lo que respecta a su apartado sonoro, que cuenta con una muy buena selección de temas originales de toque aventurero que encaja perfectamente con la idea del juego, pero también con unos efectos de sonido muy divertidos, incluso un poco escatológicos. Tanto el diseño de personajes y escenarios como el de sonidos y animaciones es de lo mejor de este proyecto.
Conclusiones
Chicory: A Colorful Tale es una adorable aventura conducida por una original mecánica principal que nos permite colorear un mundo 2D en blanco y negro, algo que no sólo utilizamos para devolverle la vida a este coqueto mundo, sino también para interactuar con el entorno y resolver rompecabezas. Pese a que el diseño de niveles deja que desear en ciertos momentos, a nivel general esta obra es de esas a las que resulta difícil ponerle pegas: su buena escritura en los diálogos, sus carismáticos personajes, su simpático apartado artístico, tanto en lo gráfico como en lo sonoro, y, en general, lo divertido de su propuesta, consiguen que este pequeño indie se consolide como uno de los mejores de este año y, por supuesto, una experiencia digna de recomendar.
Hemos realizado este análisis en PC con un código para Steam proporcionado por ICO Partners.