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Jurassic Park: Los errores científicos de una película de dinosaurios rompedora

Titulada en España como Parque jurásico, la novela en la que los dinosaurios cobraban vida a través de la ingeniería genética, llegó a los cines con Steven Spielberg y marcó a una generación.

Con Jurassic World: Dominion recién estrenada, volvemos la vista atrás. Y no, no viajamos al periodo Cretácico. Jurassic Park fue una película que, tras décadas y décadas de inexactitudes científicas en el cine, nos presentaba a los dinosaurios como animales creíbles, realistas y posibles. Nada de monstruos exagerados, violentos y lentos, como si se tratasen de grandes reptiles ávidos de su siguiente comida.

En 1993, con el estreno del blockbuster dirigido por Steven Spielberg, el público pudo comprobar en los cines de todo el mundo como estos animales, extintos hace más de 65 millones de años, volvían a la vida gracias a la magia de los efectos digitales por ordenador de ILM, los animatronics más complejos jamás diseñados por Phil Tippet y Stan Winston y un cúmulo de expertos y asesores científicos que colaboraron codo con codo con Universal Pictures y los suyos para ofrecer la experiencia más creíble hasta la fecha. Lo que consiguieron fue, a todas luces, un logro irrepetible para la paleontología y el séptimo arte en general.

Pero los tiempos cambian, y la ciencia, como bien sabréis, evoluciona constantemente. El debate sobre la validez de Jurassic Park no es algo nuevo, y lo que en 1993 nos parecía la mismísima Biblia, a día de hoy ya nos parece cosa del pasado. Y nunca mejor dicho. Es probable que creyésemos pasear por Isla Nublar en nuestra imaginación y pensar que los dinosaurios eran así, tal cual los mostró Spielberg, y en gran parte de las especies mostradas en la cinta podría ser cierto, pero muchos descubrimientos, avances y licencias creativas han hecho que nos replanteamos nuestra imagen de lo que debería ser un dinosaurio.

Si bien las secuelas de la película del 93 cambiaron ligeramente el aspecto de los animales prehistóricos que residían en ellas, cuartas y quintas partes tardías, ya con el nombre de Jurassic World, apostaron por seguir con la imagen clásica y canónica de lo que era un dinosaurio en la gran pantalla. Nunca sabremos cómo será un Parque jurásico en la vida real, pero sí podemos, gracias a la ciencia, cómo cambiarían los dinosaurios en el cine de representarse tal y como fueron en el pasado.

El debate del Velociraptor

Es quizás el punto más controvertido y reiterado en todos los debates sobre la veracidad científica de Jurassic Park como película realista de dinosaurios. Las criaturas de la obra de Spielberg tenían la fama de ser muy inteligentes, malignas y muy grandes, considerándose como el animal prehistórico más capaz y peligroso jamás puesto sobre la faz de la Tierra. Bastante cierto, aunque con matices. El dinosaurio que observamos en Jurassic Park, y el que aterroriza a los primeros visitantes de Isla Nublar, no es científicamente un Velociraptor mongoliensis. Ni en tamaño ni en aspecto. El ladrón veloz, era un dinosaurio terópodo de la familia de los dromeosáuridos, que llegó a vivir a finales del período Cretácico en la región de la actual Mongolia (Asia). Carnívoro, este pequeño bípedo estaba armado con unas garras muy grandes en forma de hoz en cada pata, un aspecto que les permitía atacar y matar a sus presas a las primeras de cambio. De cráneo alargado, hocico chato y de patas poderosas, le conferían un aspecto similar al de una ave, pero mucho más letal.

El Velociraptor de la novela de Michael Crichton era notablemente más pequeño, más veloz y bastante más malévolo, ya que además de abrir puertas como en el film, se las arreglaba para buscar huecos en los que criar y migrar hacia tierras más propicias y llenas de alimento para la prole. Sin embargo, durante el proceso creativo, además de condensar sus apariciones en pantalla al último tercio del film -un truco narrativo y efectista que el propio Spielberg comprendió gracias a Tiburón-, se decidió aumentarlos de tamaño, siguiendo una clasificación nueva de una especie de Velociraptor encontrado en Montana y que, parece ser, hacía referencia a la famosa clasificación científica errónea bajo el nombre Velociraptor antirrhopus -originalmente un Deinonychus-. Curiosamente, en la novela se hacía referencia a este dislate, alegando a la clasificación de Gregory Paul en 1988. en la que se afirmaba que los Deinonychus eran ‘una especie de Velociraptor’. En cualquier caso, el dinosaurio de la película era mucho más grande a su homólogo real, aunque conservaba su velocidad y supuesta inteligencia, un hecho que aumentaba varios enteros su apariencia amenazadora.

No era el único cambio evidente ni el único error visible. Con el paso de las secuelas, los creativos tras las películas de la saga Jurassic Park fueron cambiando el aspecto y el comportamiento de los animales. En El mundo perdido, se llegó a reducir considerablemente el tamaño, haciéndolos más realistas, y se les confirió un aspecto atigrado más parecido al de la novela original. En Parque Jurásico III, se decidió ir más allá, y además de cambiar la combinación cromática de los animales hacia un gris menos amenazador, se apostó por incluir una suerte protoplumas en las partes superiores y posteriores del cuello y la cabeza. El resultado era forzado y un tanto ridículo, muy alejado de lo que deberían haber sido las plumas conocidas de dromeosáuridos y de las que tenemos constancias por el registro fósil. En definitiva, un quiero y no puedo.

El animal de la novela era más pequeño que el del film, pero estaba mal descrito

Pero, ¿eran tan inteligentes? Es una cuestión compleja. El registro fósil no da demasiados detalles, ya que es una imagen concreta plasmada en la roca, y el comportamiento de los dinosaurios es un terreno complejo, lleno de teorías, hipótesis difícilmente rebatibles e ideas controvertidas. En la saga de Parque jurásico se repite y una y otra vez que el Velociraptor era el dinosaurio más inteligente, capaz de rivalizar con las ballenas, los primates y los delfines. Si bien este dromeosáurido era un animal muy resuelto, quizás incluso capaz de resolver problemas simples, los últimos estudios nos llevan a pensar que compartían más con los grandes felinos en estas cuestiones.

La historia detrás de la visión, los hábitos de caza y el movimiento del Tiranosaurio rex

El Tyrannosaurus rex de Jurassic Park es un animal, por lo general, bastante bien recreado. En la novela de Michael Crichton se hace una representación muy pormenorizada de su aspecto, tamaño y comportamiento, e incluso se nos dan detalles muy probables y posibles. De hecho, se hace alusión a la idea de que el sol podía producirle quemaduras molestas y que, pese a las creencias populares, el Tiranosaurio era más carroñero y oportunista que cazador. En la novela de Parque jurásico, se llega incluso a explicar que el animal no tenía tanta fuerza en su mandíbula como se creía, dejándolo más a la merced de presas heridas y muertas, o muy fáciles, que de comer persiguiendo al hadrosaurio de turno a finales del periodo Cretático. El lagarto tirano rey, comúnmente abreviado como T. rex, vivió entre 68 y 65 millones de años, en el ocaso de los dinosaurios en nuestro planeta. Este carnívoro bípedo, toda una bestia andante, poseía un cráneo enorme -con el que hacía contrapeso con una cola igualmente poderosa y robusta- y una longitud estimada de entre 12 a 16 metros de largo.

Con un altura de entre 4 y 8 metros, se trata de uno de los depredadores más grandes que jamás han pisado tierra alguna. Pero, ¿era un superdrepredador? Tradicionalmente, y basándonos en un primer vistazo a su estructura ósea, el Tiranosaurio debía haber sido un animal temible, capaz de estar cazando hadrosáuridos y ceratópsidos por su cuenta. Sin embargo, en la novela original sobre la que se basó Steven Spielberg, se dejaba caer que el T. rex era un animal un tanto torpe, un carroñero lento y bastante pasivo. Esta teoría se sustentaba en la idea de que el dinosaurio no tenía una mordedura tan letal como se creía, ejerciendo menos presión de la ideal en la presa en cuestión. El animal cazado, en este caso, no moría por el mordisco, sino por la infección producida por los dientes sucios y llenos de carne podrida del depredador. Unos dientes de, atentos al dato, 30 centímetros de longitud. En este escenario, el T. rex mordía y esperaba a que su presa se desplomase, horas o días después.

Para muchos esto es un error. Susie Maidment y Paul Barrett, del Museo de Historia Natural de Londres, han defendido que el tamaño del Tyrannosaurus rex es la clave de este asunto. "La fuerza de mordedura del Tyrannosaurus era aproximadamente tres veces más fuerte que la de un león africano: tenía la mordedura más fuerte de cualquier animal que se haya medido", remarca Barret. De hecho, Barret alega que su comportamiento era similar al de los leones y los osos polares, cazadores que recorren grandes distancias para cazar a sus presas. Según un estudio de la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL), el tamaño y las características físicas del Tyrannosaurus rex, entre las que destacarían lasdiminutas patas delanteras y un sentido del olfato altamente desarrollado, serían claves para desmontar la idea de que estos grandes animales eran carroñeros.

"Entendiendo las fuerzas ecológicas implicadas, hemos podido demostrar que el comportamiento carroñero no era opción viable para el T.rex, que no pudo competir con dinosaurios de menor tamaño. Las especies más pequeñas descubrirán los restos más rápidamente, aprovechando al máximo ser los primeros en llegar", explicaba el profesor Chris Carbone, director de la investigación de la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL), que afirma que su hipótesis se basa en el amplio conocimiento del ecosistema y las pautas de vida vistas en el Serengueti, en la actual Tanzania.

Quizás el T.rex no fuese muy rápido, pero sí podía ver bastante bien, tenía un olfato muy bueno y era un gran cazador

Centrémonos ahora en una de las secuencias más míticas de la primera película, aquella en la que el dinosaurio persigue a toda velocidad a un Jeep Wrangler cuando el animal se escapa de su cercado. Si entrar en un estudio anatómico complejo, teniendo en cuenta el tamaño del animal y de sus patas traseras, es bastante probable que el Tyrannosaurus no pudiera alcanzar la suficiente velocidad como para alcanzar al coche, como casi sucede en el film. Algunos científicos afirman que los animales tan grandes tienen este tipo de extremidades como grandes pilares, capaces de soportar su peso, y que los bípedos de esta envergadura, tienen mayor riesgo de caerse si alcanzan grandes velocidades. En cualquier caso, en base a los datos que tenemos de su tamaño, el T.rex podría dar zancadas de más de 4 metros de distancia en una persecución.

Más controvertido es el tema de la limitación de la visión por movimiento, un aspecto que, como el propio Michael Crichton advertiría en El mundo perdido, se trataba de un error científico que acabaría corrigiendo. Según la primera película, el Dr. Alan Grant (Sam Neill) el dinosaurio no es capaz de ver lo que tiene delante si no se mueve. Esta afirmación, un tanto absurda, intentaba hilar una supuesta deficiencia visual similar a la de algunos anfibios -cuyo ADN se encontraba presente en algunas especies de dinosaurios en la película- con la manera de cazar y comportarse del animal. Es la única vez en la que se hace hincapié en esta teoría, que sería olvidada ya no solo en la segunda parte literaria -uno de los científicos de Biosyn acaba siendo devorado por el dinosaurio al creerse esta hipótesis-, también en las secuelas posteriores. De hecho, gracias a su visión binocular, el Tyrannosaurus rex habría podido captar pequeñas variaciones y tener una gran perspectiva de su presa.

El asunto del cuello del Brachiosaurus

Es una de las imágenes más conocidas de la saga. Ante la atónita mirada de Alan Grant, Ellie Sattler (Laura Dern) y el científico Ian Malcolm (Jeff Goldblum), un enorme Brachiosaurus estira su cuello y se alimenta de un enorme árbol. Pues bien, aunque hablamos del icono de la película, y de uno de los momentos que más se recuerdan, ni la postura ni de lo que se alimenta el dinosaurio es correcto. Sí, dos por uno. La postura de cuello que posee el Brachiosaurus en Parque jurásico está fuertemente inspirada en los dibujos y en las imágenes del llamado cuello de jirafa, una pose muy espectacular que el público general ha asociado con los saurópodos desde hace décadas, pero que no era posible por la estructura anatómica del dinosaurio. Según los estudios anatómicos, de moverse y mantener esa postura, el animal se rompería las costillas cervicales, se dislocaría varias vértebras y, muy posiblemente, no le llegaría la sangre al cerebro. Además, para rematar, ¿sabéis qué está comiendo el dinosaurio? Eucaliptos. Una especie de planta que no existía durante el jurásico y que no podría haber digerido correctamente.

El Dilophosaurio: nada de collares ni venenos

Cuando se rodó Parque jurásico, se tenía conocimiento de cómo podría ser la criatura en términos morfológicos, pero por exigencias del guion, el animal tuvo que ser más pequeño y práctico de manejar y se le decidió añadir una especie de volante alrededor del cuello para dotarlo de un aspecto amenazante, similar al de algunos lagartos actuales. Siguiendo con la idea original de Michael Crichton este ser aparentemente adorable, de mandíbulas teóricamente débiles, usaba su veneno para incapacitar a las víctimas y atacarlas una vez estaban paralizadas o ciegas. Sin embargo, y pese a que Jack Horner participó como consultor de la película, las licencias que se tomaron alejaron un poco la imagen real del dinosaurio. Ahora sabemos que el depredador era bastante más grande, mucho más agresivo y tenía una disposición distinta de su famosa cresta en forma de V.

La fisiología y la anatomía de este dinosaurio tenía aspectos en común con las aves modernas, muchos más que con los reptiles, y se sabe que, pese a su fama, muchos desconocen cómo era realmente. "Es prácticamente el dinosaurio mejor y peor conocido", explicaba el autor principal del estudio, Adam Marsh. El investigador de la Universidad de Texas mientras realizaba este trabajo se dio cuenta de que, pese a su fama, casi nadie comprendía cómo podría haber sido realmente este dinosaurio. "Hasta este estudio, nadie sabía cómo era Dilophosaurus o cómo evolucionó", matiza. Esta criatura, que vivió hace 183 millones de años durante el Jurásico temprano, ha sido objeto de controversia con respecto a su aspecto durante años. El estudio buscaba arrojar algo más de luz sobre esta especie de dinosaurio, que siempre ha estado envuelta en confusión, debate y constante cambio.

Al parecer, gran parte de la discordia alrededor del dinosaurio se remonta al primer fósil de Dilophosaurus descubierto, un espécimen que acabó estableciendo el estándar para todos los siguientes descubrimientos sobre la especie. Esa reconstrucción de 1954 era parcial, incompleta y como explican en el propio estudio, nadie sabía que estaban reconstruyendo y desde dónde se partió con respecto al fósil real descubierto. De esta descripción, errónea según los nuevos descubrimientos, se asimiló el concepto de la cresta frágil y mandíbulas débiles, una descripción que acabó haciendo mella en Michael Crichton y en Jurassic Park como adaptación cinematográfica de forma errónea.

Sin plumas no hay dinosaurios

La gran mayoría de los dinosaurios tenían plumas. Esto es indiscutible. Desde finales de los años noventa, y con el famoso Archaeopteryx como buque insignia, sabemos que los dinosaurios compartían muchas características con los reptiles, como la presencia de los dientes y las garras, pero también con las aves. Tras años de investigación, de descubrimientos y debates en la comunidad de paleontólogos, se ha demostrado de muchas formas la relación de descendencia o parentesco entre aves y dinosaurios. Y es, en muchos aspectos, una cuestión morfológica en cuanto al cráneo, la cadera y las famosas plumas.

Desde hace décadas, los expertos han descubierto rasgos de aves den infinidad de especies de dinosaurios, incluyendo plumas que no son exactamente como las de las aves actuales, sino que son más parecidas a lo que consideraríamos un pelo o un plumón, muy útiles para la regulación de la temperatura de estos animales que, además, tendrían la sangre caliente -hecho que Parque jurásico recalcó una y otra vez, por cierto-. Este tipo de pluma es conocida como protopluma, una especie de precursora del tipo que poseen las aves modernas. Sabemos que dinosaurios como el Microraptor, el Sinosauropteryx, el Yutyrannus, el Shuvuuia o el Dilong paradoxus, entre muchos otros, tenían plumas por todo su cuerpo. Sobre la idea de para qué servían más allá de la regulación de la temperatura, muchos científicos han apostado por la idea del reclamo sexual o incluso del camuflaje, hecho que se observa en multitud de aves comunes. Hay más evidencias relacionadas con las plumas y los dinosaurios, como determinadas similitudes reproductivas, la manera en la que anidaban algunas especies o la forma en la que dormitaban.

¿Por qué no salían plumas en la película de 1993? Bueno, a la primera película se lo podemos perdonar de muchas formas -desde la falta de conocimiento real de estas plumas a la idea de que los genetistas de InGen anularon las protoplumas en muchos animales para otorgar una apariencia canónica a los seres del parque-, pero las secuelas tienen pocas excusas. ¿Puede un dinosaurio molar pese a tener plumas? Sí, y no creemos que por cambiar su aspecto estético, alejado de los reptiles, sea menos amenazador o peligroso. Pese a que muchos los consideren pollos -de hecho un pollo es un dinosaurio-, hay que hacerse a la idea de que los dinosaurios tenían plumas porque, en lugar de monstruos surgidos de un pantano o una ciénaga, eran animales. Y la naturaleza es tanto o más aterradora que la imaginación más grotesca.