La llegada de Spider-Man: No Way Home abrió una de las puertas más peligrosas para Marvel Studios: el multiverso. Peligrosa porque ahora la Casa de las Ideas puede hacer lo que le venga en gana en cuanto a incorporación o eliminación de personajes de sus historias, así como la implementación de justificaciones un tanto forzadas que se sustentan simplemente por el hecho de que, en otro universo, esos hechos ya se han visto o hay que evitarlos para salvar a piezas clave dentro de hilo narrativo principal del Universo Cinematográfico de Marvel. Doctor Strange ha ido apareciendo en múltiples largometrajes a lo largo de estos años desde que estrenó su filme personal en 2016, con Scott Derrickson como cineasta protagonista.
Siete años más tarde (que se dice pronto) el ex Hechicero Supremo del MCU es muy diferente. Ahora tiene pleno conocimiento sobre el alcance de su poder y no se mira tanto el ombligo, buscando ayuda fuera de su persona para poder dar solución a graves problemas y hasta preocupándose por otros seres humanos que no sean Christine Palmer, a quien da vida Rachel McAdams en los proyectos live-action. Si bien Derrickson ya planteó códigos de género en su fórmula, de un modo muy suave, Sam Raimi ha podido dar rienda suelta aquí a su imaginería y con Doctor Strange en el multiverso de la locura ha planteado un relato que se codea con Arrástrame al infierno e incluso con Evil Dead.
Strange tiene el mayor sello de identidad
La secuela de Benedict Cumberbatch, que desde luego no se siente así porque las películas de Marvel están demasiado seriadas y encadenadas entre ellas como para funcionar de forma independiente, no tiene absolutamente nada que ver con lo planteado hasta la fecha en Marvel Studios. La fuerza del multiverso arrastra tanto a la película que hasta da la sensación de estar viendo un episodio (de dos horas) de ¿Qué pasaría si...? Con cameos, apariciones sorpresa y realidades alternativas que jamás nos habríamos imaginado y que refuerzan las opciones de la Casa de las Ideas para poder explorar el género de superhéroes desde múltiples perspectivas.
Doctor Strange en el multiverso de la locura se sienta fresca en ese sentido, porque a pesar de jugar la carta de continuación con Spider-Man: No Way Home en lo que atañe a concepto (el multiverso), se desmarca por la banda y se convierte en una obra capaz de conectarlo todo pero a la vez mantener un ADN propio que, como decíamos, hasta puede saborearse como una locura única. Raimi era el indicado para hacer que el filme fuera un show de serie B repleto de monstruos, zombis, secuencias de terror (con algún que otro jumpscare que hasta nos ha sorprendido) y unas características de género que hasta traen referencias de El Resplandor de Stanley Kubrick.
Pero aunque el envoltorio nos haya encantado y la puesta en escena de Raimi, en líneas generales, sea una feria de monstruos y zombis perfecta para los que disfrutamos del cine de terror, la trama es demasiado dinamitada y ocurre de hecho sin demasiado sentido. Marvel lleva unos cuantos largometrajes en los que el detonante de la historia es algo aleatorio y los hechos que lo suceden van muy rápido como para poder pararse a analizar realmente lo que se nos está contando y la importancia que tiene. La Casa de las Ideas opta, en este caso, por estar lanzando secuencias de acción constantes y saltos de universo sin ton ni son, reduciendo el libreto a realmente unas pocas páginas salvables para que el pan y circo sea lo que verdaderamente destaca.
Elizabeth Olsen se come a Benedict Cumberbatch
En el ámbito interpretativo, y para sorpresa de todos, Benedict Cumberbatch sigue sin poder ocupar un papel protagonista en solitario. Dejando a un lado la obra de 2016 firmada por el cineasta responsable de Sinister, Doctor Strange siempre ha ocupado un lugar secundario a pesar de ser uno de los personajes más importantes del Universo Cinematográfico de Marvel, y más a estas alturas. Cumberbatch brilla de nuevo con su porte británico, su elegancia y su estilo para su particular Stephen Strange, pero la película la roba Elizabeth Olsen con su Bruja Escarlata.
Nunca había sido tan importante tener mascada una serie de televisión de Marvel para poder comprender una cinta de la compañía. Wandavision es de visionado obligatorio para poder estar al corriente de lo que ocurre en el Multiverso de la Locura. La protagonista de dicha ficción se come la pantalla cada vez que aparece, y tiene bastantes minutos de metraje como para ser hasta más relevante que el mismo Doctor Strange.
Olsen está entregada en cuerpo y alma al personaje y de verdad estamos viendo aquí de lo que es capaz su personaje. En parte se siente hasta un halago que Marvel Studios haya dejado a los Vengadores aparcados, puesto que limitaban un poco los poderes de otros y el avance cósmico de la franquicia en el audiovisual. Benedict Wong, Rachel McAdams y Xochitl Gomez complementan bien al dúo protagonista con decisiones de guion que les obliga a tomar partido activo de lo que ocurre, ayudando a que la obra tenga variedad.
Nuestras conclusiones
Doctor Strange en el multiverso de la locura es un verdadero parque de atracciones, la definición exacta de Marvel Studios y el género de superhéroes para Martin Scorsese. Un tren de la bruja que invita a olvidarse de lo que se nos está contando de fondo para disfrutar de un pasillo del terror mezclado con toneladas de acción y desparrame de efectos especiales. Si Sam Raimi no se hubiera puesto al frente de esta película, ni de lejos hubiera sido igual de loca. La Casa de las Ideas necesita apostar por más productos así, porque cuando se empeña en centrarse más en sus formulados y repetitivos guiones, más demuestra que el género está demasiado quemado. En resumidas cuentas entonces: el show se lo queda Olsen, el juego de luces y sombras sigue siendo para quitarse el sombrero y del guion es mejor olvidarse.