Hubo un tiempo en que no existía el coleccionismo, no en nuestro sector. Los aficionados (o los padres, dependiendo de la edad) hacían sus compras con total normalidad, eligiendo aquello que querían jugar o probar, y estas cintas, disquetes, cartuchos y discos fueron almacenándose en la estantería de casa, cada vez más concurrida. Cuando las generaciones pasan, aquellos que no acostumbran a revender o deshacerse de sus videojuegos antiguos o ya amortizados, se encuentran con que son poseedores de una mediana o gran colección, a menudo con alguna joya que ha doblado su precio de salida. Este es el proceso natural por el que se forma una colección.
Otra variante igual de común y natural es el de la colección completada a posteriori. Esos casos en que los juegos llegaban a cuentagotas se compensan en cuanto el individuo alcanza cierto poder adquisitivo, momento en el que ya puede ir en busca de aquellos títulos que no pudo tener o jugar en su día. Y entonces es cuando aparecen las sorpresas: cartuchos sueltos a 40-50 euros, juegos de Neo-Geo que siguen estando solo al alcance de los pudientes o títulos de grandes sagas, cuyo stock fue abundante, pero que por la fama se pueden ir a las tres cifras. Ya ni mencionar que, si lo que buscas son las ediciones españolas, el precio se dispara significativamente.
Juegos revalorizados los ha habido siempre, pero la situación antes comentada, en que por cualquier pieza retro pagas un impuesto llamado nostalgia, es algo relativamente reciente (y, cómo no, está relacionada con la expansión y popularización del medio). Hace apenas una década, en los primeros años de la séptima generación de consolas, fue cuando despertó con más intensidad esa locura llamada coleccionismo. Tal vez por la edad del consumidor medio, que empezaba a manejar su propio dinero, o por necesidades de la industria, si nos atenemos a las ediciones de tirada limitada o el stock ajustado a la demanda. La cuestión es que coleccionar dejó de ser "los juegos que he ido comprando durante lo que llevo de vida" a un mundillo por sí mismo, con sus protagonistas, sus especuladores y sus anécdotas. De eso vamos a hablar hoy.
Las joyas de la corona
Los videojuegos que superan los 10 años de antigüedad ya no van perdiendo valor. No si se trata de títulos medianamente buenos o con alguna característica especial. Prácticamente todo el catálogo de GameCube se sigue pagando a precios de salida (o más), mientras que los grandes éxitos de PlayStation 2 carecen en su mayoría de carácter coleccionista. La calidad del producto determina la revalorización en cierta medida, pero su exclusividad en el mercado es el factor real que delimita su precio en Ebay y otros mercadillos.
De hecho, es común que muchos de los juegos que ahora superan las tres cifras acabaran a precio de saldo debido a sus malas ventas. Juegos que nadie quería, máquinas por las que nadie apostó, son ahora objeto de deseo para muchos. ¿Quién no recuerda esas GameBoy Micro liquidándose a 15 euros en el Centro Mail? ¿Y los juegos de GameCube a 4 euros en El Corte Inglés? Conseguir ahora un Baten Kaitos, Skies of Arcadia Legends, Tales of Symphonia, Fire Emblem: Path of Radiance o The Legend of Zelda: Twilight Princess nuevo te puede costar entre 100 y 200 euros cada uno. El caso de este último fue indignante, pues llegaron copias contadas en pos de favorecer la promoción de su versión para Wii. Uno de los más rarísimos de ver en su versión PAL es el Chibi-Robo! (a 450 euros ahora mismo la única unidad española que hay en Ebay), mientras que en USA tienen bastante revalorizado el Pokémon Box: Rubí y Zafiro.
A Sega Saturn, otra consola marginal y de muerte más o menos prematura, le sucede lo mismo. Es más, encontrar sus juegos en estado impoluto es mucho más complicado, puesto que en su época se vendían sin precinto que los protegiera, tan solo con una pegatina o celo en el cierre. Los más valorados son los Panzer Dragoon (sobre todo el Saga), Deep Fear o Shining Force III, aunque siempre hay alguna unidad disponible. Más complicado es dar con un Mortal Kombat Trilogy, que en Europa tuvo una tirada tristísima, y por ello te puede costar 100-200 euros a pesar de que sea una baratija en otras plataformas.
También se da todo lo contrario: juegos que fueron top en ventas y que, por su carácter emblemático, han acabado posicionando sus precios saliéndose de toda lógica. Comprar Final Fantasy VII y VIII es absurdamente caro, porque de rareza no tienen nada, e incluso las versiones Platinum, defenestradas del ámbito coleccionista por norma general, se ponen a la venta a precios ridículos. Otros muy codiciados son The Legend of Dragoon, Castlevania: Symphony of the Night o los dos Suikoden, que no bajan de 120 euros de segunda mano. Conseguirlos nuevos PAL España es gastarse media nómina, ¡si es que los encuentras!
En el caso de las portátiles, la que cuenta con más rarezas en su catálogo es la GameBoy Color, con versiones menores de sagas míticas que han adquirido gran valor coleccionista, como Resident Evil Gaiden y Metal Gear Solid. También los Zelda: Oracle of Ages y Seasons son díficiles de encontrar. Todos ellos parten de los 70-90 euros de segunda mano (desde el cartucho suelto hasta una unidad completa, dependiendo de la suerte) y se pueden ir a los 200-300 euros si los queremos precintados. Notable es el caso de Shantae, lanzado en época tardía, que siempre fue una rareza, pero se volvió un auténtico tesoro cuando apareció su secuela para Nintendo DSiWare en 2010. Encontrar una copia puede ser una odisea y, llegado el momento, el cartuchito a pelo te cuesta lo mismo que una consola de última generación.
En GameBoy Advance hubo una fiebre de caza y captura por los tres Final Fantasy reeditados: IV, V y VI fueron el triplete de oro en 2006-2007. El premio se lo lleva la sexta entrega, cuya tirada fue la más anecdótica de todas. Los 150-200 euros que piden por uno precintado hasta se antoja asequible, pues no suelen verse muchos a la venta. En cuanto a la Nintendo DS, los dos títulos PAL más difíciles de conseguir son Chrono Trigger, que se vende al doble de su precio original, y Dragon Quest V: La prometida celestial, que ronda los 100 euros de segunda mano. La versión española es especialmente escurridiza.
Si nos remontamos a generaciones más lejanas, el número de rarezas aumenta y los precios llegan, en algunos casos, hasta los miles de dólares. La industria estaba en pañales y las empresas empleaban, en ocasiones, procedimientos anómalos. Hay que sumarle, además, las particularidades propias del mercado japonés, como los premios de cartuchos dorados que se entregaban a los ganadores de torneos celebrados en los 90: Megaman 4 y Kinnikuman Muscle Tag Match son los más caros de Famicom, con tan solo 8 unidades producidas y, por ello, valorados en 5.000 y 10.000 dólares.
En 1990, Nintendo organizó una gran competición en Los Ángeles. La gloriosa Nintendo Power brindó su apoyo y, a través del tour Powerfest puso a millones de niños y jóvenes frente a la NES por toda Norteamérica. La publicación regaló 26 cartuchos dorados de 1990 Nintendo World Championships a los ganadores de su promoción mensual, una compilación que incluía los juegos Super Mario Bros., Rad Racer y Tetris con un sistema de puntuación único diseñado para los torneos. El valor de esta joya se estima de entre 15.000 y 20.000 dólares, aunque la última copia a la venta, en 2014, alcanzó los 99.902 dólares en una subasta de Ebay. Existe una variante de este juego en cartucho normal. Se trata de las copias que se usaron en los torneos y que, en muchos casos, fueron regaladas a los finalistas. Lo curioso es que, si bien se calcula que existen un centenar, solo se sabe el paradero de la mitad. Su precio va entre los 5.000 y los 8.000 dólares.
Otro cartucho rarísimo se estuvo usando al año siguiente, en una competición similar llamada 1991 Nintendo Campus Challenge. Esta se celebró como un tour por varios campus universitarios y consistía en alcanzar la máxima puntuación en Super Mario Bros. 3, PinBot y Dr. Mario en un tiempo máximo de 6 minutos. Se supone que los cartuchos iban a ser todos destruidos tras el evento, pero en 2006 apareció uno en manos de un extrabajador de Nintendo. Este se vendió por 14.000 dólares en una transacción privada y luego fue revendido por 20.100 dólares. Se desconoce si alguno más se salvo de la quema.
De la generación de los 16 bits podemos destacar dos producciones que también se usaron en torneos, en concreto en los establecimientos de Blockbuster, con tiradas de entre 2.000 y 2.500 copias: Donkey Kong Country Competition Cartridge y Starfox Super Weekend Cartridge van de los 400 a los 1.000 dólares. Irónicamente, su condición de rareza no implica que sean difíciles de conseguir. Algunas veces, las ofertas de venta terminan sin comprador. Es decir, que no es la demanda lo que estipula que estas reliquias cuesten el jornal de un mes.
Son muchos los juegos de Super Nintendo que superan los 100 euros de segunda mano y que pueden costar 400-700 euros si la unidad está precintada. En Estados Unidos se han revalorizado EVO the Search for Eden, Earthbound (sobre todo desde que se relanzó en Wii U), Aero Fighters... El Chrono Trigger no tuvo mal abastecimiento, pero su condición de clásico del JRPG propicia que las copias precintadas alcancen el millar de dólares. En Europa, se consideran grandes tesoros Whirlo, Castlevania: Vampire's Kiss, Secret of Evermore, Terranigma, Secret of Mana y Cool World. Hay bastantes unidades de segunda mano y más sin caja ni instrucciones, pero incluso estas valen lo suyo.
Su eterna rival, la Mega Drive, también atesora títulos que ahora valen 300-700 euros, especialmente en territorio japonés y europeo. Al final del ciclo de vida de la consola, Acclaim editó algunos de sus lanzamientos sin esforzarse demasiado: cogían cajas PAL, cambiaban los códigos y le metían el cartucho correspondiente. Estas fueron tiradas fantasma, por lo que es dificilísimo dar con juegos como Comix Zone, Judge Dread o Batman Forever, a pesar de que en Occidente sean de lo más ordinarios. En Europa, el más codiciado es Megaman: The Wily Wars (no tiene versión física en USA, donde se distribuyó mediante el SEGA Channel).
En cualquier caso, la joya indiscutible de Mega Drive es el ilustre Tetris, en un caso sin parangón de licencias fraudulentas y problemas legales. Esta historia comienza en 1988, cuando el empresario Robert Stein, presidente de Andromeda Software, empezó a comercializar con los derechos de la obra de Alekséi Pázhitnov sin su permiso. Dos empresas, propiedad de Robert Maxwell, pagaron por ellos y los licenciaron, cada una por su cuenta, a subsidarias japonesas. Estas desarrollaron sus juegos, pero se ordenó que fueran destruidos en cuanto Nintendo entró en escena y tramitó los derechos de la forma correcta. De la versión no oficial de NES (Tengen) hay unos pocos miles circulando, pero de la de Mega Drive lanzada por SEGA se han visto solo tres unidades (aunque se dice que hay 8), una de ellas firmada. Un coleccionista catalán la compró por 11.000 euros, pero la acabó traspasando a un comprador alemán anónimo. Las otras dos unidades conocidas están en manos de japoneses.
La Atari 2600 vivió su particular mito con el infame E.T., una leyenda urbana que afirmaba que Atari había enterrado todo el stock sobrante en el desierto Alamogordo de México, y que resultó ser cierta cuando se organizó la excavación en 2014 para la producción de un documental. De las unidades extraídas, 800 están destinadas a subastas y 500 para su conservación en museos. El precio de cada una va entre los 500 y 1.800 dólares.
Todas las plataformas tienen sus historias con uno o más de sus títulos. Muchos juegos de Neo-Geo valen miles de euros, pero en su catálogo tiene uno de los considerados más raros de todos los tiempos: el Kizuna Encounter europeo (10.000 dólares), del que solo se han llegado a ver 6 copias, supuestamente conseguidas en Alemania y Austria, el único lugar donde estuvieron a la venta y del que fueron retiradas casi de inmediato. PC Engine merecería prácticamente un reportaje por sí sola, en Nintendo 64 tenemos el Snowboard Kids 2 (PAL), vendido solo en Australia, y en PlayStation 2 hay alguno con el precio hinchadísimo, como Dark Cloud de Level-5 precintado o Shin Megami Tensei: Devil Summoner.
No todas las anécdotas van a ser batallitas de abuela Cebolleta. Existen curiosidades contemporáneas, como el NBA Elite 11, que debía lanzarse en 2010 y acabó cancelándose porque, según la propia Electronic Arts, la calidad no llegaba al mínimo exigido y hubiera afectado negativamente a la marca. La decisión de última hora causó mucha controversia, pues tan solo faltaban 8 días para su salida al mercado. Ni siquiera Kevin Durant, que ejerció de imagen ese año, llegó a recibir su copia de rigor. La existencia de las unidades manufacturadas se descubrió por la subasta de una de PlayStation 3 en Ebay, donde alcanzó los 255 dólares.
Quien tiene un cartucho, tiene un tesoro
Es el estado del producto lo que establece su rango de precios. El baremo que se usa habitualmente diferencia entre nuevo de fábrica (precintado, nunca abierto, "new", "sealed", "new in box" o "NIB", "mint") y completo con caja e instrucciones ("complete in box" o "CIB"). Los primeros son los que adquieren el precio máximo. Sin embargo, es muy común que los juegos completos, incluso si son de segunda mano e independientemente de su condición física, alcancen también cifras considerables, sobre todo si son anteriores a la era de los 128 bits. Una caja rota o deformada debería rebajar su precio, pero no suele ser así por estos lares.
A partir de ahí, pueden encontrarse los juegos a los que les falta algún elemento del packaging, como las instrucciones o las famosas spine card (un pequeño cartón doblado que cubría el lateral de las cajas de CD en los juegos japoneses como recurso estético y que en Occidente solo vimos usarse para Mega CD). Puesto que comprar el cartucho suelto es mucho más económico, es una práctica extendida entre los aficionados la de imprimir y crearse sus propias carátulas. Por supuesto, también existen páginas dedicadas a vender reproducciones de esas delicadas cajas de cartón, que son las que peor sobreviven al paso del tiempo.
Pero no todos los títulos raros suben su precio. Algunos son tan desconocidos, incluso entre los propios jugadores, que mantienen un estándar coherente a su antigüedad, como si siguieran en 2005, sin que les afecte el ansia coleccionista que vivimos en nuestros días. El único escollo, tal vez, sea encontrar alguna unidad a la venta, pero con paciencia se puede conseguir sin que el precio suponga un problema.
Con la expansión del sector, las tiradas aumentaron y el valor limitado adquirió un carácter intencionado. Por supuesto que sigue habiendo títulos que apenas duran un suspiro en tiendas, en especial juegos de nicho y propuestas de mediano presupuesto. Puede que algunos, por su escaso stock, se queden fijos en los 40-70 euros, nada comparable con el precio medio de lo que vale un juego nuevo de épocas anteriores. Y es difícil que esto cambie.
La generación de PlayStation 3, Xbox 360 y Wii dio a luz una nueva práctica que, si bien ya existía de antes —y plenamente extendida en el mercado nipón—, no había sido más que anecdótica en Occidente. Irónicamente, las ediciones para coleccionistas, cuya propia definición las delimita a ser algo exclusivo y pensado para los fans, pasaron a ser casi una obligación para las compañías. Ya sea el próximo The Elder Scrolls o el juego de rol más raruno, lanzar una edición especial te garantiza rascar algunas ventas adicionales. Promover la compra legal del título mediante incentivos, apelar a esa urgencia del consumidor cuando el producto que ofreces se puede agotar, etc. Existen muchos motivos beneficiosos por los cuales se ha popularizado este hecho.
Sin embargo, la proliferación de ediciones limitadas no siempre responde a cuestiones tan legítimas. No hay que darle muchas vueltas para percatarse uno de que el precio adicional que se paga por esos extras es, en muchos casos, injustificado. Lanzar ediciones para coleccionistas se convirtió en una manera más de vender tu juego por 80-100 euros. Y, desde ese punto, vivimos un par de años especialmente agresivos, con precios que se disparaban a los 150-200 euros. La respuesta no debió ser muy positiva, puesto que no tardó en revertirse la tendencia. Para entonces, la era digital ya se nos había zampado y los DLC tales como trajecitos, armas o misiones pasaron a ser parte importante de algunas ediciones.
El techo de lo absurdo llegó con el lanzamiento de las ediciones especiales en los lanzamientos de nuevas IP. ¿Cómo se puede ser fan de un universo que todavía no conoces? No hablamos de incluir el típico librillo de arte y la banda sonora, que siempre son complementos interesantes desde un punto de vista creativo, sino de crear toda una serie de contenidos cuyo único propósito es servir de marketing y aumentar beneficios. En una perspectiva estrictamente purista, no tiene ningún sentido que un juego como Watch Dogs se lance con una edición repleta de virguerías, pues el que compra no tiene aún opinión. Y este, junto a la disonancia entre la exclusividad prometida y el stock excesivo, son algunos de los motivos por los cuales acaban acumulándose en tiendas y traicionando su condición de producto limitado. Al final, los más pacientes pueden llevarse el juego a casa, junto a todos los extras, por precios de escándalo.
Nótese que no es esta una norma escrita. El consumidor nunca puede saber con certeza si la edición coleccionista en la que está interesado tendrá una tirada más o menos profusa. Reservar cuanto antes es la única garantía que se tiene de que no vas a acabar buscándola en la reventa, donde se llegan a pedir verdaderas barbaridades por aquellas más buscadas: la de Bravely Default con esa figura de dudoso encanto, la caja de Pandora de God of War III y el precioso cofre de Uncharted 3: La Traición de Drake son algunas por las que no pagarás menos de 300 euros. Y, de ahí, el capricho ya puede llegar hasta donde considere el vendedor.
Otro producto curioso para cualquier coleccionista son los press kit o ediciones de prensa. Aparte de los típicos discos de serigrafía olvidable, algunas empresas crean presentaciones específicas para las copias destinadas a medios de comunicación. Estas sí son verdaderamente exclusivas, mucho más que cualquier edición comercializada, y a veces traen contenidos realmente llamativos. Pero más allá del merchandising, se pueden dar casos como el de DuckTales Remastered. Para la ocasión, Capcom recuperó el clásico y lo insertó en 150 cartuchos dorados, repartidos entre la prensa norteamericana. Si el original de NES ya está bien valorado, hacerse con uno de estos tiene que costar una pequeña fortuna.
De todos modos, no es necesario hacerse con reliquias de tal índole para llegar a tener una colección opulenta. Muchas de las grandes colecciones conocidas no dependen tanto de la búsqueda de la rareza, sino del completismo.
El récord Guinness lo ostenta, desde 2013, Michael Thomasson con 10.607 títulos en su poder. Hace más de tres décadas, este estadounidense de 45 años empezó su hobby de la manera natural que hemos descrito al principio del artículo, pero en 2011 se propuso entrar en el famoso libro de hazañas, para lo cual invirtió unos 3.000 dólares anuales, siempre buscando la mejor ganga. Como apunta él mismo: "el último juego que compré de lanzamiento fue Shenmue, en el año 2000". Para bien o para mal, tras conseguir el certificado no tardó ni medio año en sacar la colección a subasta, que se vendió por más de 750.000 dólares. Esto es una media de 70 dólares por juego, descabellado para ciertos títulos y un auténtico chollo por los 2.600 conservados en su precinto original.
No es inusual que los grandes coleccionistas se acaben desprendiendo de todo. La cantidad de dinero necesaria para alcanzar este punto es considerable, por eso mismo es extraño el que no tenga sus contactos y fuentes para buscar los mejores precios. Visto así, el beneficio que se obtiene al vender la colección entera es muy superior al capital invertido para formarla, por lo que se convierte en una opción muy tentadora, especialmente cuando se cambia de aficiones o llega algún revés de la vida.
Para nada hay que confundir este hecho con una de las peores facetas del mundillo: los especuladores. Se trata de aquellas personas que compran algo codiciado con el único propósito de revenderlo después a un precio superior y, así, sacar un beneficio monetario. Los hay que se suben al carro cuando cierto producto escasea, mientras que otros se dedican a ello a tiempo completo. Incluso existen tiendas (y esto es algo que no ocurre con grandes cadenas) que se guardan el poco stock que llega del distribuidor para sacarlo directamente a los canales de reventa, como sucedió con la Nintendo 3DS negra de The Legend of Zelda: Ocarina of Time.
Recientemente hemos vivido una oleada de especulación intensa con los dichosos amiibo. El poco stock que Nintendo repartía en tiendas españolas acababa, en su mayoría, en manos de gente que solo los compraba para revender. Así es como llegamos a una situación disparatada en que el aficionado real no conseguía el producto deseado y su "única" opción era comprarlo, más caro, a un particular. Realmente no era esta la solución, sino ser paciente hasta que vinieran nuevas remesas. El problema es que había incertidumbre general por si ciertos personajes volverían a ser editados, por lo que los más oportunistas se llenaron los bolsillos a base de vender Little Macs y Estelas a 70 euros. Esta fiebre finalizó durante el presente mes, pues el abastecimiento abundante de amiibo ya es un hecho en toda España.
Por último, no podemos dejar de mencionar algunas comunidades fantásticas para el coleccionista de videojuegos, donde tienen bases de datos repletas de información y artículos detallados al respecto de versiones, precintos y otros temas la mar de útiles para el que quiera profundizar en materia. Como página española está Beta-Zero y, ya en el ámbito internacional, Rarity Guide para el cálculo de precios de forma automatizada (versión americana) o RetroCollect, así como muchas otras dedicadas a plataformas o compañías concretas.
Luego están las enfocadas a la organización de la colección personal: Backloggery es un clásico que sigue siendo apuesta segura para el que no quiera bucear entre fichas predeterminadas y sus fallos habituales (títulos repetidos, carátulas mal puestas, juegos que faltan, datos erróneos...), pero a cambio ofrece una interfaz que puede ser excesivamente arcaica. En contrapartida hay opciones muy modernas y visuales como PlayFire, con un marcado componente social, o VGCollect. También en las tiendas digitales de móviles hay aplicaciones destinadas a tal fin, una alternativa cómoda para el que quiere llevar un registro encima mientras está visitando las tiendas.
En definitiva, el mundillo del coleccionismo es fascinante por todo lo que alberga: curiosidades, rarezas y anécdotas que han sido parte de la historia de este sector. Quizá no estés dispuesto a gastarte miles de euros o visitar diariamente los últimos anuncios de Ebay, pero es una faceta de nuestra afición que hay que respetar y tener en consideración. La sola labor de preservación que ejercen muchos de sus protagonistas es encomiable y, si bien es habitual oír o leer desprecios al respecto de las grandes sumas de dinero que se llegan a pagar, cualquiera que ame los videojuegos encontrará su punto de interés en ello.