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¿Cuál es el mejor juego de The Legend of Zelda? - TOP 19

Regresamos una vez más a Hyrule para empuñar la Espada Maestra, recibir la Trifuerza del Valor y escoger nuestros juegos favoritos de la legendaria saga de Nintendo.

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  • Hablar de The Legend of Zelda es hacerlo de una de las sagas más importantes e influyentes de toda la historia. Una serie con una media de calidad tan altísima que nos ha dejado varias obras maestras que han supuesto, de un modo u otro, un antes y un después en la industria. Por ello, la simple idea de intentar ordenar sus entregas de peor a mejor es algo que se nos antoja complicadísimo, ya que la inmensa mayoría son tan buenas que la elección entre una y otra para según qué puestos al final es algo que suele responder a los criterios personales de cada uno.

    De hecho, si algo tiene esta saga son aventuras con enfoques muy distintos y no todos nos tienen que gustar por igual, por no hablar del impacto que suele causar en cada jugador "su primer Zelda", lo que acaba influyéndonos más de lo que podría parecer a la hora de quedarnos con una entrega frente a las demás. Sin embargo, en Vandal nos gusta el riesgo y tras consultarlo con la diosa Hylia hemos decidido lanzarnos a la piscina y actualizar nuestro top particular de esta legendaria serie para incluir en él a su entrega más reciente y actual, The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, un auténtico fenómeno tanto de críticas como de ventas. ¡Comenzamos!

    19. The Legend of Zelda: Four Swords Adventures (2005)

    Comenzamos nuestra lista con uno de los juegos más desconocidos de la saga, ya que se lanzó en GameCube y distaba de ser un Zelda al uso. No en vano, tal y como su propio nombre indica, fue un juego que nació partiendo de la base vista en Four Swords, el modo multijugador de la versión de GBA de The Legend of Zelda: A Link to the Past, aunque la expandió muchísimo para darle entidad propia y convertirla en un título independiente. Así pues, nos tocaría controlar a cuatro Links que debían colaborar para superar una serie de fases más o menos lineales repletas de combates, puzles y retos.

    Si bien se podía jugar en solitario controlando a los cuatro personajes y cambiando la formación en la que marchaban, la experiencia se resentía muchísimo si no jugábamos en compañía, ya que toda la aventura estaba diseñada para ser disfrutada junto a otros tres jugadores, disparando la diversión e incluso los piques con leves toques competitivos en la recolección de rupias. ¿El problema? Necesitábamos una GameCube con el juego, cuatro GBA y cuatro cables para conectar las portátiles con la consola de sobremesa y usarlas como mando. Esto se debe a que cuando entrábamos en interiores, la acción pasaba a la pantalla de GBA, favoreciendo así una dinámica muy interesante que permitió crear situaciones y puzles inesperadamente sorprendentes.

    Pese a lo que podría parecer, jugado a cuatro era un juego divertidísimo y enormemente disfrutable, aunque por culpa de sus elevados requisitos muy pocos pudieron llegar a experimentar todo el potencial que escondía. Además, a nivel gráfico era bastante discreto (aunque muy bonito en lo artístico) y algunas fases se resentían y caían en la repetición de ideas explotadas previamente, motivo por el que hemos decidido colocarlo en lo más bajo de este top.

    18. Zelda II: The Adventure of Link (1987)

    Zelda II: The Adventure of Link es para muchos "el patito feo" de la serie, algo que no quiere decir, para nada, que sea un mal juego, aunque sí "un mal Zelda". Tras el arrollador éxito de su primera entrega, Nintendo no se lo pensó dos veces y en cuestión de once meses nos ofreció su secuela para NES, una aventura que no fue precisamente lo que muchos esperaban, ya que se cambió por completo la fórmula jugable de su predecesor. Sí, el objetivo seguía siendo encontrar una serie de mazmorras y completarlas mientras viajábamos por un amplio mundo, aunque esta vez se decidió virar hacia una experiencia más cercana a los JRPG de la época.

    Introdujo pueblos, un mapamundi, la posibilidad de mejorar a nuestro personaje consiguiendo experiencia y subiendo de nivel, y las mazmorras y combates pasaron a desarrollarse en 2D, como si de un juego de plataformas se tratase (teníamos hasta vidas). Muchos cambios que no terminaron de convencer ni cuajar y a los que debemos sumar una dificultad desmedida y mal equilibrada que requería de no poco "grindeo" para avanzar con garantías, un sistema de guardado desesperante, un diseño de niveles que no pasaba de lo simplemente correcto en la mayoría de ocasiones y un desarrollo muy críptico que hacía que siempre nos sintiésemos perdidos y sin saber muy bien qué hacer para progresar. Pese a sus defectos, se trata de un juego entretenido y muy único que introdujo algunos elementos que se convertirían en un estándar dentro de la serie, pero si lo comparamos con otras entregas, queda claro que se queda muy atrás.

    17. The Legend of Zelda: Phantom Hourglass (2007)

    The Legend of Zelda es una saga que siempre ha intentado, de una manera u otra, aprovechar las tecnologías y características únicas de las consolas de Nintendo para crear experiencias que de otro modo no serían posibles, así que para su primera incursión en Nintendo DS con Phantom Hourglass se apostó por cambiar los controles clásicos de toda la vida por un sistema completamente táctil, una decisión que, sinceramente, no nos terminó de convencer y nos pareció algo forzada, a pesar de que contaba con algunos detalles muy interesantes, como poder trazar la trayectoria de algunos de nuestros objetos o ver el mapa en la pantalla inferior en todo momento.

    Por lo demás, el título seguía las bases habituales de la saga, invitándonos a navegar por el mar para explorar islas y encontrar las mazmorras que debíamos completar. Sin embargo, moverse en barco por el mapa era bastante aburrido y los combates que librábamos con él dejaban mucho que desear, el títulos nos obligaba a volver numerosas veces a una mazmorra en la que debíamos avanzar en sigilo y que probablemente esté entre las más tediosas y sosas de la saga, y el diseño de niveles no pasaba de lo simplemente correcto, con puzles bien planteados y poco más. Dicho así quizá hemos podido parecer muy duros con él, pero no os confundáis, ya que a pesar de ser un Zelda "menor", se trata de un juego que, ante todo, es muy entretenido y tiene una facilidad altísima para hacernos pasar un muy buen rato a poco que nos guste la fórmula de la serie.

    16. The Legend of Zelda: Tri Force Heroes (2015)

    Muchos años después de Four Swords Adventures, Nintendo volvió a intentarlo con una nueva entrega centrada en el multijugador y el resultado fue Tri Force Heroes, una aventura en la que tres Link debían colaborar para superar todo tipo de desafíos y salvar a una princesa de la temible maldición que le impedía quitarse un horrendo vestido con muy poco estilo. Con esta premisa argumental os resultará fácil entender el tono tan desenfadado y en clave de humor que tuvo el juego, algo que también se tradujo en la posibilidad de crearnos todo tipo de estrambóticos trajes con los objetos que consiguiésemos en cada fase.

    En lo jugable, introdujo nuevos movimientos cooperativos, como la posibilidad de que los jugadores pudiesen agarrarse y apilarse entre ellos para llegar a lugares de otro modo inaccesibles, una dinámica que se aprovechaba de formas muy ingeniosas durante todo el juego. Su multijugador era divertido a rabiar, con multitud de niveles muy bien diseñados, retos opcionales y jefes que exigían mucha coordinación, pero en solitario era todo lo contrario: tedioso y aburrido hasta decir basta, ya que debíamos controlar a cada personaje uno a uno, convirtiendo el viaje en un auténtico engorro. No va a pasar a la historia de la saga, pero si tenéis la oportunidad de quedar con vuestros amigos para jugarlo y probarlo, no lo dudéis, ya que es una de las experiencias cooperativas más recomendables y divertidas de Nintendo 3DS.

    15. The Legend of Zelda: Spirit Tracks (2009)

    Tras Phantom Hourglass, Nintendo se animó a lanzar otra entrega para Nintendo DS con Spirit Tracks, un juego que mejoró muchísimo lo visto en su predecesor, ofreciéndonos un desarrollo y unas mecánicas algo más clásicas y tradicionales que no se preocupaban tanto por sacarle partido a las características únicas de la portátil. Eso sí, los controles seguían siendo táctiles, aunque al menos esta vez se justificaron mejor con la inclusión de ciertos sistemas muy bien pensados, como la posibilidad de trazar las rutas que seguiría Zelda al poseer armaduras, algo que favorecía unos puzles muy divertidos e ingeniosos que requerían de la colaboración de ambos personajes y la planificación de nuestros movimientos para resolverlos.

    A nivel narrativo también ganó y le supo dar muchísima personalidad a la princesa titular, los jefes nos sorprendían con algunas batallas muy bien planteadas y, en general, fue mucho mejor juego. Eso sí, el tener que movernos en un tren por el mapa se quedó lejos de ser una buena idea y a las mazmorras les faltó algo de chispa en su diseño para poder entrar en la liga de los grandes de la saga.

    14. The Legend of Zelda (1986)

    Llegamos finalmente al juego que lo empezó todo, una aventura para NES única y adelantada a su tiempo con la que Shigeru Miyamoto dio forma a toda una leyenda de los videojuegos y nos hizo sentir como auténticos héroes mientras recorríamos las desoladas tierras de Hyrule buscando la entrada a sus múltiples mazmorras con el objetivo de reunir la Trifuerza, derrotar al malvado Ganon y salvar a la princesa Zelda.

    Con una perspectiva aérea debíamos explorar un mapa repleto de peligros, misterios, secretos y tesoros para fortalecernos y poder combatir con nuestra espada y otras armas a las letales criaturas que poblaban cada rincón de un reino destruido en el que los pocos supervivientes malviven escondidos en cuevas. El título nos dio muchísima libertad para ir a donde quisiéramos, tanta que no era raro perderse por él y Nintendo tuvo que incluir un mapa dentro de la caja del juego para ayudarnos a orientarnos y saber, al menos, dónde estaban las primeras mazmorras.

    Una odisea única para su época, divertidísima, desafiante y que asentó unas bases que influirían en multitud de juegos posteriores. Quizá algunos puzles y secretos eran demasiado rebuscados y no siempre respondían a una lógica clara, y las mazmorras tenían ciertos picos de dificultad muy frustrantes, unos defectos que no impidieron que nos lo pasáramos en grande con él ni que se convirtiese en la legendaria obra que es hoy en día.

    13. The Legend of Zelda: Oracle of Seasons (2001)

    La colaboración de Capcom con Nintendo dio como resultado tres entregas de The Legend of Zelda fantásticas y una estrategia comercial muy curiosa con las dos primeras, ya que tanto Oracle of Ages como Oracle of Seasons se lanzaron para Game Boy Color como juegos complementarios. Por sus nombres y la forma de promocionarse se podría pensar que son el mismo juego pero en dos ediciones distintas y con ligeras diferencias entre ambas, siguiendo la moda impuesta por Pokémon en la veterana portátil de 8 bits.

    Sin embargo, esto no puede estar más alejado de la realidad, ya que son dos títulos (inicialmente iban a ser tres) completamente distintos y con su propia historia, mundo, mazmorras y mecánicas. A efectos prácticos, lo que hizo Capcom fue sacarse de la manga dos entregas de la serie a la vez y ambas de una calidad incuestionable, siguiendo a grandes rasgos los pasos de lo visto en The Legend of Zelda: Link's Awakening en lo que a gráficos y jugabilidad se refiere. La gracia estaba en que al terminar uno de ellos nos daban un código que si introducíamos en el otro juego nos permitiría iniciar una nueva partida en la que acabaríamos llegando al verdadero final de la bilogía, lo que nos llevaría a enfrentarnos al auténtico villano de la función.

    De los dos, Oracle of Seasons sería el rival más débil, ya que cuenta con una historia menos interesante que su contrapartida, mazmorras algo más básicas y demasiado centradas en el combate, y un desarrollo que podía resultar un tanto engorroso al tener que manipular las estaciones para modificar y transformar el entorno, dándonos así acceso a lugares y eventos necesarios para avanzar. Si bien esta dinámica era muy sorprendente para GBC y estaba ingeniosamente aprovechada de formas muy originales, solía romper el ritmo de la aventura y nos obligaba a dar muchos pateos adicionales. A pesar de ello, tal y como hemos dicho antes, se trata de un juegazo repleto de virtudes, un gran Zelda y uno de los mejores cartuchos de todo el catálogo de Game Boy, lo que no es decir precisamente poco.

    12. The Legend of Zelda: A Link Between Worlds (2013)

    Cuando Nintendo anunció que, más de 20 años después, estaban trabajando en una secuela directa de The Legend of Zelda: A Link to the Past, uno de los juegos más importantes y aclamados de la historia, sabíamos que probablemente no lo superaría, pero eso no impidió que nos emocionáramos y se nos pusieran los pelos de punta recorriendo una vez más un mapa muy familiar, pero con cambios importantes, mientras viajábamos entre el mundo de la luz y el de la oscuridad en una odisea maravillosa, con un desarrollo muy ágil, puzles muy bien pensados y unas mazmorras estupendas y con un diseño estudiadísimo. Y todo ello mientras sacaba partido al efecto tridimensional de Nintendo 3DS como ningún otro juego y añadía mecánicas tan interesantes como la posibilidad de convertirnos en una pintura de la pared para desplazarnos por lugares imposibles.

    Además, a pesar de lo que podría parecer, fue una entrega que se atrevió a romper ligeramente los cánones de la saga y experimentar con nuevas ideas, dándonos una mayor libertad para superar las mazmorras en el orden que quisiéramos con un peculiar sistema de alquiler de objetos. Lo malo es que esto se cargó de un plumazo la habitual curva de dificultad y esta apenas subía con el paso de las horas, por lo que todos los calabazos acababan resultando muy sencillos y fáciles de resolver, a pesar de lo divertidos y entretenidos que eran. Sea de un modo u otro, un juegazo que merece muchísimo la pena y que encima cuenta con un apartado audiovisual de lujo, regalándonos una de las mejores bandas sonoras de toda la serie.

    11. The Legend of Zelda: The Minish Cap (2004)

    Tras los fantásticos Oracle of Ages y Oracle of Seasons, Nintendo volvió a confiar en Capcom para que se encargara de una nueva entrega portátil y el resultado no fue otro que The Minish Cap, una de las mejores aventuras que tuvimos el placer de jugar en GBA. Para esta ocasión se apostó por crear una nueva amenaza a la que deberíamos derrotar, aunque para ello deberíamos recorrer también un mundo diminuto reduciendo nuestro tamaño, algo que sirvió para crear puzles muy llamativos y condicionar nuestro avance de formas muy inteligentes, convirtiendo objetos y elementos mundanos en toda una amenaza cuando empequeñecíamos.

    El desarrollo del juego era divertidísimo y tenía un ritmo envidiable, ya que siempre iba al grano y no se perdía con rodeos innecesarios. Sí, el mapa no era muy grande, pero estaba aprovechado hasta sus últimas consecuencias, haciendo de cada uno de sus rincones algo que merecía la pena explorar. ¿Su mayor defecto? Se hacía cortísimo, ya que sus cuatro mazmorras principales se antojaban algo escasas, aunque lo bien que nos lo pasábamos en ellas y las ideas tan originales que tenían tras su diseño nos ganaron por completo, regalándonos incluso unos jefes finales muy elaborados, intensos y espectaculares. Sin duda, una joya atemporal que sigue siendo hoy igual de disfrutable que hace tantos años.

    10. The Legend of Zelda: Skyward Sword (2011)

    The Legend of Zelda: Skyward Sword es una de esas entregas que resultaron un tanto divisivas, encantando a unos y decepcionando a otros, pero en nuestra opinión es todo un juegazo que hizo innumerables cosas bien y consiguió dejarnos una huella imborrable. El título llegó justo a tiempo para el 25 aniversario de la serie y en Nintendo quisieron celebrarlo narrándonos el origen de la interminable leyenda. De este modo descubriríamos cómo fue la forja de la Espada Maestra, cómo nació el Reino de Hyrule e incluso el motivo por el que siempre que el mal regresa, un héroe se alza contra él, entre otros detalles que a nivel argumental y narrativo hicieron las delicias de cualquier fan. De hecho, fue un juego que consiguió que realmente empatizáramos con Zelda y quisiéramos hacer lo imposible para salvarla, algo que muy pocos títulos han conseguido y que en este caso se hizo de una manera exquisita al presentárnosla como nuestra amiga de la infancia y no como un miembro de la realeza.

    En lo jugable tuvimos una aventura que seguía las directrices clásicas de la serie: explorar el mundo, encontrar mazmorras, superarlas y obtener nuevos objetos con los que abrirnos camino. Sin embargo, esta vez los combates ganaron mucha importancia gracias al uso del Wii Motion Plus, con el que podíamos mover el mando como si fuese una espada para realizar todo tipo de tajos y estocadas mientras nos defendíamos e intentábamos superar la guardia del enemigo con cortes precisos. Esta apuesta por los controles por movimiento no fue del gusto de todos, pero nosotros no tuvimos grandes problemas con ellos y nos lo pasamos genial sintiéndonos como auténticos espadachines mientras buscábamos la manera de acertar en el punto débil de nuestros rivales. De hecho, esto propició que disfrutásemos de algunos de los mejores jefes de toda la serie y de una recta final simplemente espectacular y repleta de emocionantes combates.

    Y mucho ojo, ya que esta vez no solo las mazmorras eran una genialidad en lo que a diseño se refiere, sino también las zonas previas a ellas, las cuales podríamos considerar como verdaderas mazmorras en sí mismas por la cantidad de cosas que teníamos que hacer para avanzar. Eso sí, esto se cobró su peaje en un mundo que perdió unidad y estaba demasiado fragmentado, restándonos algo de libertad y haciendo que nuestro avance por él fuese extremadamente lineal. Además, el juego tardaba muchísimo en arrancar y se preocupaba tanto en llevar al jugador de la mano que podía llegar a agobiar y aburrir con sus incesantes tutoriales. Sin duda, unas primeras horas muy mejorables, pero que bien merecía la pena superar por todo lo que luego nos aguardaba: una aventura en mayúsculas y con un apartado audiovisual precioso.

    9. The Legend of Zelda: Oracle of Ages (2001)

    Probablemente a muchos de vosotros os extrañe ver Oracle of Ages por encima de títulos como Skyward Sword, algo que no hace más que demostrar el enorme trabajazo que hizo Capcom con esta entrega de Game Boy Color, capaz de competir con algunas de las vacas sagradas de una serie cuyos juegos rara vez bajan del sobresaliente. Si Oracle of Seasons tenía sus más y sus menos, con Ages la desarrolladora japonesa lo bordó por completo, dejándonos con uno de los mejores Zelda portátiles que se han hecho nunca.

    A diferencia de su contrapartida, aquí no tendríamos que cambiar las estaciones, sino viajar entre el pasado y el presente, unos viajes temporales que se convertían en la dinámica general de todo el juego, propiciando que sus desarrolladores pudieran crear ingeniosos y sorprendentes puzles que debíamos resolver para progresar a través de su mundo. La cosa iba todavía más allá cuando nos adentrábamos en sus mazmorras, ya que cuenta con algunas de las mejores de toda la serie en lo que a diseño se refiere. Por si fuese poco, la historia también nos dejó muy buenos momentos con una villana realmente cruel y despiadada y, en líneas generales, es una odisea a la que cuesta mucho sacarle pegas. Una obra redonda que ha aguantado de maravilla el paso del tiempo, nunca mejor dicho.

    8. The Legend of Zelda: The Wind Waker (2003)

    Pocos juegos en la historia de la industria han recibido tanto rechazo inicial por parte del público como The Legend of Zelda: The Wind Waker. Cuando se presentó por primera vez y Nintendo hizo públicas sus primeras imágenes, mostrándonos un Link cabezón, caricaturesco y de dibujos animados, las primeras reacciones no se hicieron esperar y no fueron especialmente positivas, recibiendo injustas críticas simplemente por no ser lo que muchos esperaban que fuese: un Zelda oscuro y de estética más o menos realista que siguiese las líneas impuestas por Ocarina of Time y Majora's Mask.

    Por suerte, el tiempo acabó por darle la razón a la atrevida apuesta de Nintendo y con su lanzamiento se cerraron multitud de bocas, ya que esta nueva aventura de Link para GameCube acabó siendo una maravilla en todos los sentidos posibles e imaginables, incluso en lo visual y artístico, hasta el punto de popularizar el uso del cel shading en la industria por los increíbles resultados que se obtuvieron.

    En lo jugable seguía siendo un Zelda puro y duro, aunque con un sistema de combate refinado y más dinámico y con un mundo que cambiaba las grandes extensiones de tierra por un mar por el que debíamos navegar para llegar a diferentes islas, encontrar tesoros y descubrir las entradas de las mazmorras que nos tocaría superar. Una odisea absolutamente encantadora, bien diseñada, repleta de objetos y puzles muy originales, grandes momentos y carismáticos personajes. Hasta en lo narrativo funcionó genial, dejándonos para el recuerdo algunas secuencias inolvidables.

    Si no hemos situado a The Wind Waker algo más arriba en nuestra lista es por culpa de algunos fallos que acabaron empañando ligeramente una experiencia a la que pocas cosas se le pueden criticar, como la necesidad incesante de cambiar la dirección del viento para navegar o los evidentes recortes que sufrió a última hora durante su desarrollo, propiciando una recta final algo apresurada y muy tediosa en la que debíamos encontrar a lo largo y ancho del mar los fragmentos de la Trifuerza, estropeando un juego que hasta ese momento había sido prácticamente perfecto. Por suerte, estos problemas fueron corregidos, en mayor o menor medida, con su remasterización de Wii U, una versión que terminó de poner la guinda a una leyenda mágica que muchos no dudarían en señalar como su favorita. Y con razón.

    7. The Legend of Zelda: Twilight Princess (2006)

    Rara vez hemos visto a Nintendo desarrollar un juego pensando en contentar a los fans en vez de hacer lo que sus creativos consideran pertinente, pero con The Legend of Zelda: Twilight Princess la compañía escuchó el clamor popular que pedía una nueva entrega de la saga que siguiera una línea artística y jugable similar a la de Ocarina of Time. Y justo tras The Wind Waker, esto fue lo que recibimos en un lanzamiento simultáneo para GameCube y Wii.

    De hecho, a Twilight Princess podríamos definirlo como un Ocarina of Time hipervitaminado con una de las ambientaciones más oscuras e inquietantes que ha tenido nunca la serie hasta la fecha. Fue un juego que pisó sobre seguro y que apenas arriesgó, pero que nos dejó uno de los Zelda más pulidos de toda la saga, con unas mazmorras espectaculares, grandes, genialmente diseñadas y con mecánicas muy originales y sorprendentes. Además, su mundo estaba repleto de interesantes secretos y actividades secundarias, podíamos combatir a lomos de Epona, los jefes fueron una auténtica pasada y la historia, aunque clásica, estaba genialmente narrada y tenía un encanto muy especial.

    Pero si hay algo que aportó este juego al universo de la saga es, sin duda alguna, la mejor compañera que Link ha tenido nunca: Midna, un personaje con un carisma arrollador y que se aleja por completo de cualquier tipo de tópico para ofrecernos una heroína que se mueve por sus propios intereses personales y con una moralidad mucho más gris de lo habitual, conquistándonos con cada uno de sus diálogos y reacciones. Quizá esa falta de riesgo, un inicio desesperantemente lento, su escasa dificultad o sus poco interesantes controles por movimiento en la versión de Wii (la cual, por cierto, era equivalente a jugar en "modo espejo") lo alejan, por muy poquito, del top 5 de la serie. Pero, para nosotros, sigue siendo una obra maestra con una épica inigualable que nadie debería perderse.

    6. The Legend of Zelda: Majora's Mask (2000)

    Majora's Mask no es solo un Zelda único, es también uno de los videojuegos más especiales, originales y valientes de toda la industria. Lo que hizo Eiji Aonuma y su equipo con esta aventura es algo que no se ha vuelto a repetir, o al menos no con este nivel de detalle y maestría. Esta vez viajaríamos a Términa, un mundo paralelo en el que todo es muy similar a la Hyrule de Ocarina of Time (se trata de una secuela directa de dicho juego), pero a la vez diferente. Por desgracia, una terrorífica luna con cara está a punto de estamparse contra él y arrasarlo todo, algo que deberíamos impedir en el transcurso de tres días.

    Por suerte, gracias al poder de la Ocarina del Tiempo podíamos volver al primero de esos tres días y repetirlos una y otra vez hasta conseguir nuestro objetivo, como si se tratase del día de la marmota. Lo realmente mágico es que dependiendo del día y la hora sucedían unos eventos u otros, y muchos de ellos estaban interconectados de formas totalmente inesperadas y sorprendentes. Gracias a esto, acabaríamos conociendo a cada uno de sus habitantes, profundizando en sus historias e incidiendo en sus vidas de una forma u otra con un sistema de misiones secundarias único en su especie que todavía, 20 años después, nos sigue dejando con la boca abierta. Y si no nos creéis, solo tenéis que pasar unas horas en Ciudad Reloj para descubrir una de las ciudades más vivas, mejor construidas y más especiales que se han hecho nunca. Pocas veces en un videojuego nos hemos sentido tan apegados a sus NPC y hemos tenido la necesidad de salvar el mundo a toda costa para evitarles el aciago destino que les espera.

    Más allá de esto, el título era muy similar a nivel gráfico y jugable a Ocarina of Time, juego que usaba de base, aunque también se atrevió a añadir un sistema de máscaras mediante el cual podíamos convertirnos en seres de otras razas para usar sus habilidades y características únicas. Quizá sus mazmorras no estén entre nuestras favoritas de la serie y sus jefes, a excepción del combate final, dejaban mucho que desear, pero pocas pegas más se le pueden poner a una obra tan única como absorbente que nos hizo conocer de primera mano la presión del tiempo y la tristeza y melancolía de los últimos días de un mundo condenado a la extinción.

    5. The Legend of Zelda: Link's Awakening (1993)

    La primera aventura portátil de Link sigue siendo, tal y como ha demostrado su reciente remake para Switch, una auténtica maravilla que todavía no terminamos de comprender que fuese posible en una consola de 8 bits monocroma como Game Boy. En lo jugable, sigue más o menos los pasos de A Link to the Past, proponiéndonos recorrer un mundo repleto de secretos mientras buscamos la entrada a sus diferentes mazmorras, entre las que se incluyen algunas enormemente sorprendentes por su diseño (como la Torre del Águila) y con unos puzles fantásticos y tremendamente satisfactorios.

    Un título sin apenas fisuras con el que su equipo de desarrollo se lo pasó en grande, algo que se nota en cada segundo de la aventura, ya que se atrevieron a incluir todo tipo de locuras para hacer de su historia un viaje extraño y desconcertante, pero totalmente absorbente. Además, nos propuso un interesantísimo dilema moral al llegar a un inesperado giro de guion como pocas veces se había visto en un videojuego hasta el momento de su lanzamiento. Puede que fuese un Zelda portátil y no una ambiciosa entrega de sobremesa, pero os podemos asegurar que se trata de una joya que se ha ganado a pulso su lugar entre las más grandes leyendas. Simplemente imprescindible.

    4. The Legend of Zelda: A Link to the Past (1991)

    Cuando se habla de los mejores juegos de Super Nintendo siempre hay una serie de nombres que salen a la luz de forma inevitable y The Legend of Zelda: A Link to the Past es uno de ellos. Esto no es simple casualidad, ya que, al igual que otras entregas de la serie, fue una aventura adelantada a su tiempo y que causó un gran impacto entre todos los que tuvieron la suerte de disfrutarlo en el momento de su lanzamiento. No solo hablamos de un título que partió de la base del original y la mejoró hasta niveles impensables, sino de un juego exquisitamente diseñado y en el que todo funcionaba como un reloj: montones de geniales mazmorras, ítems que usar, secretos, puzles, buenos jefes y una historia clásica, pero muy bien hilada.

    Además, la dificultad estaba perfectamente medida, la exploración era un gustazo y su desarrollo era variado como él solo. Por si todo esto fuese poco, debíamos viajar a través de dos mundos interconectados. Es decir, contaba con dos mapas distintos, una virguería técnica y de diseño que no dejará de sorprendernos por lo bien que se aprovechó y las transiciones tan naturales que se producían entre uno y otro en nuestra búsqueda por encontrar la manera de llegar a ciertos lugares aparentemente inaccesibles. Sumadle un apartado audiovisual de lujo (su banda sonora sigue poniéndonos los pelos de punta) y tendréis uno de los mejores juegos que se han hecho jamás y uno de esos puntos de inflexión en la industria que ayudaron a elevar nuestro hobby favorito a un nuevo nivel de grandeza.

    3. The Legend of Zelda: Breath of the Wild (2017)

    Eiji Aonuma lo tenía muy claro con The Legend of Zelda: Breath of the Wild: crear un videojuego que supusiera para la saga y la industria del videojuego lo mismo que Ocarina of Time supuso en su momento, una tarea nada sencilla cuando aspiras a igualar a uno de los juegos más revolucionarios y aclamados de la historia en una época en la que parece que ya está todo inventado. Pero contra todo pronóstico, lo consiguió.

    Breath of the Wild llevó la saga a los mundos abiertos de una manera única y magistral, haciendo suyo un género para crear una aventura en la que no hay limitaciones y en la que somos nosotros mismos quienes tenemos que escribir la historia de nuestro viaje a lo largo de un mapa gigantesco y de una escala descomunal que, a efectos prácticos, funcionaba como una mazmorra, ya que había puzles, secretos y misterios de todo tipo hasta en su rincón más insospechado, obligándonos a prestar atención a nuestro entorno y a experimentar con él para obtener resultados realmente sorprendentes.

    Su premisa era muy sencilla: apáñatelas para hacerte más fuerte y cuando creas que estás preparado, dirígete al castillo de Hyrule para hacer frente al enemigo final y rescatar a la princesa. Si queríamos, podíamos ir a dicha batalla prácticamente desde el principio, aunque, evidentemente, esto requería de mucha habilidad para no ser liquidados de un solo golpe por no tener ni la fuerza ni el equipo necesario para ello. Gracias a esto la libertad era total, una filosofía que se llevó también incluso a sus fantásticos puzles, cuyas soluciones solían depender de nuestra creatividad e ingenio, ya que no había una única respuesta para superarlos.

    A esto hay que sumarle infinidad de pequeñas mecánicas muy rompedoras que nos permitían hacer prácticamente de todo y movernos por el mundo de una forma extremadamente satisfactoria y cómoda. Su atención al detalle tampoco se quedó atrás, hasta el punto de que, tres años después de su estreno, seguimos descubriendo cosas que desconocíamos, lo que demuestra el mimo y cariño que se puso en su producción. Y ojo a su apartado audiovisual, de los más bonitos de los últimos años.

    Una obra maestra única en su especie que cambió por completo nuestra concepción de lo que es vivir una aventura en un videojuego y de lo que debe ser un mundo abierto. No solo podemos catalogarlo como una de las mejores entregas de la saga, sino también como uno de los mejores juegos que jamás hemos tenido el placer de jugar y disfrutar.

    2. The Legend of Zelda: Ocarina of Time (1998)

    Si habéis llegado hasta aquí, os habréis fijado que hemos tenido que mencionar Ocarina of Time varias veces a lo largo de toda la lista, pues su influencia se extiende mucho más allá de la saga. No en vano, estamos hablando de un juego que marcó un antes y un después y cambió para siempre nuestro hobby favorito, estableciendo una serie de mecánicas y sistemas a la hora de interactuar con mundos tridimensionales que están presentes en casi cualquier videojuego actual, ya sea de un modo u otro. ¿Os imagináis ahora un juego de acción en el que no puedas fijar al enemigo? Pues es tan solo una de las cosas que le debemos a esta maravilla.

    Y ojo, no solo fue un juego revolucionario y adelantado a su tiempo, sino también una aventura mayúscula y con una ambición desmedida a la que muy pocos se atreven a mirar a la cara, con un mundo fantástico, repleto de cosas para hacer, secretos, misterios, puzles increíblemente originales y sorprendentes (¿en qué otro juego hay que dispararle una flecha al mismísimo sol?) y unas mazmorras que se nos quedaron grabadas a fuego: variadísimas, espectaculares y con unas dinámicas que funcionaban con la precisión de un reloj.

    Pero la cosa no se quedó ahí, ya que también contaba con un ciclo día y noche en tiempo real con un gran impacto en multitud de aspectos del juego. Además, Link comenzaba siendo un niño y llegados a un determinado punto de la aventura, pasaban siete años y crecíamos para convertirnos en el Héroe del Tiempo. El hecho de ser un crío o un adulto nos daba acceso a una serie de cosas u otras y el título nos permitía viajar en el tiempo entre ambos periodos temporales para resolver ciertas cosas, propiciando así la creación de rompecabezas que implicaban realizar cosas en ambas eras para que lo que hiciéramos en el pasado, tuviese su impacto en el presente.

    Como decimos, se trata de una obra monumental e impensable en 1998 que terminó de confirmar que los videojuegos son mucho más que simple entretenimiento y que las categorías de "arte" y "cultura" no les vienen tan grandes como muchos se piensan. Una joya atemporal que nos sigue emocionando como hace 25 años y a la que no nos sentimos capaces de hacerle justicia con simples palabras. Sin duda, uno de esos títulos que hay que jugar, por lo menos, una vez en la vida y al que muchos le debemos gran parte de nuestro amor por los videojuegos.

    1. The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom (2023)

    Puede que os parezca muy apresurada la decisión de colocar a Tears of the Kingdom en lo más alto del top de una saga tan legendaria como esta y con entregas tan revolucionarias e importantes como Ocarina of Time, una entrega que lleva, desde su lanzamiento, resistiéndose a ser destronada. Sin embargo, tras innumerables horas recorriendo esta nueva versión de Hyrule lo hemos tenido muy claro: la secuela de Breath of the Wild es el nuevo mejor videojuego de la historia y, por lo tanto, merecedor del primer puesto de esta lista.

    Un juego descomunal que recoge el testigo de su predecesor para ampliar su fórmula hasta límites que jamás llegamos a concebir. Con algo tan aparentemente simple como cambiar nuestras habilidades principales, sus desarrolladores han conseguido crear infinidad de nuevas mecánicas y herramientas que amplían nuestras posibilidades hasta el infinito para hacer que el único límite sea el de nuestra imaginación. No hay un solo puzle, evento o combate que no podamos resolver de montones de formas distintas, ya sea improvisando vehículos, fusionando objetos o combinando nuestros poderes para crear soluciones muy imaginativas. Gracias a esto, Aonuma y su equipo han creado una obra que nos permite expresarnos y jugar como queramos, huyendo de las imposiciones y limitaciones que tan presentes suelen estar en esta industria.

    Pero la cosa no se queda ahí, en una revolución jugable que es posible, entre otras cosas, por uno de los sistemas de físicas más avanzados y perfectos que se han hecho nunca, ya que Tears of the Kingdom es, ante todo, una maravillosa aventura capaz de sorprendernos cada segundo que le dediquemos. Su mundo está exquisitamente diseñado y resulta imposible dar dos pasos sin encontrarnos varias cosas que nos llamen la atención, regresan las mazmorras temáticas, los nuevos santuarios están inspiradísimos y son brutalmente ingeniosos, los nuevos rompecabezas son increíbles, la dificultad está genial medida, los nuevos jefes son todo un espectáculo, hay montones de nuevos enemigos y lugares, Hyrule está cambiadísima, se añaden dos mapas completamente nuevos en el cielo y en el subsuelo que están interconectados con la superficie sin tiempos de carga, hay infinidad de actividades y misiones secundarias interesantes y la historia es muy interesante, épica y emotiva. Y para rematar, una dirección de arte preciosa, una banda sonora fantástica y un doblaje español a la altura.

    Podríamos escribir muchos más párrafos sobre un juego que, por más horas que pasen, no deja de divertirnos y maravillarnos como ningún otro título del mercado lo ha conseguido jamás, pero si todavía no lo habéis jugado, probablemente queráis disfrutarlo por vosotros mismos sin que os arruinemos ninguna sorpresa. Sin duda, una nueva leyenda con la que la saga ha vuelto a hacer historia creando algo único y revolucionario que eleva, una vez más, a nuestro hobby favorito al siguiente nivel.

    Redactor