Hollywood tiene nueva estrella, aunque esta vez no tiene biografía, ni familia, ni pasado que rastrear en la prensa rosa. Se llama Tilly Norwood y es la primera actriz creada íntegramente con inteligencia artificial que, según confirman varios medios especializados, estaría a punto de firmar contrato con una agencia de representación real. Su irrupción ha generado un torbellino de conversaciones en los estudios, entre ejecutivos fascinados por la posibilidad de trabajar con intérpretes “a medida” y sindicatos que ven en ella una amenaza existencial para los actores de carne y hueso.
El personaje digital fue desarrollado por el estudio de IA Xicoia, que asegura que desde su presentación la presión de Hollywood ha cambiado radicalmente. “En febrero nadie se lo creía, en mayo todos querían hablar con nosotros”, explicaba el director del proyecto en declaraciones recogidas por Deadline. Ahora, apenas unos meses después, Tilly ya no es un experimento de laboratorio, sino un producto con potencial comercial, diseñado para rodar películas, campañas publicitarias o series sin las limitaciones humanas de horarios, contratos o escándalos mediáticos.
Del prototipo a la alfombra roja
La carrera de Tilly arranca en un contexto en el que los grandes conglomerados audiovisuales experimentan con inteligencia artificial en múltiples frentes. OpenAI ya prepara Critterz, su primer largometraje íntegramente desarrollado con IA, mientras Amazon ha invertido millones en proyectos de series generadas de manera artificial pese al escepticismo crítico. La idea de contar con intérpretes que no enferman, no piden vacaciones ni generan titulares incómodos resulta demasiado atractiva para una industria marcada por huelgas recientes de actores y guionistas.
Pero el entusiasmo empresarial choca con la desconfianza del público y los profesionales. Organizaciones como el SAG-AFTRA, el sindicato de actores en EE UU, ya advirtieron en 2023 y 2024 de los riesgos de la clonación digital y del uso de dobles creados por IA sin consentimiento. La entrada de figuras como Tilly Norwood abre un dilema aún mayor: ¿qué ocurrirá cuando una intérprete virtual pueda protagonizar una superproducción y competir en taquilla con actrices humanas como Zendaya o Florence Pugh?
Industria, sindicatos y público
Los expertos en cultura digital recuerdan que la legitimidad del cine se apoya en gran medida en la conexión emocional entre público e intérpretes. El carisma, los gestos y las imperfecciones forman parte del atractivo de una estrella. “Podemos fabricar imágenes perfectas, pero la vulnerabilidad humana es irreemplazable”, apuntaba recientemente la crítica cultural Sherry Turkle en The New Yorker. De momento, Tilly genera curiosidad, pero está por ver si los espectadores aceptarán un producto que sabe que no respira, no piensa y no siente.
A medida que 2026 se perfila como un año de anuncios masivos de nuevos proyectos con actores digitales, Hollywood se enfrenta a una encrucijada. La parte mala es que podría ser el mayor error estratégico desde el auge del 3D. Lo que está claro es que su irrupción plantea una pregunta incómoda: ¿seguiremos llamando “cine” al mismo arte cuando las estrellas que nos emocionan sean, literalmente, una ilusión algorítmica?















