Los modelos de inteligencia artificial ya no son una curiosidad tecnológica: se han convertido en parte del día a día de millones de personas. Desde generar textos, imágenes o música, hasta optimizar tareas laborales o simplemente pasar un buen rato, la IA está en prácticamente todos lados y todo apunta a que su presencia solo crecerá. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Incluso Sam Altman, CEO de OpenAI, reconoció hace tiempo un problema que muchos podrían pasar por alto: mantener ChatGPT cuesta dinero y mucho. Y lo peor es que no saben cómo rentabilizarlo.
ChatGPT está en números rojos: Sam Altman confirma 8000 millones de pérdidas este año para OpenAI y buscan nuevas soluciones
La IA ya supera al contenido humano en internet, pero con un matiz. ChatGPT cuenta con unos 800 millones de usuarios, y aquí está la sorpresa: el 95% utiliza la versión gratuita. Solo un 5% paga por el servicio. Mantener la plataforma activa no es barato: según cálculos internos, el coste diario ronda los 700.000 dólares, alrededor de 600.000 euros. Una cifra que obliga a reflexionar sobre la sostenibilidad de un servicio tan masivo.
Sam Altman no ignora la situación. Entre las ideas sobre la mesa para equilibrar las cuentas figura la monetización de Sora, la popular app para crear vídeos con IA, así como el desarrollo de dispositivos de hardware con inteligencia artificial integrada. En otras palabras, OpenAI busca nuevas vías de ingresos que vayan más allá de las suscripciones tradicionales.
Pero el drama financiero no es sorpresa. OpenAI espera cerrar el año con unas pérdidas cercanas a los 8000 millones de dólares. Altman ya había advertido del reto: "Nunca imaginé que tantas personas usarían ChatGPT a diario", confesó. Reconoció además que él mismo fijó los precios de las suscripciones de pago, con la expectativa de que fueran suficientes para generar beneficios. La realidad, por ahora, es otra.
En medio de este panorama, el debate sobre la IA se intensifica. Desde estafas digitales hasta polémicas por el uso de rostros de creadores famosos en apps como Sora2, la tecnología que promete cambiarlo todo también plantea dilemas legales, económicos y éticos que todavía estamos lejos de resolver.















