El 17 de agosto de 1972, un vecino de Escoriaza (Guipúzcoa) llamado Teodoro Martínez Ansorena removía tierra en el paraje de Axtroki, sin imaginar que estaba a punto de protagonizar uno de los hallazgos más enigmáticos e importantes de la arqueología vasca. Lo que descubrió fueron dos cuencos de oro, encajados uno dentro del otro, sin restos humanos ni objetos funerarios cerca, en una peña aislada del barrio rural de Bolívar. Un hallazgo tan extraordinario como desconcertante, que no tardaría en cambiar el modo en que entendemos el Bronce Final en el norte peninsular.
Una escena modesta con impacto histórico
La historia podría haber quedado como una simple anécdota local si no fuera por el párroco de Bolívar-Ugazua, quien comprendió el posible valor del hallazgo. Embalados en papel de periódico y metidos en una caja de zapatos, los cuencos fueron llevados al equipo de arqueólogos que excavaba en Irún.
Allí, Jaime Rodríguez Salís, Fermín Leizaola e Ignacio Barandiaran quedaron impactados: estaban ante dos piezas de oro laminado y martillado, decoradas con un refinamiento inusual para la región. El análisis confirmó que se trataba de objetos datados hacia el siglo VII a. C., dentro del periodo del Bronce Final, lo que los situaba entre los objetos más antiguos y singulares de oro hallados en Euskadi.
¿Cuencos rituales o coronas perdidas?
De 205 y 210 mm de diámetro, los cuencos fueron confeccionados mediante la técnica del falso repujado, trabajados desde el interior para generar relieves geométricos —círculos, bandas y líneas en zigzag— que los expertos vinculan con símbolos astrales o solares.
Aunque inicialmente se pensó que podrían haber sido recipientes de lujo, las investigaciones más recientes apuntan a un uso ceremonial o ritual. Incluso se ha planteado que en realidad no fueran cuencos, sino tocados rituales, parecidos a bonetes, utilizados por figuras religiosas de alto rango, como druidas o sacerdotes solares. La elección de Axtroki como lugar de depósito también se relaciona con una posible significación astronómica o sagrada, dada la singularidad topográfica del paraje.
La pureza del oro, su técnica de elaboración y su aislamiento hacen que los cuencos de Axtroki sean únicos en el panorama arqueológico peninsular. Su simbolismo sigue sin descifrarse del todo, pero son una prueba palpable de que la orfebrería ritual tuvo un papel importante en las creencias prehistóricas del Cantábrico interior.















