Desde Tiburón (1975), la figura del escualo ha sido víctima de una narrativa mediática que lo presenta como un monstruo asesino, acechando en las profundidades. Sin embargo, los últimos estudios científicos y expertos en biología marina invitan a mirar más allá del miedo y desmontan algunos de los mitos más persistentes sobre estos animales esenciales para el equilibrio del océano.
¿Los tiburones confunden a surfistas con tortugas marinas?
Aunque la idea está muy extendida, no hay pruebas concluyentes de que los tiburones confundan a los surfistas con tortugas. Es cierto que especies como el tiburón tigre se alimentan habitualmente de ellas, pero la teoría más respaldada por la comunidad científica apunta a otra confusión: la de los surfistas con focas o leones marinos.
Cuando un tiburón blanco observa desde el fondo a un humano tumbado sobre una tabla, con brazos y piernas extendidos, la silueta recuerda a la de un mamífero marino, su presa natural. Así lo sostienen biólogos como Ignasi Nuez Rodríguez, de la Universidad de Barcelona, y Marc Aquino Baleytó, del ICM-CSIC. Es, en definitiva, una interpretación errónea visual en un contexto de caza.
¿Los tiburones pueden oler una gota de sangre a kilómetros de distancia?
Este mito está basado en una capacidad real —su olfato es extraordinariamente fino—, pero ha sido exagerado. Algunas especies pueden detectar una parte de sangre por cada 10 millones de partes de agua, pero esto no equivale a percibir una gota a kilómetros. Factores como la dirección de la corriente, la salinidad o la temperatura del agua influyen de manera determinante, como explicó el biólogo George H. Burgess, director del International Shark Attack File.
Además, la sangre menstrual, que suele preocupar a muchas deportistas acuáticas, no tiene la misma composición que la sangre de una herida. Contiene mucosa, tejido endometrial y fluidos diversos, se libera de forma discontinua y en pequeñas cantidades, lo que reduce drásticamente su dispersión e impacto olfativo bajo el agua.
¿Los tiburones atacan porque quieren comerse a los humanos?
No. La mayoría de mordeduras a humanos son exploratorias. Los tiburones no tienen manos, así que “muerden para investigar”, como subraya Marc Aquino. De hecho, muchas de esas mordidas no se repiten, porque al primer contacto el animal detecta que no se trata de una presa habitual (como una foca o un pez graso). El 60 % de los ataques no son letales.
Solo tres especies —el tiburón blanco, el tigre y el toro— concentran la mayor parte de los ataques no provocados. De las más de 500 especies conocidas, menos de una docena son consideradas potencialmente peligrosas para los humanos.
¿Qué papel juegan los humanos en esta relación?
En muchos casos, los ataques están asociados a acciones humanas previas: el chumming (cebar el agua con carne), buceo demasiado cercano o prácticas de grabación. Los especialistas insisten en que, en el contexto global, los humanos suponen una amenaza infinitamente mayor para los tiburones que a la inversa.
De hecho, según el Marine Policy Journal, se calcula que cada año mueren más de 100 millones de tiburones por la pesca, especialmente para el comercio de aletas, lo que ha llevado a un colapso poblacional de algunas especies y a un desequilibrio ecológico severo.
¿Cómo ven y sienten los tiburones?
Su percepción va mucho más allá del olfato. Los tiburones combinan información visual, auditiva, táctil y electromagnética gracias a órganos sensoriales como las ampollas de Lorenzini, que les permiten detectar los campos eléctricos generados por otros animales. Esta capacidad les permite cazar incluso en condiciones de baja visibilidad, y los convierte en auténticas herramientas de calibración del ecosistema marino.
Los tiburones no son asesinos sedientos de sangre, sino especies clave que mantienen bajo control las poblaciones de peces presa y contribuyen a la salud de los arrecifes. Desmitificarlos no solo es un acto de justicia científica, sino una necesidad urgente para su conservación.















