Durante décadas, Industrial Light & Magic no solo fue sinónimo de innovación, sino el cimiento visual de la imaginación moderna. La empresa que George Lucas fundó para dar forma a los mundos imposibles de Star Wars cambió el cine para siempre, convirtiendo lo intangible en creíble, lo fantástico en icónico.
Fue el germen de toda una industria y un referente técnico, ético y creativo. Hoy, sin embargo, parece decidida a jugar en contra de su propio legado. Lo que han anunciado en las últimas horas es, prácticamente, un grave error.
La casa de los efectos especiales de Star Wars lanza una IA tan mala que parece una broma interna: están orgullosos de ello
En una reciente charla TED, Rob Bredow —veterano en ILM y actual gurú de sus avances tecnológicos— repasaba con orgullo la trayectoria del estudio y presentaba una de sus nuevas apuestas: el uso de inteligencia artificial generativa. Entre referencias al rejuvenecimiento digital de Harrison Ford en Indiana Jones y el Dial del Destino —que Bredow considera “de lo mejor jamás hecho en el campo” y eso que ese deepfake ha sido criticado—, el discurso iba construyendo una narrativa de respeto y modernización.
Ahí se presentó el llamado Star Wars Field Guide, una prueba de concepto que parecía una parodia sin intención de serlo. Un desfile de criaturas generadas por IA, algunas más propias de un mal sueño que de una galaxia muy, muy lejana. El resultado no era un universo alienígena coherente, sino un zoológico de aberraciones cromáticas, con jirafas pintadas y combinaciones genéticas que no evocaban nada del estilo visual de la saga.
Ni siquiera los biomas cliché de Tatooine o Hoth parecían presentes. Todo se reducía a moodboards mal interpretados: sabanas, volcanes, bosques... y poco más. Bredow defendía la propuesta como una herramienta para artistas, no una sustitución. Aplaudido, recalcó que ILM siempre pedirá consentimiento a sus talentos, como ocurrió con Ford. Pero la realidad externa hace difícil comprar ese discurso.
Hemos visto ya suficientes ejemplos de “experimentos creativos” convertidos en despidos —Duolingo, Xbox, incluso medios digitales enteros— como para no sospechar de las intenciones a medio plazo. Más allá del debate laboral, el problema es simbólico. ILM nació del trabajo de artistas como Ralph McQuarrie o Drew Struzan, cuyas visiones moldearon nuestra idea del cine fantástico. Apostar por una IA sin alma no es solo un paso atrás: es ignorar lo que convirtió a la compañía en leyenda. Y eso, incluso para una empresa que ayudó a crear mitos, es un error imperdonable.