La reciente muerte del Papa Francisco ha hecho, como era de esperar, que muchos seguidores de la figura del que fue el octavo soberano de la Ciudad del Vaticano hayan echado la vista atrás para recordar momentos clave de la interesante vida de Jorge Mario Bergoglio. En este sentido, pocas cosas son más ilustrativas que el arte del cine, y por ello es normal que estos días muchos estén recuperando una pieza (no tan antigua) del séptimo arte que es francamente recomendable tanto para creyentes como ateos.
Hablamos de 'Los dos papas', la cinta del año 2019 producida por Netflix que podéis encontrar dentro del catálogo para suscriptores de la plataforma de streaming. Una película que excava con gracia y gran acierto un instante crucial para la Iglesia católica en general, y para la propia vida del que acabaría siendo el Papa Francisco en particular.
'Los dos papas': Un genuino recital de interpretación ambientado en el Vaticano para ver en Netflix y recordar al Papa Francisco
Estrenada en 2019 y dirigida por el gran Fernando Meirelles -el realizador brasileño que pasó a la historia del séptimo arte en 2002 después de sorprender al mundo con la formidable 'Ciudad de Dios'-, 'Los dos papas' es, posiblemente, una de las mejores películas modernas sobre religión y el mundo del clero que puedes ver a día hoy (con permiso, quizá, de la todavía más reciente 'Cónclave', cuyo visionado también está resultando más que idóneo en estas fechas tras la muerte del papa).
'Los dos papas' se basa en el estupendo texto que inicialmente iba a ser obra de teatro de Anthony McCarten (el mismo guionista de 'La teoría del todo' o 'El instante más oscuro'), cuya narración nos lleva a explorar la curiosa relación que mantuvieron durante el escándalo de las filtraciones del Vaticano en 2012 el Papa Benedicto XVI y el que sería su sucesor inmediato un año después, el Papa Francisco.
En 2012, decíamos, el cardenal Joseph Ratzinger (al que da vida un inconmensurable Anthony Hopkins en el filme) fue acusado públicamente de encubrir sobornos hacia su persona así como cartas y memorandos confidenciales que empañaban la imagen de la Iglesia católica, manchando las finanzas del Vaticano de corrupción. Ratzinger no tardaría en abdicar al papado, algo que no había sucedido jamás en la historia.
Mientras tanto, Bergoglio (al que interpreta un fenomenal Jonathan Pryce en la película), presentaba su renuncia como arzobispo, pues todo el conflicto interno desatado en el Vaticano le había llevado a estar en desacuerdo con la dirección de la Iglesia. Sin embargo, en un giro de los acontecimientos, Bergoglio fue convocado al Vaticano para pasar unos días en la residencia de verano del papa, en el Palacio de Castel Gandolfo.
Allí, Ratzinger y Bergoglio, como nos muestra la película de Meirelles, tuvieron tiempo de debatir sobre el papel de Dios y la Iglesia. Lo que de verdad se dijeron el uno y el otro jamás lo sabremos con total certeza -pese a que algunos diálogos están tomados textualmente de entrevistas reales, homilías y hasta documentos oficiales-, pero el excelente guion de McCarten nos deleita con conversaciones realistas entre dos hombres que nos permiten reflexionar sobre la fe, los errores del pasado y el futuro.
'Los dos papas' es una película que se disfruta tanto si te apasiona la religión como si no conoces mucho del tema. Al final del día, es un filme sobre temas humanos y universales que todos comprendemos, como la empatía o el perdón...
Y para los más cinéfilos, es también una clase magistral de actuación de parte de sus dos protagonistas, dos monstruos de la interpretación en el ocaso de sus carreras que mantienen un duelo sobresaliente y merecedor de todos los premios posibles (no en vano, tanto Hopkins como Pryce recibieron sendas nominaciones al Oscar, aunque ninguno de ellos se llevó la estatuilla a casa).
Por último, y no menos importante, 'Los dos papas' es también una cinta preciosa en cuanto a su ambientación y estética, con reproducciones a tamaño real de la Capilla Sixtina (que se tardó en construir hasta ocho semanas), copias minuciosas de frescos de Miguel Ángel y varias otras localizaciones míticas de Roma como la Plaza de San Pedro, la Villa Farnese o el Palacio Real de Caserta. Sin duda, un deleite para los ojos.
