Hay escenas que se quedan grabadas en la memoria por su fuerza narrativa y otras que lo hacen por las insólitas circunstancias que rodearon su rodaje. En el caso de Cadena perpetua, uno de los dramas carcelarios más valorados de la historia del cine, fue un humilde gusano quien protagonizó el mayor quebradero de cabeza para su director, Frank Darabont.
La escena en cuestión muestra a Brooks, el anciano bibliotecario, alimentando a un cuervo con un gusano, en un gesto que resume la ternura y el aislamiento de su personaje. Pero lo que parecía una secuencia sencilla se convirtió en una batalla ética y legal por los derechos… del gusano.
Los derechos de un gusano vs Hollywood
Darabont recordaba entre la ironía y la incredulidad cómo la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (ASPCA) se personó en el set. El cineasta creyó que estaban allí para velar por la salud del cuervo, pero pronto descubrió que su principal preocupación era el bienestar del gusano. Según la representante de la ASPCA, el gusano no debía estar vivo al ser filmado, incluso si iba a ser alimento natural para el ave.
La situación rayó lo absurdo: Darabont intentó argumentar que esos mismos gusanos eran vendidos para pesca, con destino igualmente fatal. Pero las reglas eran tajantes: el gusano tenía que estar muerto, y mejor aún, haber fallecido por causas naturales.
El director, conocido también por La milla verde y La niebla, no ocultó su frustración con la anécdota. Aunque reconoció el importante papel de la ASPCA a lo largo de la historia del cine, denunció el exceso burocrático que impidió algo tan simple como alimentar a un cuervo con un gusano real.
Encontraron una solución diplomática
“Tenía que ser un gusano muerto y tenía que haber muerto de causas naturales”, ironizó Darabont, que llegó incluso a bromear preguntando si necesitaban una autopsia para certificar su defunción. “No puedo razonar con esta mujer”, concluyó, todavía visiblemente molesto años después.
Finalmente, el equipo encontró una salida diplomática: revisaron la caja de gusanos comprada en una tienda local y hallaron uno que ya estaba muerto. Solo entonces pudieron rodar la escena tal y como estaba planeada. En la versión anotada del guion, Darabont deja constancia del pequeño drama burocrático que envolvió a esta breve secuencia, convertida ahora en una de las anécdotas más surrealistas de la historia del rodaje.
Si algo deja claro esta historia es que, incluso en una obra maestra como Cadena perpetua, los mayores obstáculos a veces vienen de donde menos se espera. En este caso, no fue la interpretación de Morgan Freeman ni el diseño de producción lo que puso a prueba al director, sino un minúsculo gusano… y las grandes ideas que lo protegían.
