Mark Zuckerberg lleva desde junio jugando sus cartas en el campo de la inteligencia artificial. La firma Meta decidió invertir más 14.300 millones de dólares en Scale AI y, de paso, se llevó a su CEO, Alexandr Wang. La jugada no fue menor: Wang se convirtió en el timonel absoluto de la nueva división de superinteligencia de Meta, rodeado de un equipo de ingenieros a los que se les pagan salarios dignos de estrellas del deporte profesional. Pero estos movimientos, tan ambiciosos como convulsos, ya están dejando efectos inesperados dentro y fuera de la compañía.
A principios de junio, Mark Zuckerberg sacudió la industria de la inteligencia artificial con una estrategia agresiva: intentar arrebatar a la competencia a sus mejores talentos. Su arsenal: contratos millonarios que rozan cifras estratosféricas. Empresas como OpenAI confirmaron con preocupación que "alguien se había colado en casa". La oleada incluyó fichajes de alto perfil, como Nat Friedman, exCEO de GitHub, o Daniel Gross, cofundador de Safe Superintelligence junto a Ilya Sutskever, movimientos que dejaron claro que Meta estaba dispuesta a todo para marcar territorio. Ahora las tensiones internas ponen en riesgo este dream team tecnológico.
Meta al borde de la fractura: la inversión de Zuckerberg en Scale AI enfrenta a la empresa y agita Silicon Valley
El sector de la IA parece haberse convertido en una especie de Juego de tronos corporativo, donde cada fichaje y cada dimisión redefine alianzas y jerarquías. Y esa turbulencia genera dudas sobre la sostenibilidad de estos gigantescos movimientos. Entre los nuevos talentos que aterrizaron en Meta estaba Ruben Mayer, antiguo colaborador de Wang en Scale AI. Apenas dos meses después, Mayer abandonó la compañía.
Tras cinco años en Scale AI, descubrió que su rol en Meta lo alejaba del núcleo de desarrollo de superinteligencia. Oficialmente, dijo estar "muy contento" con su experiencia, pero citó "motivos personales" para marcharse. No fue el único: en las últimas semanas, al menos tres investigadores han seguido su camino, dos regresando a OpenAI y otro, Rishabh Agarwal, sin aclarar su destino. La fusión entre la vieja Meta y la nueva —la de los fichajes galácticos— está resultando más compleja de lo esperado.
El equipo de superinteligencia, conocido como TBD Labs, ha tenido que colaborar con empresas de etiquetado de datos como Mercor y Surge, rivales directos de Scale AI. Aunque Meta había invertido miles de millones en Scale, fuentes citadas por TechCrunch señalan que la calidad de su etiquetado es deficiente, y por eso se recurre a terceros. La situación se complica aún más: tras el acuerdo con Meta, tanto OpenAI como Google dejaron de colaborar con Scale AI, que poco después despidió a 200 empleados. Jason Droege, el nuevo CEO, aseguró que habría contrataciones en otras áreas para compensar.
La llegada de todo este talento ha obligado a Meta a reorganizar su división de superinteligencia. Se crearon cuatro subdivisiones bajo la supervisión de Wang, con otros altos directivos reportando a él. Estos cambios han provocado que algunos empleados anteriores de Meta se marcharan a firmas como OpenAI, Cohere o Figma.
Con Wang al mando, Meta parece estar girando su estrategia. Aunque la empresa fue pionera en modelos Open Source como LLaMA, ahora explora nuevas alternativas: integrar modelos de terceros en sus plataformas -¿un ChatGPT en WhatsApp?- o incluso licenciar modelos cerrados. El objetivo: contar con su propia alternativa a OpenAI, Google o Anthropic, que desde el inicio apostaron por estrategias de IA más cerradas. El panorama es claro: Meta ha apostado fuerte, pero la intensidad de los movimientos y las tensiones internas muestran que el camino hacia la superinteligencia no será ni sencillo ni tranquilo.