El precio del petróleo vuelve a sacudir los mercados internacionales tras una de las caídas más abruptas de las últimas décadas. El barril de Brent, principal referencia mundial, ha descendido 10,4 dólares en solo dos días, situándose en 65,14 dólares.
Esta caída no se veía desde momentos tan críticos como la pandemia de COVID-19, la invasión rusa a Ucrania o la guerra de precios de Arabia Saudí en 2020. Ahora, la combinación de decisiones políticas, desequilibrios industriales y estrategias productivas ha dado forma a lo que muchos ya llaman “la tormenta perfecta del petróleo”.
La tormenta perfecta del crudo global
El primer golpe vino desde Washington. La administración de Donald Trump reactivó una agresiva política arancelaria que ha encendido las alarmas sobre una posible desaceleración global. A esto se suma otro factor no menos relevante: el cierre progresivo de refinerías en todo el mundo.
Según datos adelantados por OilPrice, una de cada cinco instalaciones de refino está en riesgo de cesar operaciones, una paradoja en un contexto donde la demanda de combustibles continúa al alza. Pero si las señales eran ya preocupantes, la OPEP+ ha echado más leña al fuego.
El cartel petrolero anunció un aumento de 441.000 barriles diarios a partir de mayo, parte de su plan para sumar 2,2 millones de barriles adicionales al mercado. Aunque algunos analistas lo interpretan como un guiño a Trump para abaratar los combustibles, otros ven un intento por parte de los países miembros de mantener la disciplina en sus cuotas.
Refinerías cerradas, sobreoferta de crudo y precios en contradicción
Mientras tanto, Kazajistán continúa bombeando sin freno, desafiando los límites del mercado. El resultado es un ecosistema profundamente desequilibrado: sobreoferta de crudo, infraestructura en retroceso y señales mixtas en el consumo. La paradoja del momento es clara: aunque el precio del petróleo se desploma, los productos refinados como la gasolina o el diésel podrían mantener sus precios elevados debido a la capacidad reducida de transformación.
Es decir, llenar el depósito podría seguir siendo caro incluso con el barril barato. Los próximos meses serán clave para saber si el mercado se encamina hacia una nueva etapa de precios bajos sostenidos o si estamos ante una volatilidad pasajera.
