La señal de alarma ya no es abstracta: el nuevo Global Tipping Points Report 2025 sostiene que el planeta habría cruzado su primer punto de no retorno, con la mortandad generalizada de corales de aguas cálidas como hito visible de un océano recalentado fuera de rangos históricos. El diagnóstico encaja con los hechos observados: NOAA e ICRI confirmaron el 4.º evento global de blanqueamiento desde 1998, con calor de nivel de blanqueo alcanzando el 84 % de las áreas coralinas del mundo entre 2023 y septiembre de 2025; y 2024 fue el primer año natural con la media anual por encima de 1,5 °C sobre niveles preindustriales, lo que transforma la probabilidad de impactos "raros" en una estadística cotidiana para arrecifes ya debilitados.
La combinación de estas métricas —evento coralino sin precedentes y umbral simbólico del 1,5— es la que alimenta el lenguaje de "tipping point" que emplean los autores del informe y varios centros académicos que lo respaldan.
Detrás del término "punto de inflexión" hay umbrales físicos que, una vez rebasados, reorganizan el sistema climático y desencadenan cascadas: la AMOC (la gran cinta transportadora del Atlántico) muestra señales tempranas de pérdida de estabilidad y riesgo de transición abrupta en las próximas décadas, aunque persista incertidumbre entre modelos; la Amazonia exhibe una caída de resiliencia con sequías extremas y fragmentación que acerca el sistema al colapso en mosaico; y el hielo de Groenlandia/Antártida Occidental añade una inercia de siglos a la subida del mar.
La literatura reciente ofrece un cuadro matizado: indicadores físicos sugieren aproximación a punto crítico en la AMOC y advierten que los modelos podrían ser "sobreestables"; para Amazonia, estudios de 2024 documentan pérdida de resiliencia amplia y, sumada la deforestación acumulada (~17 % de la cuenca, acercándose al 20–25 % de umbral propuesto), el riesgo deja de ser hipotético. El problema ya no es solo cuánto calentamos, sino cómo y dónde se distribuyen los impactos y realimentaciones.
Umbrales físicos y cascadas climáticas
El coste humano y económico de ese primer "no retorno" coralino es tangible: los arrecifes ocupan <1 % del fondo marino pero sostienen ≥25 % de las especies marinas y aportan alimentos, defensas costeras y empleo a cientos de millones de personas —con estimaciones de >500 millones de dependientes directos—, además de servicios valorados en billones de dólares. Al mismo tiempo, la subida del nivel del mar —acelerada por el calor oceánico y el deshielo— no solo erosiona playas: un estudio 2025 con teledetección sobre 840 millones de edificios cuantifica exposiciones de 3 millones con +0,5 m, 45 millones con +5 m y 136 millones con +20 m de subida a escala pluricentenaria, una cifra que no describe "mañana", pero sí el inventario de riesgo a largo plazo de nuestro parque construido. Para el corto plazo, los autores advierten que recortes de emisiones y medidas de adaptación pueden modular severamente ese impacto, sobre todo en países costeros del Sur Global.
El informe subraya otra incomodidad: nuestras instituciones no están diseñadas para gobernar puntos de inflexión. La arquitectura de París y la mayoría de políticas asumen cambios graduales, pero los "saltos" exigen anticipación, gestión de riesgos de cola y coordinación transfronteriza. La ciencia de soluciones, sin embargo, sí identifica acciones inmediatas de alto impacto: recortar contaminantes de vida corta como metano (–30 a –45 % esta década para evitar ~0,2–0,3 °C de calentamiento hacia 2040–2050) y carbono negro (por ejemplo, en navegación ártica, donde el hollín acelera el deshielo), junto a resiliencia de cadenas de suministro y protección social para impactos en cascada.
Son palancas que reducen calentamiento rápido, compran tiempo a los arrecifes y disminuyen la probabilidad de activar otros umbrales, a la vez que mejoran aire, salud y productividad.
Política para saltos y emisiones de vida corta
La parte luminosa del diagnóstico —los llamados puntos de inflexión positivos— ya se intuye en los datos: en 2024 se vendieron >17 millones de coches eléctricos (más del 20 % de las ventas globales), China rozó la mitad del mercado y las baterías cayeron un 20 % hasta 115 $/kWh, su mayor descenso desde 2017; a la vez, 2024 marcó otro récord de nuevas renovables y la IEA proyecta que cubrirán >90 % del crecimiento de la demanda eléctrica hasta 2030, con la cuota renovable subiendo del 32 % (2024) al 43 % (2030).
Aun así, los organismos alertan de que el ritmo no basta para triplicar capacidad a 2030 ni para estabilizar el clima si no se resuelven cuellos de redes, financiación y permisos, aunque en 1S-2025 la generación renovable llegó a superar por primera vez a la del carbón a escala global. Tecnología hay; falta velocidad, integración y coherencia regulatoria para que estos puntos de inflexión "buenos" dominen la década.
Por eso, "la tecnología como salvación" solo es cierta si la política convierte las curvas incipientes en trayectorias inevitables: recortes profundos de CO₂, aceleración de metano/BC, protección y restauración de ecosistemas clave (que ayudan pero no sustituyen la mitigación), adaptación basada en riesgos y, allí donde tenga sentido, remoción de carbono complementaria bajo estándares robustos.