Era una noche tranquila, un sábado 8 de julio de 2023, en una tienda de Mercadona en Albacete. Tras el cierre, los empleados recogían el establecimiento. Entre ellos, un trabajador con 16 años de experiencia y un historial impecable, tomó una decisión que marcaría su vida laboral: comerse una croqueta destinada a la basura. Un acto que para muchos pasaría desapercibido, pero que desató una tormenta que terminó con una indemnización de casi 40.000 euros.
El lunes siguiente, el empleado admitió voluntariamente a su coordinadora lo que había hecho. Sin dudar, ella le recordó que la empresa prohíbe consumir cualquier producto sin previo pago, incluso los que están destinados a ser desechados.
Ese mismo día, el trabajador recibió su carta de despido por causas disciplinarias, acusado de "falta muy grave". ¿La razón? Según la empresa, no fue una croqueta, sino un blíster completo valorado en 4,20 euros, lo que calificaron como "fraude, deslealtad y abuso de confianza".
El trabajo recurrió el despido
El caso llegó a los tribunales, donde el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha desmontó los argumentos de Mercadona. Los magistrados consideraron que una sola croqueta, sin valor comercial al estar destinada a la basura, no podía justificar la sanción más severa del ámbito laboral. Además, el tribunal subrayó que el convenio colectivo de la empresa menciona "apropiación indebida de productos", en plural, y este hecho aislado no cumplía esa condición. La sentencia calificó el despido de improcedente, sentenciando que Mercadona debía readmitir al empleado o indemnizarle con 39.702 euros.
Un "secreto a voces" en el supermercado
Durante el juicio, se reveló que el consumo esporádico de productos desechados era una práctica común entre los empleados, aunque siempre a espaldas de los supervisores. Este contexto hizo que el despido del trabajador, quien admitió su acción de manera transparente, pareciera desproporcionado. "No hubo ni ocultación ni ánimo de lucro", señalaron los jueces. Además, el empleado destacó su impecable trayectoria y el reconocimiento previo de la empresa a su desempeño. Aunque la empresa ha decidido pagar la indemnización sin recurrir al Supremo, el incidente queda como un recordatorio de cómo un gesto tan pequeño como comerse una croqueta puede convertirse en una batalla judicial con consecuencias millonarias.