En 1996, Demi Moore rompió barreras en Hollywood al convertirse en la actriz mejor pagada de la industria, obteniendo un salario de 12,5 millones de dólares por protagonizar la película Striptease. Aunque para muchos este logro parecía un avance hacia la igualdad salarial entre actores y actrices, la intérprete enfrentó una fuerte reacción pública, siendo criticada tanto por el monto de su sueldo como por su papel en una cinta que abordaba temas polémicos como el striptease, en comparación a lo que cobraba su entonces marido Bruce Willis, y la cosificación del cuerpo femenino. Años después, la actriz reflexionó sobre este momento crucial en su carrera, revelando que la controversia alrededor de su paga opacó el mensaje de la película y la colocó en el centro de un debate cultural.
En una reciente entrevista con el podcast The Interview de The New York Times, Moore, que está apunto de estrenar la película de 'body horror' La sustancia, expresó que su sueldo en Striptease fue percibido como una traición a las mujeres. “Fue como si hubiera traicionado a las mujeres, y con G.I. Jane, fue como si hubiera traicionado a los hombres”, comentó. Según la actriz, lo que resultaba más sorprendente no era la suma de dinero que recibió, sino que justo cuando rompió el techo de cristal en cuanto a salarios femeninos, la narrativa predominante se centró en desacreditarla. “Cualquiera que hubiera sido la primera en obtener ese tipo de igualdad salarial habría recibido críticas similares”, explicó la actriz, señalando que, en su caso, el enfoque en su cuerpo y en la temática del striptease intensificó las críticas.
Su matrimonio le dio confianza a la hora de exigir un buen sueldo
En aquel entonces, Moore estaba casada con Bruce Willis, una de las mayores estrellas del cine de acción de Hollywood. Aunque la actriz aclara que no se trataba de una comparación directa con su esposo, no pudo evitar notar la disparidad salarial entre ellos.
“No se trataba de compararme con él”, explicó Moore, “pero si estoy haciendo el mismo trabajo, ¿por qué no debería recibir el mismo pago?”. Esta desigualdad en los salarios, sumada a las expectativas de género que enfrentaban las mujeres en la industria del entretenimiento, fue una de las razones por las que su logro financiero desató una ola de ataques mediáticos.
A pesar de las críticas, también enfrentó una presión física y emocional en sus roles más demandantes. Después de trabajar en G.I. Jane, la actriz confesó que los constantes cambios en su cuerpo para adaptarse a las exigencias de los personajes la llevaron a un punto de agotamiento. “Manipulé mi cuerpo tantas veces que al terminar esa película, estaba desgastada”, admitió. A partir de ese momento, decidió abrazar su cuerpo tal y como era, sin someterse a los extremos de fuerza y disciplina que había impuesto en el pasado para cumplir con los estándares de Hollywood.
