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No había papel higiénico en el imperio romano pero su invento, el tersorium, era casi igual de eficaz en el retrete

En los retretes públicos utilizaban un ingenioso artilugio para limpiar las heces.

Las prácticas de higiene en la Antigua Roma eran avanzadas y curiosas en comparación con el resto de la civilización de la época. En el centro de estas innovaciones estaba el uso de letrinas públicas, las cuales no solo permitían a los ciudadanos romanos disponer de un lugar común para hacer sus necesidades, sino que también promovían la higiene mediante sistemas de alcantarillado y limpieza. Las letrinas, ubicadas en los sectores más transitados de las ciudades, eran espacios de reunión social, donde se intercambiaban conversaciones y chismes, y en ocasiones, hasta se discutía sobre política o las noticias del día. A la hora de limpiarse, en vez de recurrir a un trozo de palmera o la mano, hacían uso del "tersorium" o "xylospongium" —una esponja marina unida a un palo de madera—, un invento que era lo más parecido al papel higiénico actual.

Algunos historiadores insisten en que se usaba para limpiar y no para limpiarse el culo

Este utensilio, sumergido en una solución de agua con vinagre, era compartido por todos los usuarios de la letrina. Aunque esta práctica era revolucionaria para la época, los baños romanos no estaban exentos de riesgos, pues las enfermedades podían propagarse rápidamente debido a la falta de higiene en ciertos lugares. Sin embargo, en baños mejor gestionados, el tersorium se desinfectaba después de cada uso, lo que reducía significativamente el riesgo de infecciones. Aunque en numerosas ocasiones se ha señalado que este utensilio incluso se compartía, hay historiadores que insisten en que ni siquiera se usaba para limpiarse las partes pudendas, sino para limpiar las letrinas como las escobillas que tenemos actualmente.

Las letrinas se distinguían por un ingenioso sistema de canales de agua corriente que ayudaba a eliminar los residuos de manera constante. Este diseño permitió a Roma alcanzar un nivel de higiene que no fue superado hasta muchos siglos después. Estos canales, además de transportar agua limpia, recogían los desechos y los llevaban al alcantarillado, evitando que los malos olores y residuos se acumularan en las calles de la ciudad.

Hombres y mujeres compartían los baños públicos sin pudor

La estructura social de los baños era una extensión de la vida cotidiana. Las letrinas no ofrecían privacidad: hombres y mujeres compartían el espacio y se sentaban juntos sin divisiones. Este ambiente facilitaba la interacción y la camaradería entre ciudadanos de diversas clases, haciendo de estos lugares un espacio de convivencia poco común en la actualidad. La socialización en estos espacios era tal que incluso se desarrollaba un sentido de comunidad, y el proceso de higiene personal se convertía en un ritual compartido.

En las ciudades más importantes de Roma, los baños públicos contaban con sistemas de drenaje avanzados que permitían mantener el lugar relativamente limpio. Estos sistemas de alcantarillado fueron tan innovadores que Roma llegó a ser más higiénica que muchas grandes ciudades europeas posteriores hasta bien entrado el siglo XIX. Los baños y letrinas romanas destacaban en comparación con otras civilizaciones antiguas, que aún no tenían soluciones tan eficaces para gestionar sus desechos humanos.

El legado romano en la higiene y saneamiento modernos

Con los años, estos sistemas romanos evolucionaron y el uso del tersorium cayó en desuso, pero la infraestructura y las prácticas de higiene desarrolladas por los romanos sentaron bases importantes para las innovaciones modernas en saneamiento. En la actualidad, Naciones Unidas ha recordado la importancia del acceso a retretes higiénicos a través de iniciativas como el Día Mundial del Retrete, subrayando el impacto que tiene una correcta disposición de los desechos en la salud pública y en la prevención de enfermedades.