Innovar en una industria como la de los videojuegos no es una tarea fácil, ya que dar con nuevas ideas que resulten frescas y divertidas es algo que solo parece estar al alcance de unas pocas mentes privilegiadas. Para complicar un poco más las cosas, no siempre basta con ofrecer un producto original y una ejecución fallida puede acabar resultando en un título aburrido y carente de interés, una sensación que hemos tenido constantemente a medida que jugábamos a Disintegration, una curiosa propuesta que viene apadrinada por uno de los principales diseñadores de Halo, pero que se está quedando lejos de convencernos.
Acción y estrategia en un mundo de ciencia ficción
Si bien nos hubiese encantado ofreceros hoy su análisis completo, de momento solo hemos tenido acceso a la campaña para un jugador, así que hemos decidido traeros nuestras impresiones con ella tras haberla terminado para que podáis haceros una idea de qué esperar de ella. De este modo, viajaremos a un futuro distópico en el que la humanidad ha desarrollado la tecnología para trasplantar el cerebro de una persona a un cuerpo robótico, un proceso conocido como integración.
Nuestro objetivo no será otro que el de capitanear a un pequeño grupo de rebeldes para derrotar a un malvado ejército, aunque no nos pidáis que os demos muchos más detalles ya que la historia no podría estar peor presentada y narrada. De hecho, los desarrolladores dan por hecho que ya conocemos a sus personajes y su contexto argumental, provocando un inicio caótico en el que no sabremos ni quiénes somos ni qué pretenden los malos de la función, algo que no se termina de arreglar a medida que avanzamos en un guion insulso y muy aburrido que pierde la oportunidad de explorar y profundizar los interesantes temas a los que se presta su premisa.
En lo que respecta a su jugabilidad, cabe destacar que nos encontramos ante un juego de acción en primera persona con elementos de estrategia en tiempo real, una mezcla extraña que no termina de funcionar todo lo bien que debería. Siendo más concretos, nosotros controlaremos, en primera persona, un graviciclo, una especie de moto voladora que puede disparar con diversas armas. Lo interesante es que casi siempre estaremos acompañados por varias unidades terrestres a las que podremos dar diversas órdenes como si de un RTS se tratase. Por supuesto, usarlas correctamente será imprescindible para sobrevivir, ya que nuestra potencia de fuego está muy limitada y el control del graviciclo es lento y pesado, obligándonos a combinar nuestros disparos con los de nuestro escuadrón.
Lamentablemente, sus mecánicas se quedan a medio camino, adoleciendo de una alarmante falta de profundidad que desemboca en unos enfrentamientos muy aburridos y poco estimulantes que no evolucionan lo más mínimo con el paso de las horas. Por una parte, nuestra "moto" solo está equipada con dos armas (dependiendo de su modelo, dispondremos de unas u otras, aunque esto es algo que en la campaña está prefijado para cada misión) y más allá de disparar, recargar, elevarnos, descender e impulsarnos no podremos hacer mucho más con ella.
En el otro lado de la balanza tenemos a nuestro escuadrón terrestre. Este siempre nos acompañará a todas partes y luchará automáticamente cuando nos topemos con unidades enemigas. Como líderes del equipo, podremos indicarles los lugares a los que queramos que se dirijan, que ataquen a blancos concretos, que interactúen con ciertos elementos del escenario y que usen sus habilidades personales. El problema llega en el momento en el que nos damos cuenta de que la IA suele pasar bastante de nosotros y que nos faltan herramientas de gestión para dar órdenes a cada personaje de forma individual y que guarden las posiciones que queramos, lo que da pie a situaciones muy frustrantes que nos harán echar de menos un control mucho mayor sobre sus acciones para que los tiroteos no se conviertan en un caos sin sentido alguno. Al final, casi todo se acaba resumiendo en usar las técnicas de los aliados cuando se recargan, en priorizar objetivos y en dar apoyo con el fuego de nuestras armas o con nuestro armamento curativo mientras la pantalla se llena de explosiones y disparos.
Todo esto podría paliarse si al menos el juego contase con un buen diseño de niveles, aunque tampoco es el caso, ya que estos se resumen en avanzar por una serie de mapas mientras nos van asediando diversas oleadas de enemigos, una monotonía que se encargan de romper los escasos jefes que nos encontraremos en nuestro camino. Lo que sí que tenemos que reconocerle es que la aventura jugada en el nivel de dificultad "Disidente", el tercero de los cuatro que hay, es brutalmente intensa y no nos da ni un solo segundo de respiro, obligándonos a jugar bien y a sacarle el máximo partido a todos nuestros recursos, ya que nos asediarán desde todas las direcciones posibles e imaginables, haciendo que la experiencia sea mucho más entretenida.
Para que os hagáis una idea del salto que hay entre "Recluta" (el segundo nivel de dificultad) y "Disidente", en el primero las misiones apenas nos duraban 20 minutos, mientras que en el segundo rara vez bajaban de los 40 y 45 minutos, duplicando así la duración de una campaña que oscila entre las cinco y diez horas según la dificultad escogida.
A nivel gráfico tampoco destaca demasiado con unos escenarios poco variados, unas texturas simplemente correctas y un sistema de iluminación que se limita a cumplir. Eso sí, los personajes están bien modelados, las secuencias de vídeo están muy trabajadas y a nivel artístico nos ha gustado bastante, especialmente en lo tocante a los diseños de los robots. Además, cuenta con algunos efectos de destrucción de entornos muy majos que tienen su importancia a nivel jugable.
La banda sonora nos deja con una serie de temas musicales de corte ambiental que suele estar en un segundo plano y a la que apenas se le llega a prestar atención, mientras que a los efectos les falta algo más de contundencia. Finalmente, el doblaje nos llega únicamente en inglés con subtítulos en español.
Una propuesta original, pero poco convincente
Disintegration es una apuesta arriesgada y siempre es de agradecer que un estudio intente hacer algo diferente, aunque el resultado final no nos ha terminado de convencer, al menos en lo referente a su campaña para un jugador. Queremos creer en él y pensar que su multijugador sí que nos va a gustar mucho más y que va a ser el modo donde encuentre su auténtica razón de ser, aunque con este precedente y el de su beta, preferimos mantenernos cautos hasta entonces.
Hemos realizado este artículo gracias a un código para Steam que nos ha facilitado Private Division.