Análisis de Animal Well, un mágico e intrigante metroidvania sin combate que recuerda a Fez y Tunic (PS5, PC, Switch)
Puede que lo de Animal Well parezca algo excepcional: un videojuego que durante los casi siete años que ha estado en desarrollo apenas ha revelado nada de su propuesta excepto que se trata de un intrincado y laberíntico juego de puzles y exploración con secretos y animales, y que en su lanzamiento acaba triunfando, sorprendiendo y embaucando a toda persona que se acerca a él.
Pero en realidad no es un caso tan único: en la batería de nombres que sale a colación cuando se habla de este juego aparecen títulos que han seguido una trayectoria muy similar, como Tunic y Fez, que son precisamente fuertes fuentes de inspiración para Billy Basso, autor en solitario de Animal Well. Esos videojuegos también son crípticos, también sorprendieron y también lograron un nivel de emoción en la comunidad que resuena hasta día de hoy.
Un laberinto de puzles con animales y juguetes
Y decimos esto no para quitarle mérito a Animal Well, un proyecto que acaba de publicarse en PS5, PC y Nintendo Switch bajo la distribución de Big Mode, pequeña editora fundada por Jason Gastrow (más conocido como videogamedunkey por su trabajo en YouTube) y su mujer Leah Gastrow, sino para poner de manifiesto que juega en la misma liga que dichos pesos pesados y recalcar la casualidad de que estos tres títulos estén conectados de una manera que va más allá de las similitudes de su filosofía de diseño.
Porque Animal Well tarda poco en demostrar que es un juego tan ingenioso y profundo como lo fue Fez en su día y como Tunic desveló detrás de su primera impresión de 'Zelda de juguete'. Aquí nos topamos con un metroidvania sin combate, sin acción directa, en el que controlamos a un diminuto ser perdido en un mundo oscuro y misterioso plagado de animales. Nada más salir de la flor de la que nace, esta criatura debe apañárselas para… Bueno, no sabemos muy bien para qué, pero en el mero descubrimiento del objetivo principal está la gracia.
Este es uno de esos juegos que no deja nada en claro. La idea es que vayamos pasando de pantalla en pantalla resolviendo los puzles de cada una de ellas sin que a priori parezca que tengan conexión, pero tejiendo una red de significado a medida que vamos avanzando. Puede que tardemos en darnos cuenta dónde reside lo que parece ser el objetivo principal (a nosotros nos pasó), pero no importa demasiado porque el camino hacia ese descubrimiento es entretenido y desafiante, tanto a nivel intelectual como en lo que respecta a su faceta más plataformera (sorprendentemente exigente y muy gratificante gracias a sus satisfactorios controles).
Metroidvania sin combate
A medida que avanzas vas encontrando nuevos juguetes (literalmente) que ofrecen nuevas formas de interactuar con el entorno. Es así como Animal Well despliega su vertiente metroidvania más pura: cada herramienta desbloquea algo más que una mecánica, ya que hay un click en nuestra cabeza que nos anima a volver a estancias por las que ya hemos pasado para probar los nuevos objetos en ellas y tratar de alcanzar caminos ocultos.
La mayoría de puzles, eso sí, consisten en lo mismo: pulsar botones para abrir puertas. Esto es algo que se repite constantemente a lo largo de la partida y puede no gustar demasiado, aunque honestamente no es algo que a nosotros nos haya pesado. El diseño de cada una de sus pantallas (que se reinician al salir de ellas, aunque a veces esa norma se rompe con mejor o peor resultado) pone todo lo necesario para que no te des cuenta -o no te importe- de que pasas casi la mayoría del tiempo buscando la forma de pulsar un botón amarillo que de alguna forma u otra acabará abriendo el camino hacia un cofre.
Está todo tan bien medido y su ritmo es tan minucioso que en las 15 horas que hemos tardado en llegar a los créditos (esta duración puede variar por mucho y seguro que es posible llegar a ese punto en apenas dos o tres horas) no hemos sentido ni una pizca de aburrimiento. Animal Well logra despertar tu curiosidad en todo momento, pero sobre todo sabe hacerlo cuando estás a punto de atascarte: es ahí cuando aparece un nuevo objeto, una nueva estrategia para usar los que ya tenías o un secreto que no sabías que fuese posible y hace que te replantees todo lo que llevas avanzado.
Porque además cada juguete tiene un nivel de aprovechamiento que pasa desapercibido de primeras. No están limitados a una sola mecánica, sino que de una forma casi sistémica pueden servir para casi todo lo que te imagines. Eso, que ya de por sí es ingenioso, se vuelve brillante al descubrir que esos usos alternativos que creías haber descubierto 'siendo más listo que el juego' en realidad estaban pensados en todo momento; a veces el juego anticipa tus movimientos para impedirte ciertas soluciones, pero otras te recompensa con un nuevo secreto y ahí es cuando logra atraparte.
Explorando un ecosistema mágico (no tan) vivo
Y por si fuera poco, todo esto se enmarca en un mágico mundo reactivo que no sólo espera a que vayamos a encontrar sus secretos sino que está habitado por criaturas con comportamientos más o menos asociados a los de los animales que representan. Cuando hablamos del juego en su lanzamiento no pudimos evitar mencionar Rain World y, aunque posteriormente nos dimos cuenta de que para nada alcanza ese nivel de simulación de ecosistema, seguimos pensando que hay algo que une ambos juegos: probablemente la sensación de ser una pequeña criatura en un mundo hostil, ser presa en un lugar rodeado de depredadores.
Sobre todo al principio del juego, cuando menos poderes tienes, en Animal Well existe esa sensación de descubrimiento del comportamiento ajeno: tienes que fijarte en qué hace cada nuevo animal con el que te encuentras, si puede ser aliado o si -como en la mayoría de los casos- es un enemigo que te quitará uno de los cuatro corazones con los que empiezas. Ese estudio de la conducta de los animales se evapora en cuanto te percatas de que sólo son piezas de un juego de las que casi siempre puedes acabar aprovechándote para superar puzles, lo que quizás despoja a este mundo de una naturalidad que nunca ha tenido.
Donde Rain World era crudo, Animal Well es mágico. Es fácil acabar dejando de lado las comparativas entre ambos y ver al juego de Billy Basso como una cosa más centrada en los puzles estancos que conforman un gran laberinto a descubrir. En eso también juega una importante parte su apartado audiovisual, desde su estética enigmática de colores vivos que contrastan con un fondo siempre oscuro, hasta su leve hilo musical que termina de reforzar el misterio del conjunto. Hay, además, un trabajazo técnico que puede pasar desapercibido en el a veces displicente término paraguas 'pixel art': los reflejos, la iluminación y los efectos especiales del juego son magníficos, sobre todo teniendo en cuenta que apenas ocupa 145 MB en PS5 (y menos todavía en otras plataformas).
Conclusiones
Al llegar a los créditos de Animal Well nos quedamos con una sensación de haber experimentado un videojuego único que nos ha mantenido embobados sorpresa tras sorpresa. Las decisiones de diseño que toma en cada movimiento que realizas desvelan que Billy Basso ha tenido muy clara su filosofía creativa, y el resultado final demuestra que ha sabido llevarla del papel a la pantalla. Es un juego mágico que además permite múltiples niveles de entrada: es de esos de los que es fácil decir que 'el verdadero juego empieza tras los créditos' porque hay muchos secretos y misterios que sólo se descubrirán con el paso del tiempo, con la colaboración de la comunidad mediante, pero también ofrece una experiencia valiosa y gratificante a quienes no quieran entrar a esa profundidad y se conformen con los objetivos más evidentes que plantea el juego. Es una obra fácil de recomendar a todas aquellas personas que disfrutaron con Fez y Tunic, títulos que ocupan un espacio de honor en los juegos de puzles en el que desde ahora también podemos colocar a Animal Well.
Hemos realizado este análisis en PS5 descargándolo desde el catálogo de PS Plus Extra.