La semana pasada se anunció de forma oficial el secreto peor guardado de Nintendo: Super Mario 64, Super Mario Sunshine y Super Mario Galaxy se estrenarán en Switch con un recopilatorio HD. Si bien algunos detalles relacionados con estas remasterizaciones han causado cierta polémica entre los fans, como la ausencia de Super Mario Galaxy 2 o su disponibilidad limitada hasta marzo, lo cierto es que esto no quita que sigamos hablando de tres juegazos de tomo y lomo que cualquier jugador debería probar alguna vez en su vida. Por ello, hoy en Vandal vamos a repasar qué es lo que los hace tan especiales.
Super Mario 64 (1996) La revolución de la tercera dimensión
No vamos a andarnos con paños calientes, así que lo vamos a decir bien alto: Super Mario 64 es uno de los mejores juegos de toda la historia.
Un título tan rematadamente bueno y tan revolucionario que en 1996 puso patas arriba a toda la industria, cambiando para siempre la forma en la que se entendía la tercera dimensión en videojuegos.
Para contextualizar un poco, estamos hablando de un juego que llegó en una época en la que las 3D eran todavía algo nuevo y novedoso, y las compañías se encontraban en fase de experimentación con ellas, probando fórmulas e ideando maneras de adaptar sagas clásicas 2D a esta nueva dimensión. Sin embargo, la cámara (a menos que fuese fija) y los controles de casi todos estos productos rara vez estaba a la altura, salvo honrosas excepciones, lo que llevó a muchos a pensar si realmente el paso de las 2D a las 3D era el futuro. Y entonces llegó Mario.
Nintendo 64 puede presumir de haber tenido el mejor juego de lanzamiento con el que podría haber soñado consola alguna. De entrada, nos encontramos con un apartado gráfico brutalmente espectacular. Sí, puede que ahora lo veáis y os parezca prehistórico, pero la sensación de ver este juego en el salón de tu casa o en los puestos de exposición de los centros comerciales de aquel entonces fue algo indescriptible, ya que estaba a años luz del resto de juegos que existían por aquel entonces, con unos modelados muy cuidados y detallados, unos escenarios que se sentían enormes, variados y repletos de posibilidades, unos efectos complejos y muy currados y, sobre todo, unas animaciones de auténtico infarto y fluidas hasta decir basta.
Es precisamente en esto último donde nos encontramos una de las grandes revoluciones que supuso para la industria del videojuego, ya que Mario contaba con una cantidad de movimientos y animaciones prácticamente inaudita, pudiendo realizar mortales, saltos de pared, saltos laterales, saltos triples, saltos de longitud, lanzarse en plancha, pegar puñetazos y patadas, agacharse, dar culetazos e incluso hacer la zancadilla bailando break dance. Esto daba como resultado un personaje muy ágil y que respondía a las mil maravillas a las órdenes que le dábamos, haciendo de cosas tan simple como el hecho de girar en 360 grados algo natural, intuitivo y agradable a los mandos.
Hablando de controles, otra de sus revoluciones la tuvimos en la aceleración gradual de nuestro héroe, pudiendo regular la velocidad a la que nos movíamos dependiendo de lo lejos que moviésemos el stick de su centro. Si solo lo inclinábamos un poco, Mario andaría, pero si lo empujábamos hasta un extremo, correríamos a toda velocidad. Esto es algo que, desde entonces, han replicado casi todos los juegos hasta nuestros días.
Pero, sin duda, el gran avance que trajo consigo Super Mario 64 para la industria del videojuego y lo que abrió las puertas al perfeccionamiento de la tercera dimensión fue su cámara. A mediados de los 90, muchos desarrolladores apostaban por usar cámaras fijas para sus juegos, ya que no terminaban de encontrar la manera de hacer que la cámara siguiese la acción sin dejar vendido al jugador o dificultando su navegación por entornos 3D, y cuando había algún intento de hacer algo así, el resultado solía acabar en drama.
Sin embargo, en Nintendo tuvieron una gran idea, "¿y si le damos control total al jugador para moverla y reposicionarla a su gusto según lo requiera la situación?" Dicho y hecho, pulsando los botones C del mando podíamos rotar la cámara y modificar el zoom, todo ello con un sistema muy rudimentario y arcaico, pero que funcionó de maravilla y que no tardaría en ser replicado y perfeccionado hasta convertirse en un estándar de la industria con el stick derecho de los mandos. Es más, el juego también nos permitía adoptar una cámara situada justo tras la cabeza de nuestro héroe para que, sin movernos, pudiésemos contemplar nuestros alrededores y tener un nuevo punto de vista, algo que se utilizó incluso para encontrar uno de los secretos más memorables y recordados de toda la aventura.
Evidentemente, los logros de Super Mario 64 no acaban aquí, ya que también tuvo el honor de crear una nueva forma de entender los juegos de plataformas. Si en sus iteraciones 2D, el fontanero nos proponía superar una serie de niveles consistentes en ir de A a B sorteando peligros, esta entrega cambió totalmente de tercio y nos ofreció un enorme castillo que debíamos explorar en busca de unos cuadros que servían de puerta de entrada a sus diferentes mundos. El objetivo era recolectar las estrellas suficientes para poder avanzar por él y para ello deberíamos cumplir todo tipo de retos y misiones en sus diferentes niveles, desde escalar una montaña para combatir contra un jefe hasta echarle una carrera a un pingüino o recolectar ocho monedas rojas.
Se trataba de un juego que nunca se quedaba sin ideas y sus mundos hacían gala de propuestas jugables y estéticas muy diferentes, lo que los dotaba de muchísima personalidad. Es un juego en el que siempre estás "plataformeando" y superando retos de habilidad, pero que añadía un componente de exploración y aventura que le sentó fenomenal y creó escuela.
Probablemente, la mejor prueba de que se trata de toda una obra maestra es que hoy, 24 años después de su lanzamiento, sigue siendo un juego divertidísimo y con un diseño impecable que nos lo hace pasar igual de bien que el primer día. En definitiva, un título atemporal e imprescindible para entender por qué los videojuegos son lo que son en la actualidad.
Super Mario Sunshine (2002) Vacaciones pasadas por A.C.U.A.C.
Seis años después de que Super Mario 64 lo cambiase todo, Nintendo se encontró con la gran responsabilidad de hacer una secuela a la altura, una tarea nada sencilla si tenemos en cuenta que estamos hablando de uno de los juegos más revolucionarios y queridos que jamás se han hecho, por lo que las expectativas con ella no podían ser más altas.
Así pues, en 2002 recibimos Super Mario Sunshine para GameCube, un título de plataformas 3D con una premisa muy parecida a la de Super Mario 64, aunque esta vez se cambió el Castillo de Peach por Ciudad Delfino, una paradisíaca ciudad costera que Mario visita junto con Peach para disfrutar de unas merecidas vacaciones. Sin embargo, a su llegada acaba siendo apresado y condenado a limpiar las manchas que hay por toda la urbe y a recuperar los soles que sirven como fuente de energía.
Así pues, deberíamos explorar la ciudad buscando la entrada a sus diferentes mundos, donde nos esperarían todo tipo de retos y desafíos, y muchísima exploración. En esencia, estamos hablando de una secuela pura y dura que se limita a tomar la base de su predecesor para ampliarla y mejorarla con mundos más grandes, más movimientos y más contenidos. De hecho, la exploración ganó muchísima importancia, haciendo de él uno de los Mario más aventureros que se han hecho nunca, con el permiso del reciente Super Mario Odyssey.
Pero, sin duda, la gran novedad que trajo consigo fue el A.C.U.A.C., un invento del Profesor Fesor que, a efectos prácticos, era como una especie de mochila que podía lanzar agua a presión. Esto, que puede parecer una tontería, tenía infinidad de aplicaciones y nos abría un abanico de posibilidades gigantesco a la hora de movernos. Desde detallitos como poder mojar el suelo frente a nosotros y lanzarnos en plancha para deslizarnos a toda velocidad por la superficie mojada hasta aplicaciones tan prácticas como poder propulsarnos en el aire para planear y llegar a sitios aparentemente imposibles.
Cuando lo dominábamos podíamos llegar a hacer auténticas virguerías y llegar a cualquier lugar que nos propusiésemos, haciendo que la exploración fuese todo un gustazo. Además, su forma de usar los gatillos analógicos del mando de GameCube para controlar la intensidad con la que lanzábamos agua hizo que su control fuese una delicia y algo extremadamente intuitivo.
En líneas generales, fue un juegazo que escondía muchísimas horas de pura diversión, pero que se quedó lejos de su predecesor, con unos mundos con temáticas más cohesionadas que perdían en diversidad y una implementación de Yoshi bastante cuestionable que apenas aportaba en lo jugable. Pero, sin duda, lo peor fueron sus contenidos de "relleno", como la búsqueda de las monedas azules, algo por lo que debíamos pasar si queríamos completar el juego al 100% y que se sentía fuera de lugar, ya que estaban escondidas de formas muy aleatorias y sin responder al excelente diseño por el que se caracterizan las obras de Nintendo, denotando ciertas prisas en el desarrollo para lanzar el juego cuanto antes.
No será el mejor Mario, pero incluso así sigue siendo una aventura sobresaliente y con sabor propio dentro de la saga que no podemos alegrarnos más de que ahora por fin se recupere y se haga accesible para todos los jugadores, ya que hasta ahora la única forma que teníamos de disfrutar de ella pasaba por tener una copia de su versión original para GameCube. Además, fue el juego en el que debutó Bowsy, uno de nuestros personajes favoritos del universo de Mario, y eso siempre suma.
Super Mario Galaxy (2007) Más allá de las estrellas
Si con Super Mario Sunshine nuestro fontanero se quedó "simplemente" en el sobresaliente, en noviembre de 2007 volvería a recuperar la excelencia y alcanzar la perfección con Super Mario Galaxy para Wii, una de las mayores obras maestras que nos han dejado nunca los videojuegos y uno de los títulos más memorables, bonitos y cautivadores que hemos tenido el placer de jugar.
Con esta nueva aventura Nintendo decidió echar la vista atrás y no fijarse solo en Super Mario 64 y Super Mario Sunshine, sino también en lo que hizo grande a la saga en sus inicios con sus aventuras 2D para así tomar lo mejor de ambas vertientes y combinarlas en un único juego. De este modo, nuestro objetivo volvería a ser visitar mundos para superar desafíos y recolectar estrellas, pero esta vez se redujo considerablemente el componente de aventura para centrarse mucho más en el "plataformeo" puro y duro, con fases más lineales y repletas de obstáculos y saltos. No en vano, la exploración estaba bastante más limitada, aunque los niveles estaban repletos de pequeños secretos que nos obligaban a estar muy atentos a nuestros alrededores.
Lejos de ser algo negativo, con esta fórmula se consiguió crear algo nuevo y único que captaba a la perfección la esencia más pura de la serie, algo que se veía reforzado por un diseño de niveles simple y llanamente espectacular. Se trataba de un juego que derrochaba creatividad por los cuatro costados y que no paraba de plantearnos nuevos tipos de situaciones y mecánicas a cada cual más original que la anterior, haciendo de cada paso que dábamos algo muy especial y memorable mientras ponía a prueba nuestras habilidades con el mando.
A todo esto tenemos que sumarle la forma tan revolucionaria que tuvo de usar la gravedad para crear nuevas formas de jugar, con multitud de planetoides que podíamos recorrer en todas direcciones y con sus propios centros de gravedad, por no hablar de lo bien implementados que estaban los controles por movimiento, consiguiendo que se sintiesen como algo natural e intuitivo y no como un añadido metido con calzador. Para rematar la jugada, a nivel artístico era una maravilla, nos permitió escuchar por primera vez música orquestal en una entrega principal de la serie, los jefes eran una pasada y la historia que nos narraban sobre Estela no pudo ser más bonita.
Super Mario Galaxy fue, es y será todo una obra maestra que no solo representa lo mejor de una de las mejores sagas de la industria, sino también la esencia más pura de los videojuegos y todo aquello que nos hizo amar este hobby que tanto nos apasiona y que tanto ha marcado las vidas de muchos de nosotros. Todo un imprescindible que nadie se debería perder.